Espionaje estilo Coahuila

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Espionaje estilo Coahuila

Asunto que no se resuelve: el espionaje en Coahuila. 

Ha existido, existe. En el mundo de las redes sociales, la historia comienza con un audio propagándose desde canales anónimos o de reciente inscripción.

Convenientemente tomados por algún medio o algún comunicador a modo, la fiebre se intensifica, se vuelve la comidilla un par de días o algo más que una semana. Luego, así como vino se va. 

¿Qué hace un Gobierno que no resuelve los asuntos de interés de sus gobernados? El espionaje afecta a particulares, pero es asunto público: la privacidad vulnerada por quién sabe quién, la comunicación liberada por quién sabe cuál motivo. Con un Gobierno que resulta siempre ser el sorprendido, nadie está a salvo. 

¿Algo de memoria? El asunto retrocede hasta 2006 y la publicación de las conversaciones entre el Obispo y la cabeza en Coahuila de Alianza Cívica. Las interpretaciones que entonces se propagaron hicieron ver a los involucrados como conspiradores. 

Para no ir tan lejos, en 2014 el Alcalde de Saltillo (ausente de la responsabilidad hasta hace poco, dicho sea de paso) pagó un desplegado a manera de carta abierta pidiendo la intervención del Presidente de la República porque sus conversaciones estaban siendo divulgadas. La denuncia, por cierto, no la presentó ante la Procuraduría del Estado, sino ante la General de la República (VANGUARDIA, 5 julio 2016). 

En los que habrán sido los peores momentos en la vida de un Secretario que se atrevió a aspirar a la Gubernatura, aparecieron audios haciendo leña del árbol caído. El año pasado, al empresario del carbón y los toros (hoy candidato a Gobernador con bandera contraria a lo establecido) le divulgaron unas conversaciones personales con su esposa. 

Un patrón, se quiera o no, comienza a observarse.

Después de un breve periodo de calma, a principios de 2016 otra vez servidores públicos municipales (de Saltillo, oposición) fueron objeto de la misma práctica.

El cronista de esta Ciudad refirió una invasión similar en su columna de diciembre pasado: “Con actitud despótica el Gobernador ha implantado un ambiente opresivo en el cual quienes disienten de su proyecto –tengo a honor contarme entre ellos– son objeto de insultos, de ilegal espionaje, de acoso en las redes sociales, de bajunos ataques en los medios que ha comprado” (VANGUARDIA, 15 diciembre 2016). ¿Algo más?

A vuelapluma los casos de triste fama: muchos otros habrá que terminaron en un nudo en la garganta, en la rabia contenida, en el arreglo incómodo. Cómo saberlo. 

¿Por qué no se resuelve el espionaje en Coahuila? En un par de ocasiones las autoridades han dicho no estar detrás y que ni máquinas especiales han comprado para ello… pero mira la regularidad: siempre apuntan contra quien se ha querido poner de pie contra el poder. Maldita casualidad, supongo.

Casualidades presentes en otros temas, creo. Permearán hasta en la vida universitaria. 

Lo electoral, ya se sabe. De seguro, de nuevo, estas casualidades estarán a la orden del día. Contra los candidatos, por supuesto, aun cuando a más de uno ya le han sacado (o inventando) trapos sucios; pero también, puede imaginarse, contra quienes han apoyado propuestas y perfiles llamados independientes que, a como se ve el asunto, serán los que alcancen. 

El espionaje es de esos asuntos que no incorporó como prioridad este Gobierno; ahí sigue (convenientemente) la sombra de este mal; no es, lamentablemente, la única. Vale la pena un recuento de lo sembrado para interpretar el fruto: próximamente.
Mientras tanto, a esperar el siguiente escándalo.

@victorspena