Esperar
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Esperar
Somos el País de las colas (creo que nada más en Cuba se hacen más que en México) y a esta cultura se añade que también estamos destinados a esperar, siempre estar esperando algo sin desesperación pero también sin ilusión.
Estamos en espera del resultado de las elecciones de gobernador del Estado y no hay resultados. Problemas más graves fueron enfrentados en el Estado de México y ya dieron un dictamen favorable a quien era favorito o favorecido, como era de esperar. En Coahuila estamos en la ignota perspectiva de un resultado creíble, confiable, verdadero. En mi caso lo que considero que pasará o debería suceder es que se anulen las elecciones, que no juegue de nuevo Riquelme pero tampoco Anaya; que se nos permita participar como votantes y que cada voto cuente por uno y no por 10 ó 100, como parece que fue. Si ambos se pasaron (se propasaron) en sus gastos, que se les pase, pero a la báscula. Esa espera es ya demasiado larga como para confiar en… ¿en?, ¿en quién?, no me diga que en el INE porque entonces sí que nos refugiaríamos en la famosa frase: “el que entra aquí pierda toda esperanza”.
¿Qué otra espera nos espera?, nada menos que la del Fiscal Anticorrupción. Vaya que es algo que nos ha traído con el pendiente. ¿Quién será el elegido? Se mencionaron algunos posibles. Algunos son demasiado viejos y eso podría significar dos cosas: una, que al que lo imponga no le importa, puesto que es un cargo para varios años y eventualmente morirá antes de terminar. Segundo, que tal vez se coloque a quien pronto dejará el espacio a alguien más adecuado, o sea a los que lo contrataron. La iniciativa privada o, si usted prefiere, los ricos locales, prefieren dar orientaciones acerca de lo que podría ser más bueno, al menos para ellos. Mencionaron apellidos y algún nombre. Todos los que sugirieron eran, ¡oh, casualidades de la vida!, pertenecientes a familias rancias de Saltillo. Ante esto Torreón brincó y propuso a cinco o seis candidatos, lo que los colocaría en un buen lugar cuando haya que llamar a cuentas a los pillos (o para nunca llamarlos). Así que no sabemos nada acerca de “nuestro” Fiscal Anticorrupción. El que nos impongan será el encargado de algo, no me viene a la mente de qué.
Tercera esperanza (y cuarta, quinta y demás), la de encontrar a los desaparecidos, la de que nos digan cómo funcionaba la cárcel de Piedras Negras, la de saber cómo se contrató crédito por medio de papeles con firmas falsificadas, la de enterarnos de la suerte de las personas que perdieron su hogar, la de comprender el funcionamiento del Estado mexicano, la de llegar a interpretar el odio racista de Trump contra México, y la de llegar a rechazar a quienes aceptan sus ofensas.
Nuestros representantes, quiero decir, quienes gobiernan no han tenido el orgullo patriótico de ponerle un alto a ese ofensivo personaje. Contrariamente, hace poco más de siglo y medio, en plena huida, Benito Juárez festejaba la Independencia.
En septiembre de 1864, la República andaba errante. A Juárez le quedaban 12 mil soldados en todo el País. En un paraje de Durango los soldados que lo acompañaban convencieron a Juárez de celebrar el Grito de Independencia, prendieron 100 fogatas, buscaron tambora y clarines y Juárez pidió a Guillermo Prieto que improvisara algo. Lo hizo y su discurso se transcribió: “La Patria es sentirnos dueños de nuestro cielo y nuestros campos, de nuestras montañas y nuestros lagos, de nuestra asimilación con el aire y con los luceros, ya nuestros; es que la tierra nos duela como carne y que el sol nos alumbre como si trajeran sus rayos nuestros nombres y los de nuestros padres; decir Patria es decir amor y sentir el beso de nuestros hijos, la luz del alma de la mujer que dice ‘te amo’, y esa Patria sufre y nos llama para que la liberemos de la infamia de los ultrajes de extranjeros y traidores”.
Debo a Lupita Sánchez de la O esta hermosa cita de un discurso que Guillermo Prieto improvisó en plena marcha de un Gobierno que caminaba y que iba representando a México a cada paso. Ellos sí supieron esperar y lograron verse coronados tras su larga lucha.