Esperando que pase la tormenta

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Esperando que pase la tormenta

Habrán de dispensar los amigos que favorecen esta columna con su lectura desde otras ciudades, otros países, otras latitudes distintas a su lugar de origen, pero es que de vez en cuando debo ocuparme de los asuntos de mi patria chica. Y es que si no se encarga uno personalmente de ciertos incómodos menesteres, le juro por ésta -¡smack!- que a los demás se les pasa, se les olvida o se hacen de plano los occisos.

Pero quédense, que de cualquier manera algo habremos de aprender juntos en el ínter. Que les sirva la experiencia de los coahuilenses para que no les pase lo mismo que a nosotros, a menos que sea muy tarde y hayan padecido ya los delirios de algún megalómano cacique local, cosa que tampoco veo muy improbable, ya que se pusieron muy de moda y surgieron al mismo tiempo en casi todas las entidades federativas de esta bendita nación.

En fin, que nuestro ex gobernador, un panzón con plomo en la sangre que responde al nombre de Rubén Ignacio Moreira Valdez, corresponsable junto con su hermano y predecesor -Humberto- de la catástrofe en que está sumido el Estado y que hoy por hoy goza de la inmunidad que brinda el bendito fuero constitucional, ya que por una chingadera de la chiripa se coló como diputado federal en la elección del 2018, acaba de amarrar un segundo periodo legislativo consecutivo por la vía plurinominal.

Así como lo oye, así como lo lee: El PRI nacional lo tiene entre los nombres que encabezan su lista de candidatos de representación proporcional o plurinominales, esto es, que lograrán la diputación independientemente de lo que usted, yo o la mayoría de la gente vote; independientemente de cualquier resultado e independientemente de lo inmoral que esto sea (¡chngdmdr!).

Así que este remedo de político, al que en su gestión se le demostraron un sinfín de desvíos entre gastos publicitarios excesivos, conceptos ambiguos y absurdos y facturación de empresas fantasma pero, sobre todo, el encubrimiento del desfalco perpetrado durante el sexenio anterior, seguirá gozando de otros tres añitos de inmunidad. Y lo mismo su consorte, una tal Carolina Viggiano, actual secretaria general del Revolucionario Institucional, quien también causó severos estragos en la administración pública coahuilense cuando fungió de “primera dama”, cualesquier cosa que ello signifique.

Queridos cuates de provincia, amigos de la CDMX, esa es nuestra perenne historia desde hace más de una década, ver cómo los pillastres que le dieron al Estado en toda su madre, se siguen placeando al margen de la ley y dándose una vida cual no hay dos, intocables por la justicia.

Ahora déjeme explicarle, lector foráneo, que la gestión transexenal de los hermanos Moreira dejó un adeudo financiero en el Estado de alrededor de 32 mil millones de pesos (una cantidad monstruosa sobre todo si el ejercicio de esta suma estuvo muy endeblemente justificado por sendas administraciones); súmele un chingo de millones más en desvíos del ejercicio presupuestal como los antes enunciados (gastos inflados, facturaciones apócrifas); más el saqueo de numerosas dependencias y fondos, como los del sindicato de los maestros (los principales promotores de los Moreira) y reestructuraciones leoninas con los bancos dueños de la deuda pública del Estado, a los que ya se les pagó prácticamente el total de la suma a deber… ¡De puros intereses! 

Todos estos conceptos y montos fabulosos conforman la llamada Megadeuda pública de Coahuila y constituyen la herencia del régimen moreirista, sólo en su parte financiera, porque en lo social dejaron también una estela de crimen, corrupción y muerte de lo que ya casi nadie habla aquí porque **hashtag #Agachones.

La Legislatura local, de mayoría priista por si tenía la duda, rechazó una reciente moción, la enésima para formar una comisión que investigue todos estos desvíos y latrocinios perpetrados desde los tiempos de Humberto Moreira y hasta la actual gestión, la de Miguel Riquelme Solís, pasando por la del referido Rubén Ignacio Moreira.

Así que, además de estar blindado por el fuero constitucional de la diputación, Rubén Ignacio duerme tranquilo porque en su terruño, sus cofrades tricolores harán lo que sea con tal de impedir que alguna vez se lleguen a escudriñar bajo la lupa de la justicia, las finanzas coahuilenses.

Y por eso, el mamarracho del que hablábamos en la pasada entrega, un diputonto priista de nombre Hugo Dávila, que dice que “hay que darle vuelta de una vez por todas a ese tema (el de la Megadeuda) y trabajar de la mano”, merece todo nuestro repudio y que el Niño Dios le mande hemorroides.

Los amigos que no son de Coahuila y que tal vez vienen aquí a ver si comentamos las andanzas del Peje o las patoaventuras y desventuras de la 4T, mucho habrán de disculpar que tenga que regresar de vez en cuando, una y otra y otra vez, a este penoso asunto local, pero es que es algo que arrastraremos como cadena de alma penitente durante varias décadas más y pues, como opinador, no me puedo dar el lujo de dejar de comentar cada vez que los perpetradores de nuestra desgracia  refuerzan su blindaje contra la justicia, tal y como acaba de hacerlo el coautor -junto con su hermano- de la catástrofe coahuilense, esa sabandija tricolor que seguirá refugiada en una curul esperando que pase la tormenta.