Espectadores y/o jugadores
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Espectadores y/o jugadores
Los espectadores, que abarrotan los estadios rusos, vibran intensamente. Su corazón palpita aceleradamente, su garganta se enronquece de tanto gritar. Desde la víspera, durante el partido y posteriormente al silbatazo final, su mente está dominada por el evento. Y es posible que muchos años después todavía anide en sus recuerdos, como la escena en que Pelé brincó entre los defensas italianos, y su cabeza martilló al balón hasta el fondo la red de la portería del Azteca.
Hoy todo México será un espectador centrado en el juego contra Corea. Atento e inmóvil, listo para gritar, sufrir y brincar cuando anote nuestro equipo. Los espectadores ordinarios están pasivamente sentados, viendo las escenas que transcurren ante sus ojos. Pero también hay espectadores activos: irritados, explosivos, críticos, que con sus protestas logran que Trump libere de las cárceles a los hijos de los migrantes para que se reúnan con sus familias. La visión de estas escenas, de niños encarcelados, desató un grito universal de los espectadores que no soportaban tal inhumanidad. No se trataba de un gol sino de un crimen contra la unión familiar, algo más importante que los crímenes de los tratados comerciales, militares y acuíferos.
Dentro de una semana los mexicanos tendremos que escoger entre la alternativa de ser espectadores indiferentes y pasivos, o jugadores indignados frente a los crímenes: el enriquecimiento explicable por la corrupción, los crímenes inhumanos de los abortos, de los secuestros y desapariciones de nuestros compatriotas, del desabasto de medicinas en nuestros hospitales públicos, del abuso y explotación violenta de las mujeres y los niños, del abandono y erosión de la tierra que nos da de comer cada día.
Las campañas políticas del 2018 han movido la conciencia de los mexicanos, de su presente y de su futuro, de lo que hay que empezar a hacer hoy para que las tragedias que presenciamos diariamente disminuyan lo más posible. Los ciudadanos electores no están apoltronados como espectadores de un juego en el que no va el bienestar nacional de por medio. También están a punto de gritar el triunfo de la justicia, de la verdad, del trabajo, de la educación. A medida que se acerca la fecha de las elecciones, su mente y su corazón se acelera porque ya no son espectadores, son electores: su voluntad, sus valores, su inteligencia crítica que discrimina las fantasías y promesas meramente electoreras, de las factibles, realizables a mediano plazo. Son mentes críticas que en estas campañas aplican el principio de “dime con quién andas y te diré quién eres”, para analizar a los candidatos y su equipo. Las estadísticas infladas, los memes repletos de calumnias y afirmaciones falsas les generan una sospecha, no un convencimiento. Son electores que no están en las tribunas sino que han estado en los hospitales, en las escuelas, en las calles y en la ciudad. Andan en el campo de juego corriendo, sudando, luchando por el pan cotidiano y sufriendo las múltiples injusticias, que no son penalizadas con tarjetas rojas de cárcel, son testigos de las infamias que han sufrido algunos de sus allegados.
Mañana estaremos en las graderías, pero en una semana estaremos en el campo de juego y vamos a elegir no a una persona sino a un equipo que sea honrado, inteligente para saber hacer el bienestar social y con valores que desde hace décadas los han distinguido por su compromiso con la democracia.