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Español secuestrado por Al Qaeda en Siria narra su cautiverio
Un año después de su liberación, tras pasar diez meses secuestrado por la rama de Al Qaeda en Siria, el periodista español Antonio Pampliega publica el relato de su cautiverio en el libro "En la oscuridad”.
El volúmen, que sale a la venta hoy (Península), es un recorrido en primera persona por estos casi 300 días de encierro desde que su contacto en Siria les traicionó, en julio de 2015, hasta que el 8 de mayo de 2016 pudieron volver a abrazar a sus familias.
"Cuando estás ahí no sabes exactamente a lo que te vas a enfrentar. Piensas que te van a vender o a decapitar, y te lo hacen pensar hasta el final, cuando entran vestidos de yihadistas con el logotipo del Estado Islámico en el verdugo (pasamontañas)", explica Pampliega (Madrid, 1982) en entrevista con dpa.
Pampliega, que ha desarrollado su carrera cubriendo diversos conflictos como periodista freelance -entre otros medios para dpa-, regresaba por duodécima vez a Siria. Tras cruzar la frontera desde Turquía y superar el peligroso viaje a Alepo, él y sus compañeros son capturados por seis hombres armados.
Tres meses después, al reportero lo aislan de sus dos compañeros -José Manuel López y Ángel Sastre- en una celda aparte, donde recibe un trato mucho más duro, según relata. Sus captores lo toman por espía del Gobierno. "Lo pensaron hasta el final", afirma. Con todo, ni el maltrato físico ni el hambre -perdió más de 35 kilos- fueron lo peor, recuerda.
"Lo peor era estar solo. Te meten en una habitación con todos tus miedos, tus fantasmas, la incertidumbre. Te encierran y ahí te las apañes", señala. Sin embargo, aunque vivió momentos de total desesperación y llegó a intentar quitarse la vida, espera que al leer "En la oscuridad" la gente se quede con un mensaje de superación, de que "de todo se sale”.
Cinco meses después de regresar, Pampliega volvió a embarcarse en un avión, esta vez rumbo a Irak. "Por ahora no voy a volver a Oriente Medio, he perdido la empatía", dice este periodista, de 35 años, sobre un conflicto al que augura muy mal futuro. Pero tiene claro que quiere seguir sobre el terreno, aunque ahora no arriesgue tanto.
"Por desgracia te tiene que pasar esto para darte cuenta de que no somos inmortales y de que ningún reportaje merece la pena tu vida, por muy bueno que sea", afirma. "Yo no salvo vidas, sólo cuento historias. Si me dejan".
"Ningún reportaje merece la pena dar tu vida”
A mediados de julio de 2015, tres periodistas españoles son secuestrados en Alepo por la rama de Al Qaeda en Siria. Quien se lleva la peor parte es Antonio Pampliega, al que sus captores toman por espía y lo aislan en una celda, según relata ahora el propio reportero. Completamente solo, comienza a escribir un diario en forma de cartas a su hermana.
"En la oscuridad" (Península), que hoy sale a la venta, es el relato de los casi 300 días de cautiverio de Pampliega, diez meses totalmente aislado y con la angustia de que cada día podía ser el último. Tras su regreso a España, el 8 de mayo de 2016, este reportero "freelance" curtido en zonas de conflicto decidió apartarse del foco público.
"Me pasé los primeros tres días en el hospital después de un ataque de epilepsia en mi casa. No era el momento de exponerse", explica Pampliega, de 35 años, recordando que hubo medios que le llegaron a ofrecer mucho dinero por contar su historia. Prefirió no hacerlo y que el libro saliera un año después, cuando todo estuviera más digerido y reflexionado. Y con él, espera cerrar una etapa: "El secuestro es hasta aquí”.
dpa: Ha pasado un año desde que regresó por fin a casa. ¿Cómo recuerda el día de su liberación?
Pampliega: "Cuando estás ahí no sabes exactamente a lo que te vas a enfrentar. Piensas que te van a vender o a decapitar, y te lo hacen pensar hasta el final, cuando entran vestidos de yihadistas con el logotipo del Estado Islámico en el verdugo (pasamontañas). Él sabía que yo sabía, porque me miraba fijamente y el "hijoputa" se rió. Y piensas: "Bueno, se acabó. Por lo menos, dejo de sufrir". Y en no poder despedirte...
dpa: Sin embargo, sí sabía que sus captores no eran del autodenominado Estado Islámico (EI), lo que probablemente habría sido mucho peor...
Pampliega: Yo sabía quiénes no eran porque no iban de naranja y porque sabía que no estaba en Al Raqqa (el bastión del EI en Siria). Escuchaba muchísimos camiones entrando y saliendo, así que tenía que ser la frontera con Turquía. Y si seguíamos en Idlib, estábamos en territorio de Al Qaeda, a no ser que en ese tiempo hubiera habido algún tipo de cambio.
dpa: Relata que su contacto local les traicionó. ¿Cuándo se dio cuenta?
Pampliega: No lo conocía personalmente, pero teníamos amigos en común y estuve trabajando con él durante un año. De hecho, hice una campaña para recoger juguetes y material escolar para su ONG, no es que me lo encontrara un día en un foro. Nos prometió escolta, que íbamos a estar en todo momento resguardados. Si no, yo no me meto a Siria. Pero cuando estás dentro y te das cuenta de que no hay escolta ni nada de lo que nos ha prometido te dices: ¿Y ahora qué?
El secuestro no lo ves venir hasta que ocurre: el conductor toma un camino que no tiene que tomar para ir a la ciudad vieja, ves la furgoneta, salen los hombres armados, nuestro contacto se cae al suelo... Cuando el amigo se lleva el pulgar al cuello haciendo como que nos degollan y se empieza a reír. Y nuestro contacto callado, sin decir una palabra. Si él no hubiera estado implicado, Al Qaeda nunca lo habría dejado libre, lo habría ejecutado porque no iba a sacar nada. Lo sorprendente es que ahora me ha escrito para decirme que tiene muy buenas historias. Sigue diciendo que no tiene nada que ver y que también es una víctima.
dpa: ¿Cómo fue el trato de sus captores?
Pampliega: Al principio todo muy chapucero (torpe). Uno de mis compañeros decía: "Estos no han visto un secuestro ni por televisión". Dibujé un ajedrez y al día siguiente me trajeron uno. Mis amigos les pedían café instantáneo y nos lo traían. Hasta que te separan y ves a 20 tipos armados hasta los dientes con Kalashnikov y lanzagranadas. El atuendo, la forma de machacarte, las cámaras de seguridad... Esos ya sí eran profesionales.
dpa: ¿Por qué a los tres meses a usted deciden aislarlo?
Pampliega: Intercede un ex militar español al que yo hice una entrevista. Él había estado dando instrucción militar a los rebeldes sirios en Bab al Hawa. Contactó con ellos y llegó a nosotros. Se dirigió a mí porque era el que conocía y me mandó una carta escrita por él con su acreditación del Ministerio de Defensa. Así que pensaron que no era periodista, que o bien trabajaba para el Gobierno, o era un traficante de armas, un mercenario o era un espía. Por eso el marrón (problema) me lo como yo. Si no, habría sido un secuestro un poco más plácido.
dpa: ¿Qué fue lo más duro de estos casi 300 días?
Pampliega: Lo peor del secuestro era estar solo. Te meten en una habitación con todos tus miedos, tus fantasmas, la incertidumbre. Te encierran y ahí te apañes. Ni siquiera el maltrato físico o el hambre son peores. Sólo me quedaba escribir, y luego dejé de hacerlo porque me decían que me iban a quitar los cuadernos. Y en ese momento sí que hay un bajón en mí, no hago nada. Además, sabía perfectamente el día, y eso es muy malo, porque sabes las fechas puntuales: Navidad, tu cumpleaños, el de tu madre…
dpa: Y sin embargo, a los pocos meses de ser liberado vuelve al trabajo. ¿No se planteó dejarlo?
Pampliega: Tardé cinco meses, que fue lo que le dije a mi madre cuando nos abrazamos en Torrejón (Madrid). El primer viaje, Irak, era para probarme. Vas para allá, otra vez sobre el terreno... Y me dí cuenta de que es lo que quiero hacer, y sigo pensando lo mismo. De hecho, pasé mi primera Navidad liberado trabajando desde allí. El riesgo es menor, pero sí, te pueden matar... Todos tenemos un día, da igual donde te escondas, porque te van a encontrar.
dpa: Pero algo le habrá cambiado...
Pampliega: Ahora no arriesgo tanto. Antes era un "yonqui" (adicto) del frontline (primera línea) y ahora no. Si voy, voy; si no, no pasa nada. En Irak en 2014 me planté en el suelo delante de los peshmerga (combatientes kurdos) y les dije que no me movía hasta que me llevaran. Y fui, me llevaron por pesado. Ahora, profesionalmente mido muchísimo más las cosas. Por desgracia te tiene que pasar esto para darte cuenta de que no somos inmortales y de que ningún reportaje merece la pena tu vida, por muy bueno que sea. Yo no salvo vidas, cuento historias, si me dejas.