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                                                                                      Issa al cielo que habita en tus ojos


La clase de cosmografía del profesor Barrera en la Normal Superior, sucedía en la primera hora de la noche, situación que provocaba el apuro de que en 20 minutos, debía trasladarme de la Facultad de Jurisprudencia a la Alameda, a como pudiera. El esfuerzo valía la pena, ya que la temática además de interesante, resultaba envolvente por parte del expositor quien narraba los secretos del cosmos a través de un antiguo libro ruso, al cual podíamos acceder sólo por copias fotostáticas.

La proclividad del ser humano de voltear al cielo en busca de algunas respuestas pendientes, ha llevado a la civilización a recorrer una pequeñísima distancia del cosmos, aquél que de un soplo fue creado, a fin de encontrar secretos, maneras y lugares tal vez similares a su existencia.

De la capacidad imaginativa de Verne a la sonda Pathfinder transcurrió un poco más de un siglo, sin embargo el cohete apuntó a Marte y no a Venus.

La carrera por llegar al menos a la luna, surgió en un momento político de rivalidad entre dos potencias enfrascadas en la mitad del siglo XX y Laika refirió el ejemplo de que un ser vivo podía subsistir en el espacio en un viaje dirigido, sin embargo la carrera la ganaron los norteamericanos.

Explorar el espacio de manera limitada implica una inversión considerable o inimaginable para algunos países, sólo como ejemplo: el presupuesto final de la NASA para el año fiscal 2014 fue de 17 mil 647 millones de dólares.

En ese entorno económico resulta impensable que nuestra nación sea capaz de intentar ingresar al número de naciones que apunten al espacio, de ahí que los esfuerzos se reduzcan a lo que la persona y no su nación, pueda hacer para convertir el sueño en realidad.

Hace 30 años, un guerrerense logró la hazaña de ser el primer astronauta mexicano. 

Rodolfo Neri Vela, participó como especialista en la Misión STS-61-B del Transbordador Espacial Atlantis 1, llevando a cabo una serie de experimentos diseñados por científicos mexicanos.

La misión despegó la noche del 26 de noviembre de 1985 desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, y regresó a tierra en la Base Edwards de la Fuerza Aérea Estadounidense en California el 3 de diciembre del mismo año. El objetivo principal era poner en órbita tres satélites de comunicación, entre ellos el Morelos II.

El tránsito que recorrió entre la convocatoria a participar en el programa, hasta su retorno a la tierra refiere el paso de las etapas rosa a negra en un santiamén.

El orgullo pasó del ser humano a la nación y tal vez en el intento, ni el protagonista, ni el Estado mexicano, encontraron su verdadera valía y significado.

Una vez en tierra y después del homenaje vino el olvido. 

La fama, que en estos tiempos dura una semana, tradujo el sentido de la recompensa paupérrima de nuestro himno: “un laurel para ti de victoria, un sepulcro para ellos de honor”. 

Su versión emite ciertos matices: “Me encontré con muchas envidias, comenzando por varios de los finalistas que se quedaron en la recta final del concurso, que querían ir a la NASA, al espacio, obviamente fue una gran oportunidad y muchos no quedaron conformes con el resultado. Así es la condición humana”, refiere sobre el inicio del programa.

Luego sigue contando: “A partir de mi regreso a México me di cuenta que no todo iba a ser color de rosa”, cuando escribí mi primer  libro sobre satélites, siendo yo el único astronauta y el único profesor universitario que había escrito sobre satélites, me lo rechazaron en el Fondo de Cultura Económica (FCE). Ahí no terminó la ingratitud de ciertos grupos, que por un lado decían que mi entrenamiento había sido muy corto, que yo no era astronauta, que los experimentos mexicanos eran muy sencillos, que todo estaba mal hecho.

Recuerdo la antigua conseja del tambo de cangrejos mexicanos, que no requiere de tapa, porque desde adentro se estiran, para impedir escalar.

En fin, la hazaña de Neri, es sólo un suceso, hoy de menor importancia a las graves y complejas trivialidades que enfrenta el Gobierno mexicano, por lo que su condena refiere olvido.

Sin embargo me hizo referenciar una de mis materias favoritas, que tiempo después encontró un cómplice en mi mujer.

Algo tiene de secreto la bóveda estelar, que hace a Issa, contemplar su espacio y después de ello, darme cuenta que en su mirada habita una mezcla de quietud y cielo.

A veces buscando a  la luna, en otras ocasiones esa estrella en que le comentó su padre que pernoctaría a su partida de este mundo.  

Pensar en las graves distancias del universo, nuestra pequeñez y la grandeza de la divinidad, porque sólo un dios pudo crear esa maravilla.

Refiero a Borges el cierto y nuestro cruel destino de incertidumbre, en su poema “Ajedrez”: “Dios mueve al jugador y éste a la pieza. / ¿Que Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?”.