Ese otro mundo, dentro del hospital

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Ese otro mundo, dentro del hospital

Ventea el aire, como suele decirse coloquialmente. Fuera del hospital hay instalada una carpa que alerta con esta leyenda: “Triage”.

“¿Qué significa Triage?”, pregunta una joven a la compañera al intentar ingresar por Urgencias. “En esa carpa van a determinar si una persona tiene COVID. Ahí se le examina y, si es necesario, entra de inmediato”, contesta la amiga.

Continúan su camino, pero son detenidas por un guardia. Se imaginan que se trata, como ocurre en centros comerciales, bancos y demás establecimientos, de tomarles la temperatura y aplicarse gel. Pero no es tan sólo eso: se está “sanitizando el área”.

Durará 20 minutos, o quizá más.

Es nada, frente al calvario que sufren los que pasando por el Triage han de ingresar a Urgencias y para ser llevados a inmediata atención. Serán instalados en una habitación y en ella atendidos por enfermeras y doctores que día a día les administrarán medicamentos y les dotarán de oxígeno necesario para poder respirar.

Han ingresado al área de COVID. La debilidad que experimentan es intensa; la han padecido desde casa y ahora, encerrados en las cuatro paredes del hospital, ven el ir y venir de las enfermeras. Son conscientes de cada instante en que son medicados, en que son canalizados, en que aquello se vuelve una dolorosa e interminable jornada.

Óscar Dávila, mi primo, fue registrando día a día, en medio de la bruma, el dramático paso por el hospital. Cómo las enfermeras se preocupaban tanto por su salud como por su estado de ánimo. Una de ellas, de nombre Marcela, de rostro identificado, de nombre identificado, hizo todo cuanto estaba a su alcance para hacerle sentir bien cuando más mal se sentía él.

Mientras los ruidos de fuera le anuncian y le hacen imaginar cómo van las cosas en las demás habitaciones, él también lucha contra el virus: montones de medicamentos; la desesperación en cada respiración. Piensa en su madre y hermano, su esposa, sus hijos, sus amigos, tan al pendiente de él como de los suyos.

Es otro mundo, que no nos imaginamos al hacer vida en la calle, al entrar a lugares públicos sin cubrebocas, cuando no preocupa tomar medidas de protección por los demás. Es ese el otro mundo, doloroso, que está ahí, mientras escribo estas líneas y alguien más pueda leerlas.

A la incertidumbre y el dolor se agrega el tema económico. ¿Cómo hacer cuando la cultura no invita a proteger mediante seguros médicos? Hay un dato revelador que describe Óscar: “Sólo un 25 por ciento de mexicanos entre 18 y 70 años poseen una cobertura de seguros”. ¿Debemos hacer un cambio? Sí. Es necesario transformar la mentalidad y que sea el inicio de una época en la que entendamos la importancia de cuidar a través del aseguramiento.

Con la autorización de Óscar, cierro este artículo ilustrando con sus palabras lo importante de cambiar de mentalidad.

“En estos días vi mi vida irse lentamente y no sabía cómo hacer para mejorar. 52 años sin pisar un hospital. Sólo sentía que iba estando de mal en peor.

“Me di cuenta que la intervención oportuna de un médico hace la gran diferencia. La gente se está muriendo porque no tiene cómo hacerse de un aparato para medir su oxígeno. Nadie le dice. Le tiene miedo a acudir al doctor, no hay dinero en las carteras. O comen o pagan transporte o simplemente se mueren. La salud pública provoca más del 100 por ciento de defunciones que una institución privada. Aun así, con muchas carencias. El esfuerzo de tanto personal médico que se la pasa 7 u 8 horas en sus trajes herméticos sin poder ir al baño ni ir a comer. Hasta el final del turno. Para llegar molidos a sus casas y que tal vez ni un abrazo poder dar a su familia con el miedo de contagiarse”.

Agradece con el corazón los cuidados e invita a la motivación, a la necesidad del aseguramiento: “Seguros básicos que eviten que la gente no se aguante hasta que ya es tarde”. A eso se ha dedicado y comprueba que resulta primordial en la cultura familiar.

Debemos establecer fortalezas y cuidar la salud y el patrimonio, que se puede ir entero si no se está preparado.

Hagamos conciencia.