Ese equipo de educadores y educados

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Ese equipo de educadores y educados

Un acontecimiento seriamente histórico se acaba de conmemorar en Saltillo: los 150 años de la fundación del Ateneo Fuente, una institución cuyos frutos centenarios se admiran y se enumeran en el presente, pero que en su inicio se reducían a sueños y proyectos imposibles de predecir. Solamente algunos leales visionarios de la importancia de la educación anticipaban la ambición de estudiar que existe en la juventud de todos los siglos y el cauce y estímulo que iba a significar una institución organizada y comprometida con la educación.

Y así fueron construyendo la historia el Ateneo los personajes: maestros y alumnos que le dieron prioridad a la educación, a cultivar con admiración la ciencia, el arte, la cultura, las humanidades y el carácter, sobre el dinero, la política, la tecnología y el comercio. La visión educativa irrenunciable tuvo tal fuera y valor que no sólo no se extinguió, sino que acumuló e integró la sabiduría de los maestros que aportaron su experiencia profesional y laboral para desarrollar a lo  largo de las décadas su propia metodología que elevó al Ateneo a estándares tan altos de excelencia académica.

La aceptación automática en las universidades del País no fue una dádiva, era el reconocimiento al valor educativo y al carácter ambicioso de sus alumnos que la institución forjaba. Cada alumno que ingresaba al Ateneo ya tenía el propósito de llegar a ser un profesionista destacado en su ramo. Y así lo fueron por décadas y por docenas.

Los doctores Santiago Valdés Galindo, Gustavo Cárdenas Valdés (mi padre). Gonzalo Valdés y el químico Marcelo Valdés, egresaron hace un siglo, estudiaron en la UNAM y regresaron a ejercer su servicio profesional de manera experta y social. Como ellos, son innumerables los profesionistas expertos egresados del Ateneo que curaron las enfermedades, defendieron la Ley, construyeron carreteras y edificios. 

Fueron los responsables de las necesidades de la comunidad. No fue casualidad, fue fruto de la consistencia en la cultura y metodología del Ateneo.

¿Dónde está esa excelencia del Ateneo de hoy? Es una pregunta que se hacen todos los que vivieron la excelencia académica (no sólo la deportiva que forjó el carácter) y que hoy ven al Ateneo como una de tantas prepas, sin lustre, sin pasión, sin ambición académica y que solamente es celebrada porque cumple un sesquicentenario.

El Ateneo no puede vivir solamente de glorias (y esfuerzos y visiones) pasadas, pero puede sacar de ellas las variables que fueron y son significativas para la excelencia académica. La primera es que sí es posible lograr excelencia académica. La segunda es que el valor de la educación no se debe supeditar a la política ni a las ocurrencias o intereses de la sociedad. La tercera es que la mística de transmitir la sabiduría profesional con rigor científico, es insustituible para la excelencia académica, aún en “la prepa”. La cuarta, que cuando un maestro mantiene estas variables en su ejercicio profesional, contagia el carácter del alumno y lo transforma en “ese equipo de doctores, ingenieros, abogados, bachilleres afamados… un equipo sin igual y la mayor riqueza de una sociedad intoxicada de tanta politiquería y tanta codicia.