‘Ese equipo de doctores, ingenieros…’

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‘Ese equipo de doctores, ingenieros…’

"Te habló Luis Moya” —me dijo mi esposa— “¿Desde Los Angeles?—le pregunté-

“No sé… que te invita a una comida el miércoles… y que no faltes”. Y claro: no falté.

Fue una reunión de los “Daneses”, el equipo de futbol americano del Ateneo Fuente de fines de los cincuenta ¡del siglo pasado!... ¡a cincuenta y seis años de distancia ellos eran la joya de los “oldies”!. Eran 40 alegres septuagenarios que presumían su sonrisa y su alegría no solo de estar ahí, sino de estar en esa añeja compañía con la misma amistad, con los mismos sentimientos y vínculos  juveniles.

El motivo de la reunión que inventaron Luis Moya y Reynaldo de León fué recordar al “44” del equipo, mi hermano Roberto Cárdenas, cuyo encargo durante el juego era correr con el balón hasta las diagonales. Un encargo que si se saca de su contexto es no solo trivial e intrascendente sino injustificado para convocar una reunión 55 años después. Sin embargo, había una justificación invisible.

Como sucede en las verdaderas cosas de la vida el significado es mucho mas importante que la trivialidad del signo. Y el contexto humano, escondido entre las circunstancias simples y cotidianas, es lo que le da valor al hacer y al luchar y al convivir. Es la vieja frase de Pascal que iluminó a la inteligencia hace siglos: “Hay razones del corazón que la razón desconoce”… la miopía de la razón no descubre los significados importantes. Su ceguera y su discurso le impide disfrutar la sencillez de la existencia.

El corazón juvenil de estos “septuagenarios daneses” leyó el trascendente significado de la sencilla comunión del arroz y el cortadillo. Revivieron el significado de haber pertenecido a un equipo que marcó su carácter. Un “equipo” que según Juan Lobato (haciendo eco a Lombardi) “no tenía otra opción que el triunfo”. Vivieron y colaboraron con los que habían hecho del ideal de “ser los  mejores” una convicción y una disciplina. Un ideal tan solidario que los determinaba a  no fallarle a los que traían sus colores y les daba la seguridad que los que estaban sudando a un lado tenían la misma convicción. En esta comida compartieronel significado de sus proezas y derrotas, la superación de sus temores y el placer inigualable de sus victorias. 

Su corazón también les permitió descubrir la tierra fértil que nutría y se apasionaba de su vitalidad juvenil que vivía los ideales de amistad sincera, de ser personas  en búsqueda de logros y victorias. Esa tierra era una sociedad que valoraba la honorabilidad familiar, el estudio y el progreso académico, el concepto de caballero y dama, el respeto a los mayores y a las  instituciones. Esos padres y maestros contextuales eran un modelo del esfuerzo de ser, crecer y triunfar que encarnaban los “Daneses del Ateneo”.

Al salir de esa reunión entendí que lo trivial del arroz y el cortadillo escondía una historia de amistad trascendente, una comunidad solidaria de ideales y disciplina… Desde el cielo Roberto está gritándoles: “Ese equipo de doctores, ingenieros, abogados…”