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Escuela Miguel López, donde resuena la historia
Han pasado 100 años y la Escuela Miguel López sigue siendo parte importante de la historia de la educación en Saltillo.
Durante un centenario, esta escuela, que ha visto transformarse los barrios que la rodean y con ellos a la ciudad, ha forjado a cientos de personajes ilustres y germinado miles de ideas en los alumnos que pasan por sus aulas.
Con algunas canas y recuerdos bien firmes, los exalumnos de la Escuela Miguel López siguen describiendo a la etapa de la primaria, como una de las experiencias más satisfactorias y que dejó el mayor aprendizaje en su vida.
Recuerdan cómo Saltillo era una ciudad pequeña donde todos los habitantes parecían ser cercanos, y donde los niños de los barrios que rodean a la Miguel López, jugaban a “los encantados” después de salir de clases; o a la hora del recreo.
INICIÓ COMO UNA CONJUNCIÓN
La escuela nació de la clausura de otras cuatro estancias educativas que estaban instaladas en los alrededores en la Zona Centro por el año de 1915. El alza en la renta de los inmuebles que pedían 50 pesos al mes, y la insostenibilidad de las cuatro escuelas hizo que se corriera el rumor entre los padres de familia, de que muy pronto se cerrarían las aulas.
Las escuelas Gabino Barreda, Luis A. Beauregard, Bertha Müller y Miguel López, se unieron bajo este último nombre, y por fin en 1920, se convirtió en una sola, para ser uno de los edificios más codiciados de la rama educativa a nivel local.
Cien años después, las memorias siguen plasmadas en las escaleras, en el piano, y en la vieja escultura patriótica de un águila devorando a una serpiente encima de un nopal.
Llenos de memorias reviven su etapa más feliz en la Miguel López
Alicia Torres, de 74 años es una de las ex alumnas que más recuerda el tiempo del salón de actos, que se encontraba muy cerca del piano que tiene toda una vida instalado en el mismo lugar donde se avista al fondo la Catedral de Santiago.
“Era muy bonito. Jugábamos a la rueda de San Miguel, a Los Enanos, a Las Escondidas, a La Cuerda. Las maestras eran muy estrictas y los alumnos hacíamos caso. Recuerdo que a los muchachos les estiraban las patillas cuando no hacían caso”, dice.
María del Rosario Valdés, junto con Hilda Rodríguez, y Graciela Maldonado ambas egresadas en los años del 69, el 50, y el 81, compartieron durante la última reunión una taza de café, y unas galletas de mantequilla mientras platicaban sus experiencias.
Pareciera ayer cuando María del Rosario disfrutaba la lluvia que caía sobre las calles y daban un olor a tierra mojada durante las mañanas, cuando iba a la escuela después de atravesar unas cuantas calles del centro de Saltillo.
Defender el honor
Después de pelearse con los niños de la Anexa porque “la Miguel López da topes”, recuerdan cuando iban en camiones a pasar un día de campo en los interiores de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro a comerse un ‘’lonche’’.
CANTAR, SU MEJOR RECUERDO
Dice que uno de sus recuerdos más preciados, eran las clases de canto que impartían los maestros de música, cuando rodeaban al gran piano de cola que se tiene cerca de la entrada principal, y también recuerda las historias que le contaban acerca de que hacia abajo se podía acceder a uno de los famosos túneles de la catedral, aunque sus teorías, y las de sus compañeros, nunca lograron ser destapadas.
Graciela, o Grace, como le conoce sus cercanos, recuerda que era un soldado el protagonista de las historias de terror que se narraban en aquél entonces. Todos recuerdan muy bien cuando Saltillo era una ciudad muy segura: “ahora ponemos los candados en nuestras casas y como quiera se meten”, dice.
Lo cierto, es que la escuela parecía cobrar vida después de las seis de la tarde, cuando sonaba el último timbre del día.
“Una vez vine con unos amiguitos. Todos vivíamos muy cerca de la escuela y cuando salieron los del turno vespertino vine a ver, pero ya habían salido. Yo estaba muy asustada porque decían que después de las seis de la tarde se aparecía un soldado que recorría toda la escuela”, dice.
RECUERDOS DE TIEMPOS IDOS
Dora Elia Martínez e Hilda Beatriz Coss coincidieron en una de las mesas que se instalaron en la reunión, y mientras aprovecharon para intercambiarse los números telefónicos, recordaban los tiempos en que los concursos de aplicación se premiaban con mandar a la radio.
“En la radio nos hacían preguntas y competíamos con otras escuelas y el que sacara el primer lugar. Olvídate, antes de que fuéramos era estar leyendo todo el cuaderno. Al final tenías que decir ‘¡Toficos, Toficos! ¡Uy, qué ricos!’ porque lo patrocinaba esa marca’’, dice entre risas Hilda Beatriz, de más de 60 años que salió de la escuela.
Dos de las hermanas de Hilda Beatriz; Eva y Clarissa, acudieron a una de las ceremonias de celebración del Plan de Guadalupe, y mientras caminaban cerca de las 05:30 horas, vieron salir a una anciana de la Iglesia la Luz —que se ubica a un costado de la escuela—, a quien le preguntaron por los maestros que las acompañarían. Sin embargo, la pregunta nunca fue respondida, pues aunque parezca increíble, las dos hermanas todavía recuerdan como de pronto la anciana desapareció
“Esa es la misma viejita que dicen que se aparece aquí en la escuela”, dice Hilda Beatriz.
En una frase, la señora Hilda Beatriz describe en una frase que compartió en la reunión.
“Es un faro que nos iluminó durante nuestra niñez y sigue radiando luz”, dice.
CON VÍVIDAS IMÁGENES, EXPLICA UNA VIDA
Alicia Torres es una entusiasta de la vida académica en la Miguel López, recuerda historias y comparte sentimientos, que sus excompañeros ratifican y aplauden.
Anécdotas que avivan una llama
La reunión que tuvieron los exalumnos en días pasados, llenaron de vida esta inmueble histórico y lleno de historias risueñas.
RECUENTO HISTÓRICO DE UN MODELO
La organizadora de la sociedad de ex alumnos, Charys Melo, egresó de la primaria en el 80, cuando los niños ya jugaban con las muñecas y la matatena.
“Recuerdo que yo me juntaba con los más traviesos. A veces nos copiábamos en los exámenes”, dice.
Para ella, la experiencia que dejó la Miguel López, la dejó marcada para toda la vida, pues los mismos amigos que hizo en sus aulas, siguen siéndolo hasta hoy con quienes tiene una relación muy estrecha, con quienes además ahora integra el comité de ex alumnos de la Miguel López; la escuela que les recuerda a la inocencia y a la travesura natural de la vida.
CELEBRACIÓN
Desde hace seis meses, los exalumnos de diversas generaciones que pasaron por la Miguel López se han dado cita a las reuniones mensuales para acordar todo el contenido de los festejos de este primer centenario este martes 19.
UN POCO DE HISTORIA
Pero, ¿cómo fue la historia de la Miguel López? ¿Cuáles son los datos más relevantes?
El terreno donde se ubica la escuela, fue inicialmente un lugar mejor conocido como La Plazuela de Los Rodríguez, a dónde acudían los carruajes y servía como un lugar para establecer negocios como el cabrón.
Fue un 10 de diciembre de 1915 cuando fue colocada la primera piedra del edificio que hoy conocemos, en una ceremonia oficiada por el primer jefe constitucionalista don Venustiano Carranza, quien firmó el acuerdo de la construcción con la misma pluma con que se firmó el Plan de Guadalupe años atrás.
Para Carranza, la idea de que la escuela debía permanecer bajo el nombre del potosino Miguel López, no fue espontánea. El maestro había sido para él la importante razón que ayudó a las ideas de la revolución en la que participó en 1910, pues cursando la primaria, fue quien infundió en él el hambre de justicia que nunca soltaría hasta el día de su muerte. Además, fue López Ávila, autor de libros de aritmética, geometría, gramática y retórica.
En 1917 las cuatro escuelas que estaban a punto de ser desplazadas comenzaron a compartir las aulas del recinto. Sin embargo, no es hasta 1920 que la escuela inició dando clases bajo el nombre por el cual la conocemos hoy en día.
También hubo fricciones políticas, y apropiaciones. En 1923, la escuela había sido removida del edificio para que fuera instalado el Poder Legislativo, y el Gobierno Interino Independiente de Candor Guajardo, el cual entró a causa de que una de las facciones políticas desconoció al entonces gobernador Arnulfo González, provocando las represalias del 11 de febrero del mismo año, cuando la legislación sufrió un ataque armado que los obligó a desalojar del edificio. El ataque dejó un muerto y más de una decena de heridos. Esta etapa se llamó ‘’Caso Coahuila’’.
ESTILO
La calle Nicolás Bravo terminaba en su primer tramo en la puerta principal de la escuela, que realza un estilo francés y ha sufrido muy pocas alteraciones.
Por lo menos, así la recuerdan los alumnos que egresaron por allá del año 55, aunque sí han sugerido que los cambios que se aplicaron por dentro fueron tardíos.
EL DATO
Para 1928, la escuela ya había regresado a su plantel original ubicado en las calles de Hidalgo, Corona y E. Guillén, pero las clases fueron nuevamente interrumpidas por una suspensión de labores en el área docente por un adeudo de sueldos, que duró más de 10 días.