Escritores y lectores
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Escritores y lectores
La Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, es la más importante del mundo de habla hispana, cosa no despreciable. Este año exhiben libros de varios miles de editoriales grandes y pequeñas de muchos países. Se ha demostrado que existe un mundo de pequeñas casas editoras que en vez de peligrar frente a las gigantes han creado su propio mercado. Es evidente que no tratan de competir en ventas sino de ofrecer libros que no necesariamente requieren de tirajes enormes. Esa información la escuché (por televisión) a mexicanos, chilenos y españoles. Una editorial pequeña se esfuerza por aventurarse con escritores noveles arriesgando su dinero pero haciendo algo normal en épocas pasadas. Dostoievski publicaba en periódicos, lo mismo Mijail Bulgakov (este médico divulgó maravillosos cuentos en revistas pueblerinas de las estepas rusas en que visitaba enfermos), Borges publicó reseñas muy inteligentes en “El Diario del Hogar”. Él mismo declaró en Estados Unidos (como sarcasmo) que uno de sus libros había alcanzado a vender la colosal suma de 37 ejemplares en un año.
Uno de los literatos premiados en la FIL, Javier Marías, dijo que las grandes influencias que tuvo en su vida de escritor fueron: Cervantes, Shakespeare, Kafka y Borges. Otro español invitado, Antonio Muñoz Molina, en su discurso en la Cátedra Córtazar, explicó amplia y generosamente cómo batalló durante años concibiendo su primera novela y las veces que la abandonó y los años que tuvo sus borradores en un cajón… hasta que un día, de manera casual, le platicó a una amiga el argumento y ésta quedó encantada y lo presionó a terminarla. Terminada todavía dudó si realmente debía presentarla a un editor porque le parecía mala. Recordó que Miguel de Cervantes empezó a escribir un texto del que pensaba sería breve y que resultó la primera novela, Don Quijote, sin saber que inauguraba ese género literario. Mencionó las primeras frases de grandes obras. Leyó unas frases de los “Hechos de los Apóstoles” como ejemplo de lo que es una buena trama literaria.
Poco a poco se va dejando en el pasado la hiriente estadística que decía que los mexicanos leíamos menos de un libro por cabeza al año. Ahora se nos sitúa en el límite de tres, cosa que no es despreciable. Pero el mexicano sigue siendo muy dependiente de la televisión y los periódicos; en menor medida de los libros. La diferencia estriba en que la televisión entrega la información masticada y casi digerida y no deja al televidente el tiempo para pensar por su cuenta. El periódico entrega, por definición, lo efímero y al día siguiente hará lo mismo. Su materia prima es lo que va sucediendo. En cambio un libro toma al lector como sujeto del proceso: puede detenerse a pensar, releer un párrafo, hacer una nota, doblar la hoja, subrayar o, aun, pelear con el autor, tirarlo a la basura, meditar o fantasear (el ensueño, según Luis Buñuel, es uno de los procesos mentales más creativos).
Juan Domingo Argüelles ha publicado varios libros sobre lectores y lecturas. En uno presentó una encuesta hecha a las que considera mejores escritoras. Les preguntó cuáles libros y autores eran los que las influyeron. Aparecen muchos autores, unos se repiten y pocos son diferentes. Lo que asomó como raro es que grandes autores no fueran nombrados más que por una o dos de ellas y otros ni siquiera una vez, como es el caso del gran poeta y Premio Nobel Pablo Neruda. Así son las cosas. ¡La gloria pasa!, decían los latinos (sic transit gloria mundi).
En la recién pasada Feria del Libro de Monterrey me llevé un desengaño. El primer día presentó Javier Garciadiego, presidente del Colegio de México e intelectual de alto nivel, su antología de Alfonso Reyes. El evento lo promovía el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. Reyes es el orgullo regiomontano… Pero en el evento estábamos 33 personas. ¡En una ciudad de cinco millones!, y añado que de los 33, seis éramos de Saltillo. Es la feria del libro más mala que me ha tocado. ¿Tendrá algo qué ver el hecho de que Rodrigo Medina y su papá saltillense dejaron a Nuevo León encuerado? Nadie podría asegurar que no.