Escritores de cosas (y cosas de escritores)

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Escritores de cosas (y cosas de escritores)

Es sabroso escribir acerca de escritores. Del relato de la vida de algunos he sacado cosas de interés.

- Federico Gamboa y Artemio de Valle Arizpe decían ser “padrotes literarios”, pues aquél vivía de los ingresos que le daba su famosísima novela “Santa”, y el escritor saltillense obtuvo magníficos ingresos por las regalías de su libro “La Güera Rodríguez”. Ambas mujeres fueron cortesanas, Santa en lupanares de barriada, la Güera en palacios y casas de gran lujo.

- El mismo don Federico Gamboa fue siempre, según sus propias palabras “... perpetuo adorador de esa dulce pasta que llaman carne los teólogos...”. José Juan Tablada, autor de frases felices, dijo una vez que don Federico dirigía a las mujeres “miradas trepadoras”.

- El autor de “Santa” publicó otra novela llamada “Suprema Ley”. En España la hizo pedazos Leopoldo Alas, “Clarín”, con una despiadada crítica. En América, por el contrario, el argentino Leopoldo Lugones dijo que “Suprema Ley” era una de las mejores novelas de su tiempo. Con gran filosofía comentaba don Federico esos opuestos veredictos. “Total -decía-, un Leopoldo a favor y otro en contra”.

- Don Victoriano Salado Álvarez, a quien sus hijas llamaban “don Tertuliano” por su afición a reunirse con amigos a charlar, contó que se fue de Guadalajara a la Capital de la República por la invitación que le hizo el editor Reyes Spíndola para trabajar con él. Poco después de su llegada, contaba Salado Álvarez, recibió la visita de “un jovenzuelo” –así dijo- que iba a verlo para advertirle de los riesgos de trabajar con Reyes. “A mí me despidió por haber escrito un artículo sobre la prensa amarilla. Y le juro que no tuve intención de aludir a él ni a sus periódicos. También yo, como usted, fui cortejado; también por él dejé la posición que tenía en Saltillo”. Ese “jovenzuelo” era nuestro Carlos Pereyra.

-Don Antonio García Cubas, escritor y viajero incansable, visitó Tlapacoyan, lugar de indios en Puebla, y escribió: “Se conserva aquí una costumbre que se diría oriental. En sus casamientos el novio observa si la muchacha ha sabido o no guardar la pureza. En el primer caso, en la tornaboda se distribuye a todos el axole, que es un atole de maíz y cacao. En el segundo caso se suspende el baile, y se les ofrece el axole únicamente a la novia y a sus padres, pero en una jícara perforada por el fondo, de modo que al tomarla en sus manos el líquido se escurre. Los padres y la hija saben lo que eso significa, y se retiran a ocultar la afrenta en su jacal...”.

- José Vasconcelos, autor de los más bellos libros de memorias que en México se han escrito, dijo en alguno de ellos: “... He sido un gran pecador. La Providencia me libró de cometer solamente dos pecados: el de la sodomía y el de la blasfemia...”.

- El escritor y orador Jesús Urueta, director de “El Imparcial”, periódico el más importante de la Ciudad de México en los principios del pasado siglo, hizo al historiador Alfonso Taracena una tremenda confesión: “... En París una noche pasé por hermafrodita, para experimentar lo que sienten quienes son de esa condición”. Añadió: “Eso es como hacer del cuerpo para adentro”.


Armando FUENTES AGUIRRE
PRESENTE LO TENGO YO
‘Catón’, Cronista de la Ciudad