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Es revolucionario quien está en contra de la corrupción
Cuenta la leyenda popular que la corrupción en México se inició cuando los españoles le quemaron los pies a Cuauhtémoc para que revelara dónde se encontraba el tesoro de los Aztecas. Había un traductor que comunicaba al emperador azteca lo que decían los españoles y viceversa. Hubo un momento en que Cuauhtémoc no pudo más y mencionó el lugar exacto donde se encontraba el preciado tesoro. Lo que el traductor les dijo a los españoles fue: “Que no les va a decir dónde está el oro”. Y agregó: “Como aquí ya no tengo asunto, me retiro”. Y se fue a buscar el tesoro en el lugar que había indicado Cuauhtémoc, dejando que acabaran de quemar al soberano.
Otros han dicho que las raíces de la corrupción en México están en la época colonial. Que los representantes de los monarcas españoles convirtieron el ejercicio de los puestos públicos en un negocio privado, hábito que a su vez habría persistido a través de los siglos. Por otro lado, don Daniel Cosío Villegas, consideró que “el inicio de este mal endémico en el México moderno fue el botín de guerra de la Revolución”.
Es claro que la corrupción es una desgracia convertida en calamidad, que afecta a todos al relacionarse con la satisfacción fácil, perniciosa e inmoral de necesidades e intereses suntuarios, egoístas e innecesarios. Se presenta en actores burocráticos, administrativos, de seguridad, de control, de orden, de planificación. Acaba con la práctica de los valores, convirtiendo al ser humano en un ente superfluo, nocivo y sin dignidad. Es un camino viciado de abusos e ilegalidades, que distorsiona por completo las normas, reglas y leyes de la sociedad, que daña y pervierte la honradez, la honestidad y las buenas costumbres. Sus aliados son la mentira, el robo, el engaño, la hipocresía y la manipulación. Mancha indeleblemente la honra de los involucrados, el prestigio y tradición de países y gobiernos, y siembra dudas en el trabajo de autoridades y funcionarios.
El crecimiento desmedido de la corrupción en nuestro País se debió en gran medida a los partidos que lo gobernaron por más de ochenta años y que hicieron que la corrupción se volviera endémica (habitual) en buena parte de las administraciones. En la actualidad, México es considerado uno de los países más corruptos del mundo. El Índice de Percepción de la Corrupción 2019, de Transparencia Internacional, lo ubica en la posición 138 de 180 países evaluados. Hay muchos ejemplos de corrupción en los más altos niveles de gobierno: 22 exgobernadores están ahora bajo la lupa por corrupción y enriquecimiento ilícito; además de muchas instancias de gobierno, como CFE, Pemex, las áreas de Salud, Educación, Agricultura, Conagua, Semarnat, Energía y Minas, Seguridad Pública y Deportes. Ha habido muchos malos funcionarios que socavaron la fuerza moral de la población, al grado de dar como un hecho que los políticos de todos los niveles y muchos empresarios chicos, grandes y supermillonarios cometieran actos ilícitos –como si fuera un orgullo ser corrupto– y sinvergüenza. Y no sólo eso, las familias de estos sujetos se regodeaban (placer o satisfacción que se experimenta por algo que resulta perjudicial para otros: RAE) comentando sus “hazañas” entre sus amigos y parientes.
Jorge Carpizo McGregor, en su libro “La moral Pública en México” (Editorial Res Pública, pp. 9-33.), externa su preocupación ante el fenómeno de la corrupción, describiéndolo de la siguiente manera: “¡Pobre sociedad mexicana que ha sido y continúa siendo tan engañada! ¡Pobre sociedad mexicana a la que tanto se le ha mentido y se le sigue mintiendo! Si sólo la engañaran algunos líderes políticos, la situación sería preocupante, no alarmante; pero también se han acostumbrado a hacerlo algunos líderes empresariales, bancarios, sindicales, sociales, religiosos, de los medios de comunicación, académicos, intelectuales y del ambiente artístico”.
Lo deseable es querer ser una sociedad justa, de mujeres y hombres ecuánimes, sencillos, honestos, solidarios en lo social y en lo personal, sin los vicios propios de la conducta burguesa capitalista: el ego, la avaricia, la envidia, el egoísmo, el oportunismo, la representatividad mal entendida, la mentira, el desplante, la injusticia, el chisme, la idolatría, el juzgamiento a priori, la interpretación fútil y barata, la incomunicación, el uso de artilugios para explicar desacuerdos, la descalificación como método para lograr avances en la estructura, en fin podríamos agregar muchos otros adjetivos. Además, la sociedad en su conjunto deberá juzgar, exhibir y señalar a los políticos y empresarios a quienes se les demuestre ser corruptos.
México tiene un largo camino por recorrer para reducir al mínimo la corrupción. La austeridad no será suficiente para lograrlo. El Presidente de la República ha mencionado insistentemente que su gobierno busca acabar con la corrupción, declarando una lucha frontal al sistema corrupto remanente de administraciones pasadas. Esto implica una revolución silenciosa y convierte en revolucionario a quien está en contra de la corrupción. Invito a quien me lea que nos convirtamos en revolucionarios y acabemos con este mal endémico que azota a México.