Es mejor morir virgen que...
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Es mejor morir virgen que...
En el baratillo he comprado mis más caros libros. Caros de caros, es decir de precio elevado, y caros de caros, es decir amados y queridos. En todas las ciudades a donde voy -y voy a muchas- busco las librerías de viejo, y hurgo en ellas para encontrar alguna cosa perteneciente a esa ciudad; a su historia, sus tradiciones y leyendas; y a eso que tan de moda se puso hace algún tiempo: los usos y costumbres. Porque usos y costumbres los tenemos todos -ésa es una costumbre, y es un uso-, no nada más los inditos.
Así, he reunido una colección que muestro con orgullo, formada por libros impresos en todas partes del país. De esozs libros algunos son rarísimos, y me los envidian con insana envidia aun quienes viven en las ciudades de su origen. Pondré un ejemplo.
Fui en Mérida al mercado, y en un local donde vendían granos vi un montoncito de libros viejos sobre el mostrador, con un papel encima que mostraba el signo de pesos. Tal es el lacónico modo para decir que algo se vende. Los examiné, y supe inmediatamente que revoleaba por encima de mí el ángel protector de los bibliómanos, que es un ángel algo loco, igual que ellos. Porque he aquí que entre esos libros -de superación personal, de esoterismo, de cura por medio del ajo y la cebolla- estaba la autobiografía de Coki Navarro, uno de los más notables compositores yucatecos de nuestra época. De ese libro, publicado en 1977 en San Ignacio, Yucatán, se imprimieron únicamente 500 ejemplares en edición más que modesta. Ya se verá que es un tesoro.
Después de regatear -el regateo es un democrático ejercicio que iguala a vendedor y comprador- pagué el precio que el dueño me pedía. Y esa noche, en mi hotel, leí el libro completo. Es un delicioso recuento de las venturas y desventuras de un cantor de la trova yucateca, autor de canciones como “Te amaré toda la vida”, “Despierta, paloma”, “Me lo dice el corazón”, “Un lugar”, “A todas horas”, “Hasta hoy” –“Hasta hoy te permito que pienses que soy simplemente tu amigo...”-, y tantas más que son tesoro de la música popular mexicana.
De lo mejor del libro es el recuerdo que el trovador hace de su tía Mercedes, quien entre rezo y rezo del rosario decía verdades contundentes, algunas expresadas con palabras muy poco católicas:
El que no tiene dinero, sirve su fundillo para
candelero.
El hombre que juega, pierde.
El que pierde, se emborracha.
La niña que se descuida,
le rompen la cucaracha.
El que en su familia no cuente una puta,
un borracho,
un ratero y un cabrón, que firme en este renglón.
Y una frase que merecería ser parte de algún libro sagrado por su sabiduría y su verdad:
Es mejor morir virgen que parir pendejos.
Gracias le doy a mi ángel librero por haber guiado mis pasos al impensado sitio donde compré un libro como éste, que tiene buena letra, hermosa música y galanuras de travieso ingenio popular.