Es más barato informar que un condón

Usted está aquí

Es más barato informar que un condón

“Chin, no me ha bajado”.

Es la primera reacción de Elisa, al ir al baño y comprobar que sigue teniendo atraso en su menstruación.

La angustia comienza a apoderarse de ella. El nerviosismo. La soledad.

Se aleja de las amigas, va en Preparatoria, tiene 16 años. Se vuelve silenciosa.

Tuvo relaciones con un hombre casado que conoció en una ferretería. La siguió, la acosó, fue por ella a la escuela y la convenció de que la amaba y que a su esposa “sólo le tengo cariño”.

Elisa no usó protección y confió en que como él ya es grande y tiene más experiencia, la cuidaría.

Elisa ni siquiera sabe cómo protegerse. Ha escuchado que los condones, que las pastillas, pero ella ni siquiera tiene dinero para nada de eso. Apenas le dan en su casa para el camión.

A los dos meses de retraso, Elisa le pidió prestados 150 pesos a una amiga, compró una de esas cosas raras dizque para ver si sale positivo y ¡zas!, la prueba dio positivo.

Elisa aguanta la respiración, no sabe si llorar, gritar, jalarse los pelos. “Dios mío, ¿qué hago?”. Y ahí está, en su recámara, angustiada y escondiendo debajo del colchón de su cama la prueba que le confirma que está embarazada.

No puede respirar, no sabe qué hacer.

Busca a Joaquín, le informa que tendrá un hijo de él.

-¿Y es mío?- le pregunta el tipo que ya no la volvió a buscar desde hacía 2 meses.

-Pues claro… ¡de quién más!

-¡Pues es que yo no sé! No eras virgen conmigo.

Elisa toma aire, se molesta, no sabía que recibiría una respuesta así.

-Pensé que podríamos casarnos, para que le dieras tu apellido al niño… -le dice ella con toda la ingenuidad de su edad.

-¡Pero ya soy casado!

-Sí, pero como veo que no amas a tu esposa, podrías divorciarte…

-No… -dice suspirando impaciente- no quiero divorciarme…

-Podríamos casarnos sólo para darle el nombre al niño, y luego te daría el divorcio. Sólo quiero hacerlo por el bebé. Para registrarlo con tu apellido.

Elisa estaba enamorada y pensó que su sueño de casarse con Joaquín y formar una familia era posible.

-No, mira…. –le dijo el hombre impaciente y agarrándose la barba- yo no puedo hacer eso que tú dices.

-¡Pero el niño es tuyo!

Él toma aire, todavía asombrado por la noticia.

-Mira –le dice tomándola suavemente del brazo. Lo que yo puedo hacer es darte dinero para…. Pues… para que vayas con un doctor y…

Ella lo mira horrorizada.

-¡Pero..!

-Mira, tú nomás dime cuánto cuesta que te hagan un aborto y yo te lo pago, ¿sale?

-¡Pero no quiero abortar!

Elisa enamorada mira a Joaquín, con sus 32 años pidiéndole que aborte.

-No puedo hacer más por ti. Llámame a mi celular, o mándame un mensaje, me dices cuánto cuesta y yo te doy el dinero. Lo siento. No puedo hacer nada más por ti.

Elisa lo mira alejarse y se queda ahí, parada, en la banqueta, sintiéndose más miserable que nunca, más sola, desesperada, triste, angustiada, enojada, “¿qué hago Dios mío, qué hago?”, se repite una y otra vez en la cabeza.

Elisa no puede dormir, no dice nada a sus padres, no tiene a dónde ir. Al otro día toma una maleta y se va con una amiga que tiene familiares en San Luis Potosí. Huyó de su casa. No le dijo nada a nadie. El producto de su relación crece cada día, y ella no quiere perderlo, pero no tiene la menor idea de cómo empezar a ser madre. No tiene dinero, ni trabajo, ni tiene idea de cómo conseguir un trabajo sin que se le note el embarazo. “¿Y luego, y cuando nazca?, ¿cómo le voy a hacer?, ¿dónde lo voy a dejar para ir a trabajar? Elisa, desde San Luis Potosí, esconde angustiada su desesperación ante la familia que la acogió y le hacen preguntas sobre sus papás.

A los cuatro meses, Joaquín le envía dinero, ella pierde al bebé. Abortó.

Sus padres la encuentran recuperándose en casa de los familiares de su amiga. Está muy flaca. Perdió 8 kilos, débil, apenas puede caminar.

La llevan de regreso en silencio.

Ya en casa Elisa entra a su recámara, se siente sola, está en su casa pero siente que no pertenece ahí. Había logrado terminar la preparatoria, pero en ese momento no sabe qué hacer con su vida, no tiene ganas de vivir…

Entre la tristeza, la angustia, la depresión, la soledad, se aleja de todo y de todos.

Tienes que volver a empezar, le dice finalmente su abuela. No has hecho nada que no haya echo alguien más. “No eres la primera ni serás la última”. 
Tienes que volver a vivir.

Elisa llevaba 8 meses encerrada en su recámara, sin ver a nadie ni hablar con nadie. Sin salir.

Después de hablar con su abuela ya no era ella misma. No sabía por dónde empezar. Pero sentía que ya no era la misma Elisa. Nunca más.

Elisa aceptó ver a dos amigas, fue a un baile. Un chico la quiso besar a la fuerza, se fue de la fiesta.

Se dio cuenta cuánto había cambiado, ya no le interesaban los hombres. Sólo quería ser alguien en la vida, estudiar y trabajar. Hacerse de una vida. De un porvenir.

Jamás volvió a ver a Joaquín. Ni quiso saber nada nunca más de él, ni de nadie más.

Cuatro años después, Elisa se recibía de abogada. Conoció a Héctor, se enamoraron, se dio una oportunidad más. Volvió a confiar en alguien y alguien confiaba en ella también. Alguien la amaba con todo y su pasado, y ella amaba también con errores y defectos a alguien que la amaba a ella.

Fue feliz.

La historia de Elisa puede ser la historia de tu vecina, de tu prima, de tu hermana, de tu hija.

Hay miles de historias como la de Elisa que no terminan tan bien. Y la dura prueba y la experiencia de vivir un embarazo prematuro o no deseado, dejó en ella la profunda herida de haber perdido un hijo por su inexperiencia, su inmadurez, y porque el tipo no la apoyó. Y todavía le preguntó si era de él…

Hay muchas, pero muchas Elisas en México. En Latinoamérica.

Algunas de estas jóvenes se casan a los 15 y 16 años y para los 22 ya tienen 3 hijos.

Estos matrimonios son forzados y los jóvenes aprenden de obligaciones y responsabilidades mucho antes del tiempo en que su madurez mental esté, digamos, en su justo sitio.

Algunos matrimonios, con ayuda de los padres, salen adelante. Algunas Elisas no abortan, y se convierten en madres solteras, sintiéndose desvaloradas, olvidadas, engañadas. Y algunas otras suelen tener 2 ó 3 hijos de diferentes hombres, porque siguieron esperando que uno de ellos se casara “al fin” con ellas. Siguieron pensando que el casarse es la felicidad total de una mujer…

Inclusive algunas sí sabían cuidarse, pero pensaron que con un bebé “engancharían” al tipo incorrecto del que se enamoraron.

Una o dos de cada diez mujeres menores de 20 años, tiene un embarazo no deseado o no planeado, confirman datos del INEGI.

Si Elisa hubiera sabido que la ley la protegía, posiblemente sí hubiera tenido a su hijo. Si los padres de Elisa le hubiera informado sobre reproducción sexual y cómo cuidarse de un embarazo, quizá no habría vivido esa terrible experiencia. Si ella se hubiera sentido protegida y amada en su casa, hubiera tenido a su hijo. Y si Héctor la amaba, se hubiera casado con ella aunque tuviera 5 hijos de otros hombres. Así es el verdadero amor, pero 
Elisa tardó 20 años en entenderlo…

Si Elisa hubiera puesto una demanda por Pensión Alimenticia, habría tenido a su hijo, y el mentado Joaquín habría tenido que pagar, hasta los 18 años de la criatura, su manutención, obligado por la ley.

Pero ninguna Elisa, a esa edad, lo sabe. A lo mejor tampoco los padres. Y por supuesto, no lo sabía ninguna de sus amigas…

Si las niñas de secundaria supieran que si alguien te embaraza la ley lo obliga a pagar manutención, podrían darse dos cosas:

1.- Habría miles ¡o millones! de demandas por Pensión Alimenticia en México (20 millones de menores de 19 años se embarazan al año en México, según datos del INEGI), y

2.- Si los muchachos adolescentes supieran que una ley los va a obligar a dar dinero por semana para la manutención de un hijo ¡por lo menos durante 18 años!, no andarían embarazando a las chicas menores de edad, igual que ellos.

Definitivamente, habría menos embarazos, y habría muchos más niños con el apoyo económico de un padre, aunque éste no viviera con él.

Pero aún en México hay mujeres que dicen “No, no quiero pedirle nada”. Por orgullo. No quieren molestar al tipo que las embarazó, pero la ley dice que aunque tú no quieras, ese niño tiene derecho a casa, estudio y vestido, ¡aunque la mamá no quiera!

La ley protege a los hijos ¡por encima de los padres!

Yo le dejo el tema para reflexión. Uno: antes de sentarse a juzgar, recuerde que hay niñas y adolescentes en su familia. Y dos: informe a sus hijos todo, pero todo todo todo y todo lo existente sobre salud reproductiva, sexualidad, obligaciones y responsabilidades.

¡Ah, porque déjeme le digo! Si su hijo es menor de edad ¡o inclusive mayor de edad!, y no se hace cargo de un bebé que procreó, ¿sabe contra quién irá la Ley? Sí, acertó, contra usted.

Usted como abuelo y abuela, tendrá que pagar por semana o por quincena la manutención de su nieto ¡porque su hijito querido no quiere o no puede!

Y mientras su hijo, su criaturita, no se haga responsable económicamente de su hijo, la Ley le irá embargando casas, muebles, autos y todo lo que usted, como abuelo, tenga, para la ma-un-ten-ción de su nieto.

Se lo firmo y se lo garantizo, la ley protege a los hijos por encima de los padres.

Ahórrese tanto gasto.

Los castigos, una nalgada y un chanclazo a tiempo, tienen un efecto positivo, pero nada supera a la comunicación en casa. Hágalo por su tranquilidad, por su propio futuro como abuelo.

Mejor informe mucho a sus hijos, todo lo que usted sabe y ha vivido, cuénteselos. Dígales por qué se los dice. Y compre muchos muchos condones, su hijos hasta los repartirá con sus amigos. Y ah, no lo olvide, en el IMSS regalan ¡cajas! No uno ni cientos ¡cajas de condones!

Es más barato informar, que gastar en tanto condón.

Y lo felicito por su comunicación y responsabilidad sexual hacia sus hijos, felicítese usted mismo, cada paquete de condón que se encuentre tirado por su casa, respire hondo y dé gracias, un nieto que no debió nacer, pero por supuesto que algún día los nietos llegarán, pero encárguese de uqe suceda cuando sus hijos sean responsables de asumir el mismo compromiso que asumió usted para convertirse en padre.

Usted, hombre, no juzgue y no diga nada: hay mujeres en su familia.

Usted padre o madre, no gaste en condones. Mejor comunique y enseñe a sus hijos a enfrentar sus actos. No los solape, será peor para usted.

Es más barato reconocer, asumir, comunicar e informar, se lo puedo garantizar.