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Epitafio
Epitafio
Escribir ante todo es la experiencia
de escribir, secundario el resultado;
en la reconstrucción de mi pasado,
experiencia de la conciencia y ciencia
suspendida entre insomnio y somnolencia,
tabula rasa donde lo pensado
mezcla cifras de azar, líneas del hado,
accidentes que suman mi existencia,
de modo que escribiendo me equilibro,
pongo el sueño y la vida en la balanza
y dejo todo en manos de la suerte.
Ausente yo, la pluma no descansa:
lo reescribo, ya que se borra el libro,
porque también para el sepulcro hay muerte.
Epifanía de la escritura
Lezama Lima construyó en La Habana
un anómalo trópico erudito;
le puso con palabras un gambito
a la Naturaleza. La oscurana
de su estilo nunca a otro sol se allana
que al que brota de sí mismo, en un rito
órfico. El escribano es un precito
atropellado por la casquivana
luz. Pero los caballos de Dionisios
cursan la eternidad en una orgía.
Sujeta al tiempo, al fin es la escritura
la que sujeta al tiempo. Epifanía
de un sol que cae hacia atrás, en precipicios
de la memoria, donde se clausura.
Vértice
Del límite al extremo me desplazo
y me mantengo en vilo en la frontera;
soy pura expectativa, todo espera,
el tiempo me traspasa y yo lo paso
en la autocrítica, pues el fracaso
hizo al final de mí quien siempre fuera;
simultáneo el adentro y el afuera,
para escapar de mí me basta un paso.
¿Sin objeto hay sujeto? No hay objeto
sino durante un súbito instante,
mientras que lo establece la mirada.
Si antes al mundo estaba yo sujeto,
al vértice sin yugo de un desplante
nada me debe ni le debo nada.