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Epilepsia en la infancia
A Robert Akito lo intentaron exorcizar. Su madre decía que era un espíritu lo que le dejaba sin fuerzas, le retorcía el cuerpo y que incluso le hacía vomitar espuma. Un día conoció al doctor que pudo conjurar su maldición y le recetó pastillas contra la epilepsia.
Este enfermedad neurológica es la cuarta más común en el mundo y la más extendida en países africanos como Kenia, donde sin embargo sigue considerándose una obra de las fuerzas oscuras.
Lejos de lo sobrenatural, el origen de las enfermedades que predisponen al cerebro para generar convulsiones, y que llamamos “epilepsia”, es genético o procede de alguna lesión.
“La epilepsia se puede tratar y no es brujería, como mucha gente cree”, afirma el director del Comité de Coordinación Nacional de la Epilepsia (NECC), Paul Kioi.
Sinónimo de marginación social
En las aldeas, en el campo, incluso en las grandes ciudades, los epilépticos kenianos tienen que lidiar sin apenas recursos médicos con esta enfermedad, pero sobre todo con lamarginación y el estigma.
Los niños son los más perjudicados por creencias esotéricas que llevan a sus madres a no dejarles ir al colegio o a encerrarlos en casa por vergüenza a que la gente vea su extraño comportamiento, incluso atándolos con cadenas.
Este tipo de conductas termina agravando su daño cerebral, de modo que los enfermos continúan sufriendo ataques que podrían ser fácilmente controlados con medicamentos.
“Tras haber sufrido 3 ó 4 ataques, la mayoría va a rezar, busca a curanderos… Suelen decir que esto son los espíritus”, explica a Efe el doctor Eddie Chengo, uno de los pocos epileptólogos de Kenia.
Chengo recibe pacientes de todo el país, e incluso de Uganda, que acuden a su consulta solo cuando han agotado todos los recursos tradicionales.
“Piensan que son una maldición, que están locos. Todos han sido estigmatizados. El estigma es uno de los principales problemas de los epilépticos”, asegura el doctor.
Cuando se enteran de que tienen epilepsia, “entran en estado de shock”, pero mejoran en cuando comienzan a medicarse, ya que sus ataques disminuyen y aprenden a reconocer los síntomas.
Sin embargo, muchos no llegan a entender que su condición es crónica y que, por mucho tiempo que hayan estado tomando fármacos, las convulsiones volverán si dejan de tratarse.
“La mayoría de la gente no entiende este desorden neurológico, piensan que la epilepsia se puede contagiar a través de la saliva o la respiración“, apunta el director del NECC.