Entrevista a Carlos Velázquez: ‘La mejor comedia arroja luz sobre nuestras miserias’
El humor no hace caricias. Quizá por eso dicen que la risa es la que chinga. Porque hay algo bello, liberador e incómodo en la risa, al menos eso ocurre mientras leemos “Despachador de Pollo Frito”, el nuevo libro de cuentos de Carlos Velázquez (Torreón, 1978): no paramos de reír, pero las carcajadas encierran una dosis de escarnio. ¿Nos burlamos de los personajes, de la realidad, de nosotros?
Ya sabemos que si queremos hacer reír a un dios, debemos contarle nuestros planes. ¿Y si las ficciones de Carlos Velázquez nos golpean y nos provocan unas risotadas? Entonces solo nos queda pronunciar con el Dr. Pooh (protagonista del cuento “Paul McCartney for dummies”): “¿Saben cuál es el deporte favorito del destino? Se los diré. Callarme el hocico” (pág. 22).
Leer “Despachador de Pollo Frito” es adentrarse en un universo particular: un lugar en el que McCartney es mexicano y los personajes pueden llamarse Dr. Pooh, Parque Jurásico, Princesa Maya, Cagona Star, Mr. Bimbo Santibáñez. Lo que nos espera son páginas de historias frenéticas, finales inesperados a veces con redención, otras con giros en los que la crueldad parece una solución pacífica.
Es extraño, pero como lo dice el autor en entrevista con VANGUARDIA: “A mis lectores les gusta mi trabajo porque les hablo de un mundo con el cual se pueden identificar”. Porque todos tenemos un deseo insatisfecho (como en “La vaquerobvia del apocalipsis (Cagona star)”), una debilidad (en “Desnucadero”), una loquera incontrolable (en “Schade deconstruido) y un amor por el pollo frito (en el cuento que da título al libro). La literatura nos muestra ese reflejo, y con Carlos Velázquez viene acompañado de risas y crueldad.
¿Qué tan importante es la comedia para tu vida y literatura?
“Norman Mailer decía que lo peor con lo que tiene que lidiar el escritor es con el mal humor. El escritor, el auténtico, a menudo se carga un humor de la chingada. El motivo es que para estar bien depende de lo que escriba. Y en la mayoría de las ocasiones la configuración de la obra es un ‘tour de force’ muy desgastante. Pero no hay nada que hacer. Es un proceso que debes vivir. Y, sin embargo, no puedes evitar que te afecte. Entonces la frustración es pan de cada día. En medio de todo esto la página se vuelve un gran ansiolítico. Los mejores cómicos son personas amargadas. Que sólo pueden escapar a través de la risa. Yo me fugo de mis problemas riéndome en la página. Pero el humor ñoño a la larga es un fastidio. Es por eso que recurrimos a la crueldad, para restarle tremendismo a la realidad nacional. Es lo que se conoce como ‘soltar cargas’. La comedia ha formado parte indefectible de mi vida. Desde morrito me eduqué con la comedia. Me considero un hijo de la comedia. Y la mejor comedia es aquella que arroja luz sobre nuestras miserias. Criticar desde la comedia es un lujo; hacerlo desde la altura moral, una flojera”.
Y las narraciones de “Despachador de Pollo Frito” (Sexto Piso: 2019) refrendan el compromiso del coahuilense por contar desde una voz propia, con potencia y sin concesiones. Por ejemplo, en “La vaquerobvia del apocalipsis (Cagona star)”, un joven gay, que atiende el departamento de salchichonería en Soriana, sufre el escarnio y burla del destino: es pasivo, pero cualquier comida le produce una diarrea insoportable que lo tiene con el ano irritado y no soporta una penetración sin sufrir una hemorragia que lo lleve al hospital. ¿Cuál será su final? ¿Sangre o abstinencia sexual? Al menos puede tener el consuelo de que su amigo la Monalisa, un travesti con quien va a un bar de cowboys homosexuales, lo envidia por estar delgado y sin hacer dieta.
En “Desnucadero”, un trabajador de oficina tiene la costumbre de romper exactamente a los dos años con sus novias en un establecimiento de McDonald’s. ¿Qué puede pasar si rompe su propia regla? El universo del amor tiene leyes no escritas que anuncian catástrofes, pero es que, como dice Parque Jurásico: “Entiendo que detestes todo lo que tus papás representan, pero no vibrar con un corrido, no comer carne, no amar el beisbol, siendo norestense, me parecía inconcebible” (pág. 40).
Historias como estas llegaron después de un libro con cuentos tan diversos como “La Efeba Salvaje” (Sexto Piso: 2017), en el que el autor se aventuró a narrar relatos serios, dramáticos y otros con humor corrosivo como en el resto de su obra.
¿Cómo fue el proceso para armar “Despachador de Pollo Frito”?
“En cuanto le mandé ‘La Efeba Salvaje’ al editor, me senté y escribí de un tirón el cuento ‘Paul McCartney for dummies’, que por cuestiones editoriales al final es la historia que abre ‘Despachador de Pollo Frito’. ‘La efeba’ es un libro al cual le tengo mucho cariño por dos razones. La primera es porque me reconcilió con el género. Desde ‘La Marrana Negra de la Literatura Rosa’ no había practicado el género. En principio porque me cargué al lado de la crónica y también porque estaba empantanado con la novela.
Entonces, cuando entré al callejón sin salida, volví al cuento para agarrar aire. Y el reencuentro fue tan fructífero que me seguí de largo y nació el pollito. La segunda razón es porque tras un libro como ‘La Biblia Vaquera’ y otro como la puerca negra, era necesario no repetirse. Y en ‘La efeba’ descubrí que un volumen de relatos puede apelar a lo ecléctico. Y ‘La efeba’ me late por eso. Por lo diverso. Hay un cuento de caballos fantasmas, una trama que nació por mi contacto con el trabajo de Sam Shepard. Y ese mismo criterio apliqué a la hora de escribir el pollo. El cuento sobre Paul McCartney es una aventura de corte detectivesco. Algo que yo jamás había intentado. En el cuento ‘La efeba salvaje’ ya está preanunciado, pero en este ya me adentré de lleno. Y esa historia jaló a las otras, hasta que conseguimos reunir estas cinco historias que juntas se acompañan bastante bien”.
UN AUTOR PUNZANTE
Carlos Velázquez (Torreón, 1978) ha escrito lo libros de cuentos: “La Biblia Vaquera” (FETA: 2008, Sexto Piso: 2011), “La Marrana Negra de la Literatura Rosa” (Sexto Piso: 2010), “La Efeba Salvaje” (Sexto Piso 2017).
También ha escrito los libros de crónicas “El Karma de Vivir al Norte” (Sexto Piso: 2013), “El Pericazo Sarniento” (Cal y Arena: 2017) y “Aprende a Amar el Plástico” (Cal y Arena: 2019).
Música, crónicas y personajes parecen salidos de la realidad
Carlos Velázquez también ha escrito crónicas y libros de no ficción, como “El Karma de Vivir al Norte” (Sexto Piso: 2013), en los que la realidad deja su huella, pero con una visión muy propia del autor: lo cómico se mezcla con lo grotesco, y lo cotidiano parece un monstruo estrafalario.
Son conocidas sus crónicas sobre conciertos y festivales de música que ha publicado en diversos medios, algunas aparecen en el libro “Aprende a Amar el Plástico” (Cal y Arena: 2019). Es decir, la música y la literatura están unidas en este autor, al grado de que diversos músicos aparecen en relatos. Por ejemplo, Paul McCartney, Juan Salazar, y Julián Garza, mejor conocido como “El Viejo Paulino”. Incluso el primer libro de Velázquez se tituló “Cuco Sánchez blues” (Icocult: 2004).
Estos personajes están basados en alguien real, no hay duda de eso, aunque el autor no los haya conocido y hayan sido construidos mediante la imaginación, pero en el cuento “Schade deconstruido”, incluido en “Despachador de Pollo Frito”, el protagonista es un director de orquesta que tiene un gran parecido con el director de la Camerata de Torreón: tienen un nombre similar, el mismo oficio, muchos años de experiencia y trabajan en un lugar cuya vida cultural es idéntica.
Salomón Schade, personaje del libro, quiere salir disfrazado de Sailor Moon a dirigir un concierto; su asistente lo impide. Pero esta no es la única chiflazón del director. Su gusto por los travestis, el alcohol y el escándalo lo tienen en crisis; y sus amistades en el mundillo de la política cultural de la región le justifican todo.
¿Este personaje está basado en el director de la Camerata de Coahuila?
“No, no está inspirado en él. Es ficción pura, todo salió de mi cabeza. Las similitudes a las que aludes se deben a que el escritor trabaja con lo que tiene a mano. No lo conozco personalmente. Así que no es un modelo para mi relato. Si no me equivoco -creo que fue Flannery O’ Connor quien lo dijo-, no debes conocer a tus personajes porque la realidad se convierte en un impedimento para moldearlos según lo exija la historia. Lo que el relato pretende es evidenciar un fenómeno recurrente dentro de la vida cultural provinciana. El entronamiento del cacique cultural. Que se codea con la clase alta, que se amiga o se enemista con los políticos. Algo que ocurre en el mundo de la música, pero también del teatro o la danza. Este tipo de personajes que se vuelven intocables. Y que por décadas actúan de manera arbitraria y la comunidad les cumple todos sus caprichos.
“En Aguascalientes me preguntaron si me había basado en tal director de un ensamble de Zacatecas. Para nada estoy diciendo que este sea el caso de La Camerata de Coahuila. Pero ya hablando en firme sobre los 25 años de cualquier director al frente de una compañía o una filarmónica, pues sin duda yo soy de los que apostaría por un cambio. Por inyectarle sangre nueva. Sería sano para todos, para el director, la comunidad y la orquesta misma. Yo soy de los que piensan que hay que poner el nombre de La Laguna en alto, pero allá afuera. Cacarear los triunfos locales es mirarse el ombligo todo el tiempo. Me refiero por supuesto a Schade y a Tatahuila. A mi personaje. Lo otro, La Camerata de Coahuila, no es algo que me compete”.
Y es que los personajes de Carlos Velázquez parecen tan reales, llenos de claroscuros, deseos, frustraciones, que es imposible no relacionarlos con alguien. ¿O no conocemos a un amante del pollo frito?, ¿o alguien a quien la comida lo enloquece? Alguien que puede decir: “La grasa es mi amiga” (pág. 105).
Esta es la historia de Mr. Bimbo Santibáñez: un gordito que trabaja en KFC y ama su trabajo y al pollito. Por supuesto, come de las sobras y roba una pechuga de vez en cuando. Pero el destino siempre tiene un obstáculo y una carcajada. La mamá de Mr. Bimbo está preocupada por la salud de su retoño. Y el nuevo jefe sospecha de que las mermas se deben al empleado más obeso de la sucursal.
¿Tienes alguna razón para escribir sobre estos personajes en particular?
“El capitalismo insiste en contar la historia de los ganadores. Basta revisar el cine de superhéroes para constatarlo. A ratos incluyen a las minorías pero las presentan como una ilusión falsa. En historias de superación. Pero lo paradójico es que cada día hay una desigualdad social que hace que salir adelante sea prácticamente imposible. Y si ya hay tanta gente contando lo que la narrativa oficial quiere, ¿por qué tendría yo que hacerlo? Yo me formé leyendo a escritores que provenían de corrientes marginales. Y me corresponde contar ese mundo que es el de todos los días. A la literatura mexicana actual no le interesa contar estas historias. Quizá se deba a que muchos autores del momento pertenecen a la clase media alta. O quizá no. La verdad es que la literatura hace mucho está más lejos de la población. A mis lectores les gusta mi trabajo porque les hablo de un mundo con el cual se pueden identificar. Tengo seguidores que no consumen libros de manera habitual pero que van a la librería a buscar mis títulos. Eso es un fenómeno que no se presenta fácilmente. Sé que si hubiera sido blanco, delgado y nacido en la Condesa aparecería en más listas. Obtendría más exposición. Más beneficios. Pero no cambiaría nada de eso por mi capacidad de conectar con el lector”.
El estilo de Carlos Velázquez está lleno de frases contundentes. Una especie de balazos, de iluminación a chingazos. Por eso, tras una decepción amorosa, un personaje se emborracha hasta despertar, “con una pinche cruda de esas que convierten a la gente al cristianismo” (pág. 50).
Pero lo peor es cuando la luz te revela que “El joto no está creado para amar. El joto que ama sufre” (pág. 62) y “Tú sabes que ahí donde entra la verga hay problemas” (pág. 65). Ante esto, solo queda ofrendarle un rosario a Amy Winehouse, musa de los excesos y la desilusión, como dice la Monalisa.
¿Ya llegó la cruda que te convierta al cristianismo?
“Del 22 al 25 de diciembre me tomé 10 de tinto. El 26 tuve una de las famosas crudas de tinto. Nunca me había pasado. Y mira que no era malo el que bebí. Tuve una jaqueca catedralicia. Pero soy de los que piensan que no te puedes arruinar los placeres. Y pues casi todo el mes de diciembre fui a nadar. Lo hago porque no quiero llegar a la rehabilitación, a Alcohólicos Anónimos o la sobriedad. No nací para ser abstemio. El alcohol es una manera de estar en el mundo. Y por esa razón me cuido todo lo que puedo para nunca dejar de empinar el codo. De todas mis relaciones, la menos toxica ha sido con el alcohol”.
¿Eres una Amy Winehouse del alma, o cuál santidad apadrina el oficio de escritor?
“Soy un adicto. Y como todo adicto soy una Amy Winehouse del alma. Nos parecemos, pero no en lo delgado”.