Entre ideas y experiencias; el coronavirus nos dirá si todavía podemos echar reversa
Usted está aquí
Entre ideas y experiencias; el coronavirus nos dirá si todavía podemos echar reversa
Los hechos que vivimos son reflejo de lo que se ha construido durante años y nos negábamos a ver. Estamos en la cumbre del desarrollo de la ciencia y están muriendo cientos de miles de personas precisamente en las naciones más desarrolladas, en las que han logrado el máximo nivel de bienestar, las que más consumen, las que se tienen por modelo de desarrollo. Un ser diminuto, al que ni siquiera podemos ver, ha puesto al mundo de cabeza, empezando por esos países.
Fueron ellos los que deformaron la naturaleza despiadadamente y los que ahora se preocupan por el cambio del clima y la pérdida de las gigantescas masas de hielo del Ártico. Un periódico de París anunciaba a mediados del siglo 19 que se estaba observando un “calentamiento climático”. Y ya entonces algunos cerebros audaces lo atribuían al modelo económico: quema de millones de toneladas de carbón, destrucción de bosques, abandono de las granjas.
Hoy continuamos con ese modelo. Gobiernos y empresarios tienen cincuenta años destruyendo sistemáticamente el campo mexicano. Su objetivo es proletarizar al campesinado, es decir, obligarlos a dejar de ser productores de comida para pasar a ser obreros encadenados en las fábricas, muchas de ellas extranjeras. Todas las poblaciones de los alrededores de Saltillo, sin excepción, son asaltadas por las maquiladoras para traerse a los jóvenes. Autobuses pertenecientes a líderes obreros y exgobernadores van hasta la Carbonera, Pilar de Richardson, Concha del Oro y otros lugares a trasladar mano de obra. Los recogen a las 4 de la mañana y los regresan a las 5 de la tarde.
Las formas de convivencia han evolucionado no para mejorar sino para empeorar. Quedan pocos núcleos sociales que promuevan los intercambios. En ese rubro tal vez la religión sea la última que propicia cambalaches en los que no hay un pago de por medio. En enero tuve la dicha de presenciar la pastorela de un ejido. Los que íbamos de Saltillo éramos cinco pero llegó gente de 14 poblados aledaños. Como la pastorela dura toda la noche es necesario que haya comida suficiente. Y la hubo. Nadie llegaba con las manos vacías. Ollas de tamales, frijoles charros, menudo y barbacoa, dulces y pan pasaban en un desfile. No creo que esa experiencia (del municipio de Saltillo) coincida con el concepto de “economía moral” de nuestro presidente, y claro que sí es economía moral, es decir, una forma de equilibrio social desarrollada al margen de la economía capitalista. El gran historiador Edward Thompson estudió esos sistemas de autoayuda o cooperación durante el capitalismo salvaje de la Inglaterra del siglo 19, en cuyo seno los obreros encontraron caminos de libertad fuera del dominio del dinero y la perversa sociedad victoriana.
Dígase lo que se diga aún existen prácticas que la religión católica conservó en forma de festejos, de ayudas… Es de todos conocida la experiencia de los zapotecos de Oaxaca: si alguien se casa, si otro se muere, si una chica cumple 15 años no faltarán donaciones: un guajolote, un litro de mezcal, dinero, tamales, música. Y de otra manera lo vi entre tojolabales de Chiapas: se casan dos jovencitos de 19 y 17 años; no poseen nada pues cada cual ese mismo día salió de casa de sus padres, pero toda la comunidad les edificó una casa, araron y sembraron su parcela, les dieron gallinas, ollas, un marranito y leña: el día de su boda tenían lo esencial.
¿Podríamos atrevernos? Apareció en VANGUARDIA que algunas señoras pusieron frente a su casa una mesa: “traiga comida para los que no tienen”; y a éstos: “llévese lo que le haga falta”. Sucedió algo igual en Torreón. ¿Economía moral?, llámele como quiera pero imítelas. El problema es que ahorita no debe uno salir… pero se puede desobedecer, con mucho cuidado.
Dentro de mi encierro leo (acabo de cumplir el mes). Leí dos libros de un psicoanalista crítico. Propone una teoría que nombra ecosofía. Dice que hemos construido tres amenazas: la destrucción del entorno natural, la decadencia de las relaciones sociales y el abandono de la subjetividad. Destrucción de la naturaleza, de la sociedad y de sí mismo. Es la perspectiva tecnocrática (Félix Guattari, 1989).
El coronavirus nos dirá si todavía podemos echar reversa o si ya estamos contaminados, no por el virus sino por los medios, los partidos, el neoliberalismo y otras amenazas.