Entre don Juan y don Quijano
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Entre don Juan y don Quijano
Nos referimos a menudo a arquetipos, a mitos fundacionales o a viejos relatos que circulan por los aires sin que los nombremos de manera directa. Hay quienes los practican en sus vidas sin sospechar que repiten, de manera inconsciente, algo que viene de muy lejos. Hay dos rasgos culturales que tenemos muy metidos en el cerebro: el machismo y la bondad.
Son tantas que ya no damos la atención que merecen a las denuncias de abusos contra mujeres, acusaciones por proposiciones indecorosas, piropos ofensivos, acoso y, evidentemente, violaciones sexuales y otras formas de violencia: sexual, psicológica, económica o simbólica.
No pretendo hacer un sermón sino proponer dos arquetipos muy españoles y, por tanto, muy mexicanos. Uno es don Juan y el otro don Quijote.
Don Juan es el conquistador de mujeres. Las seduce con facilidad y, después de hacer con ellas el acto sexual, las abandona. Es un hombre cuyas únicas categorías morales son el goce personal, corporal y la seducción. Es conquistador en el doble sentido, el de alcanzar un objetivo y el de cautivar. Don Juan aparece en varios géneros literarios. Don Juan Tenorio es la obra de teatro en verso de José Zorrilla, misma que gozó del beneplácito del público por siglos.
Dije que muy española, pero fue copiada y adaptada a otras lenguas. Lord Byron escribió un poema satírico en inglés sobre el tema con referencias al hombre que domina a la mujer. Moliere preparó en francés la obra de teatro Dom Juan, por cierto, muy exitosa y tan burlona como la de Zorrilla, pero con la sutileza del francés. Wolfgang Amadeus Mozart compuso una de sus obras maestras, la ópera Don Giovanni, con un libreto de Lorenzo da Ponte.
Es curioso que en varias lenguas y desde distintas formas de presentarlo, todos aceptan la figura mítica de un trasgresor, un burlador, que este es el mote que puso Tirso de Molina al suyo: “El burlador de Sevilla”. En la ópera de Mozart aparece un criado de don Giovanni, encargado de anotarle el nombre de las mujeres que ha seducido. En una aria hermosa señala a su patrón que se ha acostado con tantas alemanas, italianas, holandesas y demás, pero que en ese momento sólo las españolas suman mil tres. Aclara que son de toda condición, incluyendo nobles, posaderas o monjas. Todo indica que el único objetivo parecía ser aumentar el número. El mito es muy español y se escribió justo cuando los españoles se enriquecían con el oro y la plata de América y violaban a miles de mujeres en México, Perú o Paraguay. Unos las maltrataban, otros lo disfrutaban simbólicamente.
El otro ejemplo es “Don Quijote de la Mancha”. Don Quijote no es don Juan sino su contraparte. Don Quijote es el hombre que, en un siglo de conquista brutal de los indios por los españoles, de esclavización salvaje de los africanos y de las guerras entre cristianos propone un ideal humanitario: hay que hacer el bien a los desheredados, deshacer entuertos, salvar a las doncellas. Es justamente el reverso de don Juan. Si Cervantes vive en un siglo de injusticia, propone en su libro a un redentor que aparenta ser ingenuo y torpe, acompañado por un escudero que simula ser estúpido y, en realidad, es hombre práctico y bondadoso.
A partir de lo anterior podemos sugerir que Cervantes fue un hombre que estuvo muy por encima de su época. Mientras los españoles sometían a millones (americanos y africanos), mientras hacían la guerra a los moros y aun al Papa (Carlos V atacó Roma y la saqueó) él creó una obra en la que proponía un mundo justo y de entendimiento. Don Quijote será el defensor de las doncellas y no su violador.
Esos arquetipos están en el aire y en la mente. No es que uno haya escogido una forma de ver el mundo, sino que la heredamos. Eso no justifica conductas hirientes contra la mujer; es tiempo de deshacerse de esa parte de la cultura, que pesa tanto. La otra, la quijotesca también aparece. Por ejemplo, ahora los mexicanos se han desbordado en apoyo a la caravana de centroamericanos. Don Quijote contra los molinos de viento, es decir, contra Donald Trump. Hay solidaridad. También hay placer en ayudar.