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Enrique Mercado, colega brillante y hombre de bien.
Cuando (quizá en el verano próximo) contemplemos el inicio del final de la crisis sanitaria por COVID-19, el inevitable recuento de daños en el sector salud pondrá al desnudo sus escombros. Nos tomará la totalidad del nuevo año, pero tendremos la perspectiva mínima para entender la dimensión del desastre.
Lo ocurrido en el primer tercio del gobierno de López Obrador en el sector salud demostrará entonces un viejo axioma de la política: lo bueno tiene un límite corto; lo malo siempre puede estar peor.
El balance exhibirá los lastres que ya cargaba el sector antes del inicio de la administración AMLO, y sumará un rosario de acciones fallidas, escaso margen de maniobra financiera del Estado y el fenómeno de una sociedad con amargas historias de pérdidas de seres queridos (más de 200 mil, según estimaciones a junio). A ello habrán de agregarse legítimas exigencias de médicos y enfermeras, y el reclamo de padres y madres por la escasez de medicamentos para sus hijos. Al abrirse las puertas del enclaustramiento, la indignación también saldrá a las calles.
Por ahora es impredecible, pero la profundidad del problema puede reclamar de Palacio Nacional el resto del sexenio para corregir sus errores y marcar con mayor claridad y eficacia hacia dónde quiere llevar el sector que encabeza el secretario de Salud, Jorge Alcocer.
Valdrá la pena tener a la mano un apunte de qué tan mal lo estaba haciendo el país al cierre de este 2020 en materia de control de la pandemia. Aquí tiene usted diversos casos de naciones y sus números clave: casos confirmados, casos nuevos detectados, y muertes. Le sugiero que no se le escape la proporción que guardan entre sí esas cifras (aquí fallece un porcentaje comparativamente muy alto de los casos detectados), porque de ello se sigue derivando un misterio que nadie nos ha querido aclarar.
El domingo pasado se reportó que en México existe un registro acumulado de 1.502 millones de casos confirmados, a los que se agregaron en un solo día 6 mil 217 nuevos, y habían muerto ya 129 mil 502 personas.
Ese mismo día Estados Unidos tenía ya 19.6 millones de casos confirmados, 68 mil 979 casos nuevos, y 342 mil 094 muertes. Es decir, casi 14 veces más casos confirmados, pero sólo 2.6 veces más muertes. Más cifras: Canadá, con 554 mil 416 casos confirmados, 2 mil 396 nuevos en un día, y 15 mil 009 muertes. Tenemos aquí tres veces más confirmados, pero casi nueve más víctimas mortales.
Cabe una mirada a América Latina, con similar perfil poblacional, dimensión económica y otros factores. Brasil: 7.4 millones de casos confirmados, 18 mil 479 añadidos en la fecha de referencia, y 191 mil 207 muertes. Colombia: 1.59 millones de confirmados, 9 mil 594 más diarios y 42 mil muertes (casi los mismos confirmados que aquí, pero con la tercera parte de muertes). Argentina: 1.582 millones de confirmados, 5 mil 030 agregados y 42 mil 650 mil muertes (similar a Colombia, pero notablemente más bajo también en muertes que en México). Perú: 1.007 millones confirmados, mil 339 agregados, 37 mil muertes. Chile: 600 mil confirmados, mil 771 agregados, y 16 mil 443 muertos. Esto es, 40% de los confirmados, pero apenas 11% de los muertos.
Por si usted lo pregunta, el próximo año, Hugo López-Gatell, al que se encomendó ser vocero y estratega de la batalla contra la pandemia, será considerado irrelevante frente a la tragedia que buscó maquillar. En ningún lugar la tarea de los espantapájaros puede ser responsabilizarse sobre los daños causados por una tormenta en los terrenos del rancho.