Enrique: entre la abeja y la araña

Usted está aquí

Enrique: entre la abeja y la araña

Agónica, la última abeja lagunera descansaba en su lecho de muerte. La cobija que le cubría era un recorte de periódico con esta noticia: “La Laguna vive una crisis mundial por la pérdida de abejas, ya que sin ellas no existe polinización y un crecimiento adecuado de las frutas y verduras. 

El presidente de la Federación Nacional de Apicultores, Enrique Estrada señala que la causa de la mortandad de las abejas es el uso de pesticidas neonicotinoides  en el campo. Sagarpa  confirma utilizarlos para el combate del Pulgón Amarillo, a pesar de que en Europa y Estados Unidos están prohibidos. 

El Congreso de Coahuila y de Durango no tienen contemplada su prohibición, tal y como lo legisló Chihuahua, porque ellos comparten la postura del Delegado de Sagarpa, Armando García Triana, de “no tener un estudio que compruebe las causas de la muerte masiva de las abejas en La Laguna”. 

Rodeaban a la abeja en sus últimos momentos, el mosquito anófeles, la pulga  de la rata negra, la chinche besucona, el avispón asiático gigante, la hormiga de fuego y la araña violinista. Entre ellos suman más de dos millones de muertes anuales. 

Compungidos la miraban, hasta que la chinche besucona le preguntó: “¿Quién fue el responsable de la muerte masiva de las abejas en La Laguna? Enrique Martínez y Martínez, exsecretario de Sagarpa por no prohibir el uso de esos pesticidas”.

¿Y ese quién es? Intervino la hormiga de fuego. “Es un tipo, de bigote fino y porte altivo, cuya mayor virtud es ser amigo de Peña Nieto. Durante su gestión, no concretó la reforma estructural en el campo, ni mejoró los índices en seguridad y autosuficiencia alimentaria, tampoco redujo de manera sustantiva la importación de alimentos que sumó 224 mil millones de dólares entre 2003 y 2013”. 

“Entonces, ¿qué hizo el ingrato?”, exclamó el avispón asiático.  “Lo mínimo suficiente para ser nombrado Embajador de México en Cuba”, concluyó la abeja. “¡En la madre!, clamaron todos al unísono”.

“Los convoqué, continuó la abeja, porque quiero que uno de ustedes le recuerde el daño que causaron su insensibilidad y negligencia a la Comarca Lagunera. Es sólo un recordatorio, nunca mortal, donde más le dolería, en el codo, por ejemplo”. 

La araña violinista, rápido levantó una de sus ocho patas y gritó: “¡Yo abejita lagunera, yo”. El resto es historia.