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Enigmas de la dieta
Por: OMNIA
La Asociación Médica Americana reportó recientemente los resultados de un estudio sobre ‘modificación dietética’, que le dio seguimiento a 50 mil mujeres por más de ocho años. A la mitad de esas damas se le pidió que siguieran con su alimentación regular, mientras que la otra mitad fue invitada a consumir una alimentación baja en grasa.
A las mujeres del segundo grupo se les pidió que redujeran el consumo de grasa de 32 por ciento, como promediaban en su dieta regular, a tan sólo 22 por ciento. Y que además aumentaran la ingesta de frutas, verduras, cereales y legumbres, para ver si ese tipo de alimentación lograba prevenir las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
Mientras que a las mujeres en el primer grupo (el grupo de comparación) se les pidió que no cambiaran su régimen alimenticio.
¿Qué encontraron los inves-tigadores? Que la alimentación baja en grasa no protegió a las mujeres contra las enfermedades cardiovasculares ni contra los cánceres de seno y colon.
¿Quiere decir que todas esas donas y todas esas papas fritas que las mujeres del segundo grupo dejaron de consumir durante ocho años no les sirvió de nada? ¿Significa que uno puede comer lo que quiera y olvidarse de las dietas, que todo lo complican?
Con un número de mujeres tan grande participando en esta prueba, esos resultados deben ser verdaderos. ¿Cierto?
Bueno, no, no, exactamente. Los investigadores reconocieron que el estudio tuvo algunas modificaciones inesperadas. Por ejemplo, las participantes en el grupo de la dieta baja en grasa, no lograron reducir su ingesta de grasa como se esperaba; es decir, de 32 a 22 por ciento.
Además no incrementaron mucho su consumo de granos, frutas y verduras, haciendo más difícil demostrar que había diferencias entre las mujeres de ambos grupos.
Resultados endebles
Para las mujeres que estuvieron en el grupo de la dieta ‘baja en grasa’, el colesterol ‘malo’ disminuyó tan sólo 2.6 por ciento, mientras que la presión sanguínea disminuyó escasamente 2 por ciento; y la prueba tampoco mostró indicios de prevenir los cánceres de colon y de seno, como se esperaba.
El estudio tampoco encontró diferencias entre ingerir grasas ‘buenas’ (como las de los aceites vegetales monoinsaturados) e ingerir grasas nocivas (como las grasas saturadas de la carne y las transaturadas de los fritos de bolsa y las galletas).
Este punto es importante porque estudios anteriores habían mostrado que las grasas ‘buenas’ ayudaban a reducir la inflamación, un factor determinante que parece proteger tanto del cáncer como de las enfermedades cardiovasculares.
En fin, la lección real del estudio realizado con las mujeres fue la siguiente: si usted no cambia mucho su estilo de vida, no mejorará los parámetros asociados a la buena salud.
Todo esto quiere decir que pequeños cambios en la alimentación no tienen un efecto significativo en prevenir las enfermedades crónicas, sobre todo en las personas de alto riesgo.
Sin embargo, sí hubo una buena noticia: el estudio demostró que el riesgo de un ataque al corazón fue mucho menor en el subgrupo de mujeres que consumió la más baja cantidad de grasas saturadas y transaturadas, y la más alta cantidad de frutas y verduras.
Este descubrimiento es consistente con otros estudios, y demuestra que las personas que consumen una alta cantidad de grasas saturadas y transaturadas, muestran un empeoramiento de sus males coronarios. Lo que a su vez significa que el tipo de grasa tiene una gran influencia en la salud cardiaca. Y que las grasas ‘buenas’ logran reducir en gran medida el riesgo de los males coronarios.
Lo más notable
Los expertos dicen que el cuerpo humano tiene una enorme capacidad de sanar y de corrregir los efectos de los malos hábitos alimenticios, si usted le da la oportunidad de hacerlo.
De hecho, se ha constatado que la mayoría de la gente que ya tiene un problema cardiovascular puede revertir sus males haciendo los cambios apropiados en lo referente a la alimentación y el estilo de vida (pero no cambios simples sino cambios intensos).
Esos cambios deben incluir menos grasa saturada (carnes), menos ácidos grasos transaturados (fritos de bolsa), muchas frutas, verduras, cereales y legumbres, ejercicio moderado y técnicas para la reducción del estrés (como el yoga y la meditación).
Incluso el año pasado se publicaron los resultados de una prueba controlada al azar, que demostró que cambios intensos en la alimentación pueden detener o revertir no solo los males cardiacos, sino los procesos que llevan a los cánceres de próstata, de colon y de mama.
En el estudio sobre ‘La Salud de la Mujer’, la incidencia de cáncer de seno fue más baja en el grupo que disminuyó el consumo de grasa, aunque no lo suficiente bajo para ser estadísticamente significativo.
No obstante, un estudio reportado el año pasado por Rowan T. Chiebouski en la revista de la Sociedad Americana de Oncología, mostró que las mujeres que redujeron su ingesta de grasa en 25 por ciento, (aproximadamente 33 gramos de grasa al día) redujeron su riesgo de recurrencia de cáncer de seno en 42 por ciento después de cinco años de haber sido operadas, en comparación con otro grupo de mujeres que consumía un promedio de 50 gramos de grasas al día.
Y un estudio de Harvard publicado también el año pasado reportó que caminar al menos tres horas por semana redujo significativamente el riesgo de muerte por cáncer de seno.
Busque la diversidad
La grasa es solamente parte de la historia de las enfermedades crónicas. Lo que incluimos en nuestra alimentación es tan importante como lo que excluimos. Hay una enorme cantidad de sustancias, todavía poco conocidas que parecen ser muy beneficiosas para la salud, entre ellas fitoquímicos, flavonoides, carotenoides, isoflavones y licopeno… Se trata de sustancias encontradas en el reino vegetal, principalmente en las frutas, verduras y legumbres.
O sea que usted asegura un amplio espectro de nutrientes saludables con tan sólo variar lo que come. De hecho, la variedad es lo que le asegurará una alimentación saludable. Más aún, si usted varía lo que ingiere no tiene que preocuparse demasiado por lo que come.
O sea que si un día se le antoja una opción engordadora, no tiene que sentirse culpable porque sabe que al día siguiente volverá a su rutina saludable. Y si usted se sienta en el sofá todo un día, puede ejercitarse un poco más al día siguiente para asegurar que sus parámetros vitales se mantengan en niveles aceptables.
Los estudios han mostrado que aquellos que se ejercitan de manera regular y comen de manera diversa, se pueden permitir algunas indulgencias, sin culpa.
Si su actual estilo de vida es suficiente para lograr sus metas, grandioso; si no, entonces considere hacer cambios más drásticos en su alimentación y en su rutina cotidiana, eso le llevará vivir más y mejor.
De hecho, si lo hace, se sentirá muy bien todos los días de su vida (DeanOrnish, Newsweek).
USTED ES SU ASESINO
Un estudio argumenta que nuestras decisiones personales causan cada año 300 muertes innecesarias por cada 100 mil habitantes.
O sea que el principal asesino del mundo Occidental no es el cáncer ni las enfermedades cardiovasculares, tampoco fumar ni comer en exceso, es nuestra falta de habilidad para tomar decisiones inteligentes que nos lleven a comprometernos con nosotros mismos, y a desechar conductas autodestructivas relacionadas con lo que comemos, bebemos o hacemos, incluyendo el sexo sin protección y conducir sin el cinturón de seguridad.
“Cuando una sociedad toma muchas decisiones equivocadas, sus integrantes se enfrentan a vidas más cortas”, dice un estudioso del comportamiento humano .
Eso significa que necesitamos pensar mejor las decisiones que tomamos en la vida cotidiana (todo lo que decidimos tiene sus pros y sus contras).
Por ejemplo, es obvio que fumarse tres cajetillas de cigarros al día o manejar alcoholizado, son decisiones equivocadas. Entonces ¿por qué las tomamos? ¿Por qué demasiados de nosotros tomamos decisiones que nos pueden matar? “Parecería como si el ser humano tuviera una clara tendencia hacia la autodestrucción”, dice el experto.
¿Cómo resolver al respecto?
Valorando la toma de decisiones en vez de aceptar “lo que nos depara el destino” incluyendo las opciones que nos son sugeridas por otras personas.