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En primera plana

La innata predisposición del mexicano a decantarse por el débil, el pequeño, el desaventajado, volvió intrascendental el segundo Oscar como director del connacional, “El Negro” Iñárritu.

Como de costumbre, nuestro deseo subyacente era ver al disminuido levantarse con la victoria, así que estábamos más pendientes del resultado que obtuviese Leo DiCaprio en su respectiva categoría, pues ya se estaba convirtiendo en una lucha dispareja entre el protagonista de Revenant contra la implacable fuerza de la costumbre.

No creo que sea un rasgo necesariamente pernicioso ese de que nos identifiquemos con quien tiene las probabilidades en contra. Al menos yo no le veo la emoción a apostarle a lo seguro.

Y así fue, luego de 20 años de infructuosas nominaciones, que pudo Leo por fin constatar que la madre esa pesa casi cuatro kilos (de manera que alzar la estatuilla demanda un reto histriónico y físico).

Lo hizo bien Leo, pues en su discurso de agradecimiento apenas y habló de sus méritos para, en cambio, privilegiar con sus palabras el tremendo problema ecológico y climático que se cierne sobre todos los seres humanos (y no humanos) por igual aunque, amenaza en mayor medida a las comunidades pobres y menos desarrolladas.

Difícilmente el “speech” de DiCaprio va a remediar algo, pero al menos nos dio una cátedra de sobriedad en la victoria.

Fueron sin embargo sus fanáticos aztecas los que se pusieron como el Lobo de Wall Street por el logro de este nuevo favorito de Hollywood. Nosotros sólo tenemos una manera de celebrar el triunfo y es curiosamente idéntica a la forma en que lloramos las derrotas, intoxicándonos con chupe (un mal hábito que nos dejó José Alfredo).

El caso es que el “Grand Prix”, la categoría máster, el galardón principal, la estatuilla para la Mejor Película del año, pasó desapercibido. Una vez reconocido el trabajo de Leo y la dupla mexicana “Negro” y “Chivo”, lo demás era lo de menos.

Fue la película “Spotlight” (“En Primera Plana”) la que pasará a la historia como el filme de la Academia del 2016. Y aunque me parece una inconsistencia (y una chapuza del evento) que Mejor Dirección y Mejor Película no vayan de la mano, he de agradecer que al menos se trate de un filme que valora el oficio de la investigación periodística.

Quizás ya lo sepa, “Spotlight” trata sobre la investigación que realizó el Golden Globe de Boston a principios del presente siglo, misma que puso al descubierto un sinnúmero de abusos sexuales perpetrados por miembros del clero en contra de menores de edad, casos que fueron sistemáticamente encubiertos por la autoridad eclesiástica.

En mi opinión, la cinta no es nada del otro mundo, sus arcos dramáticos no son espectaculares y los personajes accesorios están pobre y babosamente dibujados (el conflicto de Rachel McAddams es que a su abuelita no le vaya a dar un patatús cuando lea el periódico sobre los padrecitos pederastas).

Pero, como decía, al menos se trata de un filme que celebra el trabajo del buen reportero, aquel que está comprometido con sus convicciones y con su comunidad; ese que entiende que el poder que el oficio le otorga es para hacer una diferencia en la sociedad, no en su manera de vivir.

Yo entiendo que el periodismo evolucione y se adapte del formato impreso al soporte virtual; entiendo que la información inmediata tiene un valor específico, pero la información profunda tiene otro muy distinto.

Entiendo que las tecnologías vigentes hacen de cualquier ciudadano un potencial reportero, alguien que puede notificar un hecho a sus conciudadanos o al mundo entero.

Pero creo en el rigor que sólo el versado y entrenado en temas de comunicación y periodismo puede aportarle, como también creo que las empresas informativas son las únicas que pueden respaldar una noticia, pues de lo contrario no supera la categoría de rumor.

Entiendo que hay tendencias y que todos los días hay que inventar estrategias, esquemas, conceptos para ganar lectores y no perder a los que ya tenemos (por supuesto, ofrecer la verdad, con todo lo arrogante que ello suene, es la mejor estrategia).

Sé que por moda o tendencia un medio puede intentar destacar a diversos personajes y perfiles, así como otros aspectos de nuestra cultura en un sentido muy amplio. 

Se vale improvisar y experimentar, ya que estamos en permanente disputa por el público, pero jamás debe relegarse la información dura, la que maneja datos, cifras, nombres, hechos.

Allí reside la razón de ser de un medio de comunicación y allí radica la aportación que puede hacer a su ciudad, al país y al mundo.

Denunciando, exponiendo, evidenciando es como nos hemos podido enterar de la pederastia en una de las instituciones más poderosas del mundo, y es gracias a la investigación de un periodista profesional que supimos que desde la administración pasada se robaron todo el dinero de los coahuilenses.

El día que no tengamos nada de esto que ofrecer, será mejor retirarse con modestia y lo que nos quede de dignidad, y decir, “gracias, esto fue todo”.

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