En ocasiones hay que nadar a contracorriente: en sentido opuesto

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En ocasiones hay que nadar a contracorriente: en sentido opuesto

ESMIRNA BARRERA
Es mediante la voluntad y las agallas de dedicar el día en aquello que te apasiona como se alcanzan las metas

Fénelon (1651- 1715) bien lo expresa: “La energía y el trabajo obstinado, superan y vencen los mayores obstáculos. Casi no hay cosa alguna imposible para quien sabe trabajar y esperar. Los que se duermen suponiendo que las cosas son imposibles, merecen todo el mal que les sobrevenga. La impaciencia que parece energía y vigor del espíritu, no es más que una debilidad y afán de sufrir. La impaciencia, hace perder las más importantes ocasiones, produce malas inclinaciones y aversiones que perjudican los más grandes intereses; hace decidir los negocios más importantes por las más insignificantes razones, obscurece el talento, rebaja el valor, y hace a la persona desigual, débil e insoportable.

Las personas de carácter, son infinitamente más raras que las de talento. El talento puede no ser más que un don de la naturaleza. El carácter es el resultado de mil victorias logradas por el hombre sobre sí mismo. El talento es una cualidad, el carácter es una virtud”.

Paradoja

La vida del australiano Tony Fingleton es una paradoja,  su existencia  demuestra que, en muchísimas ocasiones,  aquéllas personas que tienen las mejores posibilidades de salir adelante  ¬- por sus antecedentes familiares, recursos, preparación académica, etc. -   fracasan; mientras otros,  que no tienen abundantes recursos, que más bien carecen de ellos,  que han vivido graves penurias, que han padecido enfermedad o dolor,  o que tienen menores oportunidades son, con el tiempo,  las que logran alcanzar  las metas más excelsas, me refiero a esas personas que, a pesar de los pesares,  alcanzan notables niveles de excelencia haciendo sentir su presencia en todo aquello que tocan. Son los que marcan un antes y un después gracias a una inagotable pasión.

Estas son las personas que saben a qué dedican sus horas. Saben que la perseverancia hace milagros y que todo obstáculo está hecho para crecer, para poner a prueba y forjar el carácter.

Disfuncional…

Tony Fingleton nació en un pequeño barrio de Brisbane en Australia, donde la mayoría de los hombres - que trabajaban en los muelles -, gastaban sus salarios en los bares. Era uno de esos típicos lugares en el que el tiempo transcurría en la monotonía de las anécdotas vividas durante la semana, muchas de ellas contadas infinidades de veces.

La familia de Tony era disfuncional, había serios problemas de comunicación y ausencia de amor, padeció una infancia sombría y dolorosa: su padre y hermano alcohólicos, su madre intentó suicidarse (empujada por el maltrato de su marido), su familia luchó constantemente en contra de la pobreza; para empeorar el panorama su padre solía abusar de la familia, psicológica y físicamente. 

El joven Tony siempre quiso ganar el aprecio y amor de su padre pero nunca lo logró;  de hecho,  éste lo consideraba a Tony como un niño “débil”  a quien le solía gritar: "tú me haces sentir avergonzado", "me gustaría que no existieras".

Total disciplina

Su padre,  al darse cuenta de los talentos de Tony y su hermano mayor para la natación,   los entrenó  desde niños  con cronómetro en mano y una despiadada disciplina hasta que el mayor llegó a ser el campeón más joven de Queensland y,  en  1961, el propio  Tony  logrará  una medalla de plata en los Juegos de la Commonwealth (imperio británico);  pero,  a pesar de todo su esfuerzo y dedicación,   su padre siempre  lo menospreció,  no así a  su hermano lo que provocó que la estrecha relación que, en un principio existía entre los hermanos,  se deteriorara gravemente.

Harvard

Sin embargo, con el paso del tiempo, Tony se convirtió en un joven llenísimo de optimismo, ganando una beca en la prestigiada Universidad de Harvard.

Tony actualmente es escritor, guionista y  productor de cine; de hecho, escribió el guión  de una  película, emotiva e inspiradora,  que narra su propia vida: "Swimming Upstream" (http://www.youtube.com/watch?v=V2v9ILQs0QI).

¿A qué horas vives?

Sin duda la vida de Tony, como la de muchas otras personas que logran sus objetivos,  demuestra que todo aquello que tiene auténtico valor requiere de determinación, paciencia y persistencia, que en ocasiones hay que nadar a contracorriente, que existe un momento para sembrar y otro para cosechar, que la clave no se encuentra en los recursos que se poseen, porque  en muchas ocasiones éstos solo sirven para desviar el camino, sino en el hambre de transformase en lo que se desea ser.

Tony demuestra que es mediante la voluntad y las agallas de dedicar el día en aquello que te apasiona como se alcanzan las grandes metas en la vida. (http://www.youtube.com/watch?v=SEg49WmCnmU).

100 pies…

Comparto la siguiente parábola de autor desconocido la cual ilustra el valor de la paciencia y persistencia:

<< Le dice Dios a un hombre que ha perdido la pasión por la vida, que se encuentra en una situación de angustia y desesperación: “cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, les di luz y agua. Pronto el helecho creció, pero la semilla del bambú no germinaba. Sin embargo, no renuncié al bambú. Para el segundo año, el helecho creció más brillante y abundante. Pero parecía que la semilla de bambú renunciaba a la vida, pero yo no renuncié al bambú. En el tercer y cuarto año, el helecho seguía creciendo y dando vida a nuevas plantas mientras aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié. En el quinto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú, pero no renuncié. Luego en el sexto nada, hasta el séptimo año, un pequeño brote salió de la tierra. En comparación con el helecho, era aparentemente muy pequeño e insignificante. Pero sólo seis meses después, el bambú creció más de 100 pies de altura.

Paciencia

¿Tardó seis meses en crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis meses en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, el bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.

Dios le dijo: “No le daría a ninguna de mis creaciones un reto que no pudiera sobrellevar. ¿Sabías que todo este tiempo, que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Si no renuncié al bambú, nunca renunciaré a ti. No te compares con otros: El bambú tenía un propósito diferente al del helecho; sin embargo, ambos eran necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso. Tu tiempo vendrá, ¡crecerás muy alto!” Entonces el hombre preguntó: “¿Y qué tan alto debo crecer?” En respuesta Dios le hizo otra pregunta: “¿Qué tan alto crecerá el bambú?”. El hombre contestó: “supongo que tan alto como pueda”.

Cultivar

Quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y le grita: “¡Crece!”. El bambú japonés alcanza una altura mayor a los 30 metros y algunos llegan a crecer un metro diario.

No existen las soluciones rápidas; de hecho, lo más rápido suele convertirse en lo más lento; tampoco los resultados, los triunfos nacen de la nada, no se manifiestan por “generación espontánea”, se requiere la paciencia, así como una fe racional que permite saber que nuestras convicciones personales harán posible llegar hacia donde hemos puesto la mirada.

El éxito es consecuencia del crecimiento interno y éste requiere hambre y tiempo. Tal vez por la desesperación, por pensar al corto plazo, las personas abandonan la lucha, tal vez cuando estaban a punto de lograr algo bueno. ¿Qué falta en estos casos?

Carácter

El mayor de los triunfos es saber que lo padecido para logar una meta, lo sufrido para llegar a ser lo que se quiere ser en la existencia, en verdad han valido la pena y creo que, en mucho, en esto consiste la alegría y la plenitud; pero, insisto, para alcanzar un nivel de excelencia hay que estar dispuestos a nadar pacientemente a contracorriente, en sentido opuesto y, de paso, aprender las virtudes del fracaso.