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“En mi interior soy una niña”, menores transexuales en EU
Bruce Jenner se convierte en Caitlyn y películas como "The Danish Girl" o la aclamada "Transparent" acercan al gran público la problemática de las personas transexuales. Pero también las familias con niños transgénero han decidido salir del armario en Estados Unidos.
Avery tenía tres años cuando empezó a pedir un vestido de princesa. Sus padres se asombraron, dudaron, pero al final se lo compraron. Su madre, Debi Jackson, una cristiana republicana y conservadora de Kansas City, estaba convencida de que solo era una fase. Pero su hijo nunca más quiso quitarse el vestido.
Con cuatro años, Avery apartó a su madre en un centro comercial lleno de gente y le dijo serio: "Mamá, ¿tú sabes que yo en realidad soy una niña? En mi interior soy una niña".
En una charla que se puede ver en YouTube, Jackson recuerda cómo en ese instante se le cortó la respiración. "Mi hijo no me dijo: ¡quiero ser una niña! Me dijo: yo soy una niña".
Ese fue el momento en el que se tambaleó toda la vida de los Jackson, una familia conservadora modelo con unos valores muy firmes. "Yo al principio ni siquiera sabía lo que significaba la palabra transgénero", recuerda Debi Jackson.
Hoy, Avery tiene ocho años y vive como una niña. Sus padres consultaron a pediatras, endocrinólogos y psicólogos y al final se trasladaron durante un año para hacer más fácil para todos la transición.
Cuando Avery regresó al barrio tenía sus ansiados cabellos largos, pero se había quedado sin amigos. También los amigos de los padres e incluso familiares dejaron de tener contacto con ellos o se cruzaban de acera cuando los veían. Cuando Avery iba por la calle con su disfraz de hada, su madre la protegía de los comentarios malintencionados. "Lanzaba miradas asesinas".
Avery es uno de los muchos niños transexuales cuya vida está lejos de la normalidad pese a que se han ampliado los derechos de las lesbianas, homosexuales, bisexuales y transgénero (LGBT) en Estados Unidos, sobre todo a través de decisiones de la Corte Suprema, como la del matrimonio entre personas del mismo sexo en 2015.
Hasta ahora solo 19 estados, además de Washington D.C. y Puerto Rico, han incluido a los transgénero en sus leyes antidiscriminación. Pero, a pesar de ello los afectados cada vez se atreven más a mostrar en público su situación, reciben ayuda en grupos de apoyo y se conectan en las redes sociales.
De eso habla también la ganadora del Pulitzer y reportera de ciencia Amy Ellis Nutt en su nuevo libro, llamado "Becoming Nicole" (Convirtiéndome en Nicole). Durante varios años acompañó para documentarlo a la familia Maines, que adoptó en 1997 a dos gemelos varones, Wyatt y Jonas.
A diferencia de Jonas, a Wyatt no le interesaban los piratas ni las figuras de Star Wars. Una foto muestra al orgulloso niño con cuatro años con su colección de barbies. Dibujaba autorretratos como si fuese una niña y veía su pene como una parte de su cuerpo que le desagradaba.
Al igual que los Jackson, también los padres Wayne y Kelly Maines son conservadores. "Al principio estaba furioso. Esto no fue fácil para mí", relata al teléfono el padre de Nicole, antes Wyatt.
Su madre, Kelly, apoyó siempre al pequeño, que se sentía como una niña y era dejado a un lado cada vez más por los padres de otros niños. La familia tuvo que cambiar de escuela y hasta mudarse debido a los ataques, sobre todo de cristianos muy religiosos.
Wayne Maines necesitó diez años para aceptar que uno de sus hijos era en realidad su hija. "No hubo ningún momento concreto, todo fue sumando", relata Maines. "Cuando uno ve que un niño empieza a hacerse daño a sí mismo, lo contento que se pone cuando puede ponerse un vestido..."
Maines, a quien no le gusta aparecer en público, se convierte así en un luchador por los derechos de su hijo y consigue en 2014, con un auténtico juicio modelo, que niños como Nicole puedan usar el baño del sexo que sienten en su interior y no con el que nacieron.
Hoy Nicole es mayor de edad, va a la universidad y dio el último paso, el que Avery aún tiene por delante, si así lo quiere: la operación que le permite cambiar de sexo y que sólo es posible a los 18 años.
Los niños transgénero se enfrentan a un proceso médico y terapéutico de muchos años. Primero los expertos tienen que certificar que sufren de una disforia de género (contradicción entre su identidad sexual y el sexo biológico) que debe ser sentida como persistente, constante e intensa, según los criterios de la asociación de psiquiatría.
Primero se modifica solo el aspecto exterior y luego se retrasa con bloqueadores de hormonas el inicio de la pubertad. El siguiente paso es tomar hormonas del sexo deseado. Los niños transgénero desarrollan facciones faciales más angulosas con la testosterona y pelos en el cuerpo, mientras que los estrógenos hacen que los varones tengan facciones y características corporales más femeninas.
¿Pero por qué se produce este fenómeno? ¿Incluso en caso de gemelos que tienen la misma herencia genética? La determinación y desarrollo de los órganos sexuales se produce en el embrión antes que la formación de las áreas cerebrales fundamentales para la identidad de género.
Elementos externos como estrés hormonal o químicos pueden influir en la sincronización del sexo interno y el externo, estiman los médicos. Y también es posible que un feto reciba una diferente carga hormonal en el vientre de su madre que el otro, explica Amy Ellis Nutt.
Los expertos creen que el desarrollo de una identidad transgénero tiene diversas causas y también que la diferencia entre un hombre y una mujer tiene muchas más zonas grises de lo que suele pensarse.