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En México los tiburones valen más vivos que muertos
"Empezó con un tiburón", me cuenta Eduardo Martínez, uno de los fundadores de Pelagic Life, una ong mexicana que lucha por proteger la biodiversidad marina. "Vimos que el tiburón estaba enganchado a una boya y decidimos liberarlo. Queríamos liberar al tiburón, pero no pensamos más lejos que eso". Tras liberar al tiburón se encontraron con el pescador dueño de la boya.
Eduardo toma café de su taza de tiburones mientras él y otros miembros de Pelagic Life recuerdan aquel viaje a San Carlos, un puerto pesquero en la Bahía Magdelena de Baja California Sur, del lado del Pacífico. Junto a él está sentado Jorge Cervera, miembro del consejo directivo y productor del documental México Pelágico, que aborda el problema de la sobrepesca de tiburones en México y propone el ecoturismo como una solución a ésta.
Los fundadores de Pelagic Life son jóvenes de entre 28 y 35 años que comparten algo en común: el amor por el mar y la fotografía. Comenzaron en 2010 como un grupo de amigos que organizaban viajes al mar, donde tomaban fotos y documentaban la vida marina. Hoy, cinco años más tarde, Pelagic Life es una ong que trabaja con los pescadores de Bahía Magdalena para fomentar el ecoturismo y darle así una alternativa viable a los pescadores de la zona para reducir la pesca de tiburón. "Empezó como un hobby, luego pasamos a documentar todo para crear conciencia sobre la vida marina, y después nos hicimos una ong que trabaja en conjunto con los pescadores".
Cada año se capturan alrededor de cien millones de tiburones, y México es históricamente unos de los países donde más cazan a este animal; en 2007, por ejemplo, México fue el sexto país que más tiburones capturó, con aproximadamente 34 mil toneladas, de acuerdo con el documental. Los tiburones son pescados. Sus aletas son exportadas principalmente a China y Taiwán. Y mientras en Asia un platillo de sopa de aleta de tiburón puede alcanzar hasta los cien dólares, a los pescadores de San Carlos les pagan entre 200 y 400 pesos por un kilo de aleta.
"Los pescadores no son los responsables; ellos también son una víctima de la cadena de suministro", me dice Carlos. Y es por eso que después de liberar aquel tiburón en San Carlos, los miembros de Pelagic Life decidieron pagarle al pescador el tiburón que liberaron. "Documentamos el momento cuando liberamos al tiburón, lo subimos a Facebook y todo el mundo se volvió loco con el tema. Entonces supimos que ahí había algo importante que le importaba a las personas", agrega.
A partir de entonces se propusieron liberar más tiburones. Por cada tiburón pagaron 300 pesos al pescador y liberaron alrededor de 25 animales, para lograrlo tuvieron que crear un crowdfunding. Sin embargo, al poco tiempo se dieron cuenta que liberar tiburones uno por uno y pagarlos a los pescadores no era una solución real y tampoco atacaba el verdadero problema: la sobrepesca de tiburones por falta de oportunidades de los habitantes de San Carlos.
Entonces el equipo de Pelagic Life decidió buscar otros casos de éxito, como Cabo Pulmo, en Baja California, una playa en la que se detuvo un proyecto hotelero y que ahora funciona como parque nacional, y la isla de Holbox, en Quintana Roo, donde el nado con tiburones ballena ha traído grandes recompensas económicas para la región. Sin embargo, aún tenían un obstáculo: para que haya turismo, se necesitan turistas, y muy poca gente conoce San Carlos. "Tenemos el mejor lugar del mundo para ver tiburones blancos, pero nadie lo sabe", me dice Ignacio.
Si bien los videos que grababan y subían a sus redes fueron muy importantes para difundir su trabajo y generar conciencia, no fue sino hasta que estrenaron su documental México Pelágico, en 2014, que pasaron de ser una pequeña organización a ser conocidos mundialmente. En el documental, que ha ganado tres premios en festivales internacionales de cine, se muestra la diversa vida submarina de Bahía Magdalena, en la que se ven tiburones azules, macos, blancos, atunes, ballenas, delfines, marlin, lobos marinos y otros tantos animales. Sin embargo también muestran el puerto al que regresan los pescadores, donde cientos de cadáveres sin aletas yacen en la arena secándose al sol.
En México está prohibido el aleteo —práctica en la que sólo se cortan las aletas a los tiburones y el resto del animal es arrojado al mar—, por lo que los pescadores se ven obligados a regresar con todo el tiburón a la costa, haciendo de este puerto un depósito de cadáveres. Y aunque las aletas se exporten a Asia, en México somos grandes consumidores de tiburón: los pescadores se ven obligados vender el resto del tiburón a precios muy bajos, por lo que a veces la carne es vendida en el país como bacalao, huachinango y cazón.
"Se nos heló la sangre", recuerda Eduardo cuando le pregunto sobre esta parte específica del documental.
"No se trata de los cangrejos de Alaska, donde los pescadores se arriesgan pero ganan miles de dólares", me dice Ignacio Armida, miembro y asesor legal de Pelagic Life. "En San Carlos, no están arriesgando la vida para enriquecerse; están arriesgando su vida para sobrevivir".
Los pescadores viajan 230 kilómetros diario para poder llegar a donde se pescan los tiburones. Muchos de estos viajes ocurren en la madrugada y las lanchas no están lo suficientemente equipadas con instrumentos de seguridad y salen toda la noche sin radio y sin motor de emergencia, lo que hace este trabajo altamente peligroso: en San Carlos —un pueblo de cinco mil habitantes— mueren en promedio cinco pescadores al año durante labores de pesca.
Es por esto que los habitantes de San Carlos están abiertos a la idea de hacer del nado con tiburones una alternativa ecológica y económicamente viable para los pescadores: "Trabajar con turismo es mucho más seguro, es menos desgastante y genera las mismas ganancias, y más si esto sigue creciendo como hasta ahora", dice Gabino Zarabia, pescador de San Carlos, en el documental México Pelágico.
Además de ser una alternativa más efectiva que liberar un tiburón a la vez, y que reduce los riesgos que corren los pescadores, el ecoturismo es una industria que potencialmente podría generar muchas más ganancias que la pesca. Mientras que en San Carlos cada tiburón muerto vale menos de 500 pesos, se estima que en Fiji, gracias a la industria de nado con tiburones, cada tiburón genera en su vida 1.9 millones de dólares. Por otro lado, las ganancias en Quintana Roo por pesca de tiburón son de 1.8 millones de dólares al año, mientras que la derrama económica en Playa del Carmen por nadar con tiburones toro es de ocho millones de dólares, de acuerdo con la organización.
Así, el plan de Pelagic Life es hacer de un pueblo pesquero un pueblo turístico. "Hay que involucrar a los pescadores", agrega Eduardo. "En no más de tres años queremos que la gente esté encargada por completo del turismo en San Carlos. Si tenemos éxito vamos a buscar otra comunidad con otras especies donde podamos hacer esto".
Cada miembro fundador de Pelagic Life tiene un trabajo de tiempo completo fuera de la ong: Eduardo trabaja en una empresa de básculas, Ignacio es abogado y Jorge tiene una casa productora. "Mientras lo sigamos haciendo por amor al mar, lo vamos a hacer con más gusto y ganas que si nos involucramos de lleno. Además, alejarnos del tema financiero nos da muchísima libertad", me dice Eduardo.
Actualmente los miembros de Pelagic Life organizan viajes ecoturísticos a San Carlos, en los que llevan a grupos de entre seis y 12 personas a nadar con los tiburones y conocer el ecosistema de la Bahía Magdalena. El plan es que los pescadores tomen control del turismo para así proteger a las especies. En palabras de Jerónimo Pérez Correa, director general de Pelagic Life: "Una lancha que sale y regresa con turistas, es una lancha que no regresa con tiburones muertos".