¡En legítima defensa!
Los medios están colmados de editoriales que condenan la violencia de la manifestación feminista del viernes pasado en la CDMX en contra de la violencia hacia las mujeres, en la que estalló la indignación y la rabia ante la inoperancia de las instituciones de justicia para actuar en su defensa.
La mayoría de la población y de las y los opinadores condenan los hechos y llaman a la mesura, a la sensatez, a la prudencia, pero no dan la vuelta al cerebro para analizar que se ha llegado a una situación extrema en cuanto a violencia hacia las mujeres.
¿Qué hacen los ministerios públicos? Dilatan, ignoran, archivan los casos de violencia. ¿Qué hacen las policías en general? Abusan, violan, golpean a las mujeres que caen en sus garras. Nueve feminicidios diarios en el País; según la ONU, de 2015 a la fecha suman 3 mil 200 y de enero a junio de este año 470, ¡¿les parece poco, quieren más?! No hay justicia contra estos crímenes horrendos de los que la mayoría queda impune.
Veracruz es la entidad más peligrosa para las mujeres, este año se registraron 104 víctimas, le sigue el Estado de México con 42 casos.
En la protesta del viernes se vandalizaron el Ángel de la Independencia y el metrobús. Entramos a un tobogán peligroso, es injusto que las jóvenes y las niñas tengan miedo de salir a la calle de día y aún más de noche, incluso estando acompañadas, por temor a ser secuestradas, golpeadas o violadas, y esto se ha generalizado en todo el País y el consejo de las autoridades es calma. Protesten, sí, pero de manera pacífica.
Todo el siglo 21 las manifestaciones habían sido pacíficas, imperó la tolerancia, eso no ha dado resultados, las autoridades no actúan; como dijo Alicia Pérez Duarte, exfiscal especializada en delitos violentos contra las mujeres: “la violencia se ve en todo México y las manifestaciones representan una legítima defensa, nos están matando”.
Es grave el vandalismo que se presentó en la protesta feminista de la semana pasada, pero los monumentos ya fueron restaurados, en cambio para las mujeres violadas, secuestradas, desaparecidas, asesinadas y golpeadas no hay justicia; aguanten, aguanten, es el consejo.
El vandalismo es una forma de hacer evidente lo que se pretende ignorar; cuando se rebasan los límites es cuando las acciones tienen impacto. No hubo muertos, se transgredieron los límites, sí, pero fue una forma de hacer visible un gran problema, ¿qué es más feroz, más bárbaro, matar mujeres y niñas o el daño a un monumento? las reclamantes tienen razón, sus demandas y su indignación son legítimas.
Hace más de 20 años que surgió el grupo de madres de Ciudad Juárez, “Ni Una Más”, después vino el “Ni Una Menos” y el “Vivas Nos Queremos”, y no ha pasado nada, vivimos en un País patriarcal, de machos enfermos, ¿quién ha pensado en hablar con los hombres mexicanos, establecer una política terapéutica y sanar ese ADN que llevan en las células y curarlos?
Creen que el machismo es “natural”, y los hombres que violan, golpean o embarazan a una mujer y la abandonan siguen siendo considerados “muy hombres”, y viven tan orondos esperando la ocasión de “que venga la siguiente”.
Estamos ante una pandemia, vivimos en un País que es mortal para las mujeres; quebrar vidrios, romper puertas también puede ser ocasión para abrirlas, este País ya no puede ser una fosa clandestina feminicida, misógino que odia a las mujeres y a las niñas, es preciso poner un alto y le toca al Gobierno, porque esto se ha convertido en un problema de Estado y es su responsabilidad establecer soluciones.