En la etapa final de la vida, cuando faltan las palabras…

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En la etapa final de la vida, cuando faltan las palabras…

Durante las primeras escenas de la película “Still Alice”, la protagonista, interpretada por Julianne Moore, se presenta con soltura en un medio que conoce bien, en una atmósfera que domina desde la autoridad de su prestigio como lingüista reconocida internacionalmente, hasta que… en una conferencia olvida palabras que articulan su discurso y el camino de regreso a casa luego de una caminata por el campus universitario en donde imparte cátedra.

Decide acudir a un especialista neurólogo quien, una vez practicados exámenes clínicos, comunica a ella y a su esposo que padece de Alzheimer temprano, agresivo en su desarrollo. Apenas acaba de cruzar la quinta década, es exitosa profesionalmente y felizmente casada; tres hijos producto del matrimonio.

La cinta muestra una realidad que está inscrita en la sociedad: la vulnerabilidad de enferma que le llevará a, un día, no comprender su entorno, olvidar por completo el significado de las palabras y no acusar recibo de conocimiento ante las personas amadas en otro tiempo.

Luego de presentar el deterioro cognitivo del personaje y los problemas que debe resolver la familia con relación a su cuidado, el final se abre con una nota de esperanza cuando su hija comprende que ella es quien debe y puede estar a cargo de su madre. Hace, en la escena última, un relato pormenorizado de un guion en el cual trabaja como mujer de teatro, profesión a la que se dedica. Pregunta a su madre de qué trató todo aquello en lo cual estuvo esmerándose en explicar y Alice pronuncia una palabra fundamental: amor.

Este concepto alrededor del cual gira lo que el espectador ha comprendido a lo largo de los minutos que dura la película: es el amor lo que hay que ofrecer. Es por amor que habrá sacrificios y esfuerzo, tiempo y paciencia.

En los momentos actuales, la cinta de “Still Alice” coloca sobre la mesa el tema claro y fundamental en que deben trabajar las familias y las sociedades. El hecho de que las leyes se adecuen y se modernicen a la nueva dinámica que viven países como México es una buena noticia si las decisiones en efecto van orientadas al cuidado y la protección de los ancianos.

Las familias también viven sus transformaciones y entender el nuevo rol de cada uno de sus miembros favorecerá una mejor y más sensible manera de enfrentar las situaciones que se están presentando en sociedad, en virtud del alargamiento en el promedio de vida.

En nada ayuda si sobre esta necesidad se posan en el cielo ominosas manchas grises que nublan un ambiente que se espera y requiere positivo y esperanzador. Nos referimos aquí a casos en particular como el que en la actualidad protagoniza Alejandro Gertz Manero, fiscal general de la República, que acusa a Alejandra Cuevas, hija de Laura Morán, pareja de su hermano Federico, de omisión de cuidados, lo que, asegura el fiscal, lo llevó a la muerte.

La defensa argumenta que la acusada no vivía con la pareja, mientras que su cuñada, de más de 90 años, asegura que la hija no tenía nada que ver con el hermano de Gertz Manero. “La metes a la cárcel, ¿qué tenía que ver ella?”, le cuestiona Laura Morán en un mensaje grabado: “Por favor, Alejandro. Devuélveme a mi hija”.

Si como lo señalan quienes defienden esta argumentación, y con pruebas de ello, la hija de la esposa de Federico Gertz Manero es inocente, su libertad debe proclamarse de inmediato.

Debe prevalecer en ella, como en los adultos mayores, el respeto y la dignidad a los que se tiene derecho. Y si en el caso es, como tantos aseguran, ella es inocente, ha de acelerarse el debido proceso de la situación jurídica, a fin de que los temas en donde la vulnerabilidad de derechos se tome en los casos en que en de verdad lo amerite.

En nada ayuda que se oscurezcan con mentiras lo que son temas tan delicados y en los que hay que poner de todo esfuerzo y trabajo, aplicándose la ley, como debe ser.