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En La Chorrera, el terremoto convirtió a la tierra como si fuera el mar
La Chorrera es una comunidad de pescadores ubicada muy cerca del epicentro del terremoto que el pasado sábado golpeó con fuerza al norte de la costa de Ecuador, una sacudida que sus vecinos dicen que convirtió a la tierra como si fuera el mar.
"Se hicieron olas, como si la tierra fuera el mar", contó a Efe Mercedes Zambrano, una mujer de 43 años que se dedica al negocio del pescado en La Chorrera y que no puede dejar de recordar que el terremoto "fue algo realmente desastroso".
"Yo me salvé (de morir) porque un colchón me cayó de encima", relata la mujer al señalar que cuando fue empujada vio como el suelo subía y bajaba, como olas del mar.
El techo de su casita cedió en una de las fuertes sacudidas que se sucedieron en casi un minuto que duró el sismo principal, de magnitud 7,8 en la escala de Richter.
"El colchón me salvó, y a mis hijos", a los que cobijó con su cuerpo, señaló Mercedes, que no olvida cómo la gente de su pueblo, situado cerca de la orilla del mar, "gritaba, lloraba... Era una locura", dijo.
La mujer y tres de sus seis hijos, los que viven con ella, lograron salir de entre los escombros por sus propios pies, aunque ella lo hizo aturdida, porque el terremoto le sacudió "hasta la cabeza".
"La tierra se partió en La Chorrera, hacía como olas y se iba partiendo", repitió casi con la voz resquebrajada por el recuerdo del momento más espeluznante de su vida.
Tras el terremoto, ella y los demás vecinos salieron a la carretera cercana y desde allí vio como las casas de su pueblo se habían ido a suelo, aunque "creo que solo tres no se cayeron", agregó.
Los vecinos, que en un principio permanecieron a la intemperie al filo de la carretera, han sido ubicados en un albergue temporal en la ciudad de Pedernales, a unos cinco minutos por carretera de La Chorrera.
Al pueblo solo se regresa "en la mañana, porque la gente vive de la pesca", dijo y remarcó que la mayoría de pobladores ha abandonado la zona y se ha dirigido a otras ciudades.
"De los casi mil (habitantes) solo queda la mitad", aseguró Mercedes, que está dispuesta a regresar a La Chorrera si lograra tener una casa nueva.
"Ojalá nos ayudaran para volver a tener mi casita y fuera bueno que alguien nos dijera que nunca más va a volver a pasar esto. Pero sí me quedaría si tuviera una casita", remarcó.
Y claro que le iría bien, pues la mayoría del pueblo sabe que la sazón de Mercedes con el pescado es una de las mejores. "Si tuviera una cocinita, me pusiera a hacer pescado" en el mismo albergue en el que hoy recibe atención por parte de las autoridades ecuatorianas, dijo.
"Al principio nadie vino, pero ahora sí, nos traen comida, agua, ropita... La gente es muy buena, nos ha colaborado bastante", agregó, aunque se sorprendió al saber que millones de sus compatriotas han aportado a una gigantesca colecta en todo el país.
Y aunque el terremoto parece haber quedado atrás, las frecuentes réplicas reviven el horror que ocurrió el sábado pasado.
"La tierra sigue temblando y eso causa una preocupación enorme" y también trae a la memoria el recuerdo del terremoto que en La Chorrera, según Mercedes, dejó tres muertos.
"Ahora le rescataron a una vecina que le ha caído la casa encima, estaba embarazada" de siete meses, señaló y contó que también el "olor de los muertos", muchos en Pedernales, la localidad más castigada por el terremoto, torna difícil la permanencia en el albergue.
Para ella, la carretera que conecta a Pedernales con La Chorrera, aunque ahora agrietada y llena de postes caídos, siempre será una vía que le conecte con su pasado y su futuro.