En estas elecciones, a favor o en contra, perdemos todos

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En estas elecciones, a favor o en contra, perdemos todos

Las campañas darán inicio en una semana y es fecha que este proceso electoral pinta para ser una disputa desangelada en cuanto a propuestas y agenda legislativa. ¿Para qué votar entonces? Desafortunadamente la respuesta a esa pregunta es que en estas elecciones se vota en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador o a favor de él.

El desgaste de credibilidad que viven los partidos políticos, quienes usan la misma fórmula una y otra vez, hace que los ciudadanos sientan desesperanza al no ver un futuro certero, pues se ve cómo reciclan candidatos, o cómo estos se postulan por partidos diferentes, o cómo ahora tratan de imponer una moda –porque no se puede hablar de otra cosa– de postular perfiles de la farándula o el deporte, sin ningún otro interés que tratar de conseguir votos. Los mercenarios de los sufragios y la esquizofrenia política se mezclan para tener unos comicios que parecerán más un circo.

Porque no hay personaje político que represente al mexicano de a pie. No son ciudadanos de a pie que viven al día, no son la madre que debe ir a trabajar y dejar al niño encargado, no son el estudiante que labora por el sueldo mínimo para pagar sus estudios; el obrero que trabaja 10 horas o el campesino al que han desmantelado su fuente de trabajo. El sistema de partidos ha terminado por estrangular la genuina democracia.

La sensación es general, ya sea que se vote por diputados, presidentes municipales o gobernadores en el caso de algunos estados: si la gente no cree en las promesas de campaña, mucho menos en los candidatos; si la gente no cree en los candidatos, muchos menos en las promesas. Porque la promesa se vuelve humo cuando llegan a las cámaras, pues en ese momento obedecen a un grupo reducido de la cúpula partidista, dejan de tener decisión propia y la representación popular se olvida. Porque el diputado o diputada se vuelve “levanta brazos”, entes incapaces de usar la razón, entes sin autonomía.

Por tal motivo, en estas elecciones pareciera que no importa quién está en la boleta. Los y las candidatas salen sobrando, porque ahora estas elecciones se han reducido a votar a favor o en contra de la Cuarta Transformación. O estás con López Obrador o estás en contra. No importa la agenda legislativa, ni los problemas de fondo, ni las necesidades del País.

El voto de castigo ya es parte de la idiosincrasia del mexicano, quienes hartos de las mismas artimañas ven cómo todo sigue igual, sea el color que sea el que esté arriba. Hace tres años hubo un voto de castigo que favoreció a Morena y Andrés Manuel López Obrador. ¿Habrá ahora un voto de castigo al partido en el poder?

Eso lo sabremos hasta el 6 de junio. Lo que es un hecho es que si bien habrá oficialmente ganadores y perdedores, para la vida democrática, creo yo, sólo habrá un perdedor: la ciudadanía y la vida democrática.

Ni el Presidente ganará aunque los resultados le beneficien, ni la oposición ganará si es lo contrario.

Porque no puede haber ganadores cuando una elección se reduce a una persona y no a las propuestas, la discusión, los temas, la agenda, las necesidades. Cuando no se mira el beneficio, primero, del país, antes que el beneficio personal o partidista.

AL TIRO

La polarización de la vida política del País está desquiciando la vida democrática. La polarización está eliminando la capacidad de análisis y raciocinio.

Porque sin discusión profunda se toman decisiones de riñón, porque no importa si está una persona acusada de delitos sexuales de un lado o una amalgama ideológica de partidos del otro; porque no importa si de un lado hay algún exdeportista retirado o una exreina de belleza, y del otro alguien señalado de relaciones con una secta acusada de tráfico sexual. Al final, se votará porque se está a favor o en contra de una sola persona. Y nada más importará.


Francisco J. Rodríguez
REFLECTOR