En defensa de la prensa libre

Usted está aquí

En defensa de la prensa libre

"Al doctor Bernardino Islas, en su cumpleaños 90".

Según Samuel Huntington, las democracias políticas tienen determinados ciclos de vida, iniciando con la instauración de un régimen democrático, cuando en el acceso al poder existen elecciones plurales, libres, competidas, transparentes y equitativas. De inicio, hay gobiernos que gozan de legitimidad porque el pueblo los ha elegido voluntariamente, con una mayoría que no deje duda sobre el derecho que tiene un determinado candidato para ser el representante popular. Hay certeza para el que gana y también para el que pierde. Obviamente la libertad de expresión juega un papel destacado en este proceso.

En un segundo momento, aparece lo que Huntington llamó, la consolidación de un régimen democrático, cuando el ejercicio del poder es limitado, fiscalizado y sujeto de responsabilidad, por medio de un arreglo institucional que suele ser identificado como división de poderes. Aquí, la ley es comúnmente observada y respetada. No es una simulación, ni un discurso, ni una pantalla, sino una realidad en la que gobernantes y gobernados viven en completa comunión.

Hay un último momento que es cuando el sistema colapsa, sea por problemas institucionales, legales o de cualquier otra índole, como la corrupción, la injusticia, la violencia incontrolada, en donde nadie tiene asegurados los derechos más elementales para vivir con seguridad, paz y con oportunidades para todos. Igualmente, la prensa libre juega un papel determinante.

Un buen ejemplo de esta ruta para alcanzar la democracia y al mismo tiempo encontrar su quiebra en un mismo ciclo, fue el caso de la República de Weimar en 1919, la cual terminó cediendo el poder del pueblo a un tirano, Adolfo Hitler.

Hay otros ejemplos en donde no necesariamente es un dictador el que suple la voluntad popular; puede ser un partido o grupo de la clase política. Lo cierto es que en estos casos no hay gobierno de leyes, sino la ley del más fuerte, la que se impone por medios violentos.

Si Huntington tiene razón, me pregunto en qué etapa se encuentra nuestra democracia y cuáles son los riesgos que tenemos por delante. No comparto la idea del señor Nicolás Maduro de que seamos completamente un Estado fallido, pero tampoco creo que seamos un ejemplo de civilidad política, en especial porque hoy aparece un nuevo riesgo para la democracia y para nuestra libertad.

Me refiero a las nuevas amenazas que sufre el gremio periodístico frente a grupos que tienen como único fin, intimidar o silenciar la veracidad de los hechos que tienen incidencia en la esfera pública, en los asuntos que debemos conocer para tomar conciencia en nuestras decisiones fundamentales.

Presuponiendo generosamente que aún estamos en un Estado democrático incipiente, las amenazas y acciones violentas contra periodistas lastiman a un gremio, pero también a un sistema político que busca proteger las libertades fundamentales. Al matar a un periodista, se está matando parcialmente a la democracia, porque es sobre la base de la libertad de expresión, el derecho a informar y el derecho a ser informados, que podemos tener contenidos relevantes para decidir el futuro de nuestro entorno.

Una democracia sin libertad de expresión es una fachada, como la de Maduro, en Venezuela o la de Erdogan, en Turquía. Sin prensa libre, no hay opiniones libres, no hay diversas fuentes que nos permitan valorar el comportamiento y resultados de quienes están llamados a servir y a actuar en favor del interés general.

Como sea, hoy más que nunca debemos defender el derecho de todos a conocer la verdad por medio de una prensa que ejerce a plenitud el derecho a la libre manifestación de ideas y opiniones, sin amenazas, sin violencia o provocaciones para inhibir conciencias y realidades.

Esta es una lucha común que debemos defender para mantener la esperanza de la democracia en nuestra vida y eventualmente en nuestro futuro. Esta libertad es nuestra, no permitamos que nos la quiten. Hay que defender la libertad de expresión.