En Coahuila, la muerte tiene permiso
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En Coahuila, la muerte tiene permiso
La teoría de las ventanas rotas, esbozada por Zimbardo, menciona los efectos del contagio de las conductas inmorales. Tiene su origen en un experimento que llevó a cabo este psicólogo de Stanford en 1969. Abandonó un coche en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York, con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. Su objetivo era ver qué ocurría. Y así fue, a los 10 minutos, empezaron a robar sus componentes. A los tres días no quedaba nada de valor. Luego empezaron a destrozarlo.
El experimento tuvo una segunda parte: abandonó otro coche, en parecidas condiciones, en un barrio rico de Palo Alto, California. No pasó nada. Durante una semana, el coche siguió intacto. Entonces, Zimbardo dio un paso más y machacó algunas partes de la carrocería con un martillo. Debió de ser la señal que los honrados ciudadanos de Palo Alto esperaban, porque al cabo de pocas horas el coche estaba tan destrozado como el del Bronx. Este experimento dio lugar a la teoría que dice: “Si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque es divertido romper cristales, desde luego. Pero sobre todo porque la ventana rota envía un mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto”.
Coahuila es una tierra de ventanas rotas, así permitimos que nos la heredaran el dueto de la muerte: el primero, el bailarín, permitió que entraran y luego culpó a la guerra del Gobierno federal de los estragos en esta tierra, las huellas aún persisten: muertos en Torreón, Saltillo, Piedras Negras, Acuña, Allende y los miles de desaparecidos; después el segundo, el dictador, al no poder responsabilizar a la Federación, inventó el cuento de ocuparse de la seguridad y lo único que hizo fue esconderla y maquillarla, dejarla colgada de endebles pincitas que fueron deshaciéndose en seis meses. En 2017, el dictador y la hechicera hidalguense endosaron a su creación y la impusieron en Coahuila.
Riquelme anunciaba en su campaña el mensaje de que si no se votaba por él, estaríamos en peligro de que regresara la violencia, y miren los datos. Desde el inicio de su régimen no han cesado las ejecuciones en los confines del estado, y los números de seguridad nos sitúan con más delitos (18 mil 158) que: Tamaulipas, Sonora, Guerrero, Michoacán y Durango, de acuerdo a lo reportado en el Secretariado Nacional de Seguridad en su informe de enero-abril 2018.
Pero los sucesos de la semana pasada llevaron al límite del agravio y el coraje. La ejecución de Fernando Puron sitúa al régimen riquelmista en el lugar que le corresponde, en el de la desvergüenza y el descaro.
La reacción gubernamental estuvo llena de fríos cálculos, pero tambien desenmascaró la ineptitud de los secretarios de Gobierno, Seguridad Pública y al fiscal del Estado.
El sábado al funeral concurrió el exdictador, claro en una camionetota blindada y escoltada por otros dos vehículos, con 12 elementos de seguridad (¿ya no es simple ciudadano?), acompañado de sus secuaces Aguillón y Zamora y debido a que fueron amablemente retirados de la capilla funeraria con el mensaje: “sólo la familia y los amigos”, se refugiaron en el Hampton Inn para planear el proceso sucesorio y convencer a la alcaldesa de no renunciar a su candidatura. En el ínter, otra vendetta local, hecha por un reportero que alcanzó a Rubén para preguntarle: ¿podría confirmarnos si aún está casado?, la respuesta fue una mirada de anda y chin… y apresuró el paso.
Paradójicamente el secretario del Trabajo llegó sin escoltas a Piedras Negras.
Total, las respuestas no se dan, los tiempos electorales terminarán por enterraran la verdad, y las manchas de sangre fueron lavadas. ¿Qué le apura a este gobierno espurio, sino enterrar las cosas?
Refiere Álvaro Uribe: “Los tiempos de los gobiernos son muy cortos y los de la delincuencia largos y azarosos”. La realidad es que en Coahuila la muerte tiene permiso.