En Coahuila hasta quienes creen haber ganado, perdieron; ‘el viernes negro’ perdimos todos

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En Coahuila hasta quienes creen haber ganado, perdieron; ‘el viernes negro’ perdimos todos

Terminó el 4 de junio más largo de la historia y se consumó el fraude. De principio a fin. No hubo una sola institución gubernamental que lo impidiese y mucho menos que lo sancionase: ni el Instituto Electoral de Coahuila, ni el Instituto Nacional Electoral, ni el Tribunal Electoral de Coahuila ni el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Fallaron todos. La lección que deja “el viernes negro” es que no hay árbitro, por consecuencia se vale todo y se puede todo en la víspera de las elecciones presidenciales de 2018. Lo que mal empieza mal acaba. Lo resuelto por los magistrados del Tribunal Electoral el 24 de noviembre representa un insulto a la inteligencia de los coahuilenses.

Ahora bien, hay que diferenciar la verdad legal de la verdad real. Mientras la primera no admite prueba en contrario y se considera cosa juzgada, la segunda explica los hechos como ciertamente sucedieron y es históricamente válida. Legalmente, Miguel Riquelme tomará protesta el 1 de diciembre como Gobernador del Estado. Realmente, lo hará precedido de un proceso electoral irregular, por llamarlo de alguna manera.

Por lo demás, minutos después de conocer el veredicto, del  Gobernador –ahora sí– Electo nació una subrepticia invitación a que hagamos de cuenta que nada pasó, demos vuelta a la página y “jalemos juntos” (lo que sea que eso signifique).

 Sin embargo, el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Es fácil: si la inercia impera y el curso ‘natural’ de las cosas gana terreno, al final habrá los mismos beneficiados y los mismos perjudicados.

Justo es decirlo: mientras los ciudadanos de Coahuila despertaron como nunca antes lo habían hecho, los actores políticos no estuvieron a la altura de las circunstancias ni tuvieron la capacidad para capitalizar la indignación. Si la política es “el arte de cambiar las cosas” (Aristóteles dixit), fracasó el intento por arrebatar el poder hegemónico al PRI. 

Como nunca antes, reitero, durante la pasada campaña electoral floreció la crítica, el descontento y la participación. Pero no fue suficiente contra la red de complicidades que ha tejido el PRI en el estado. Cinco candidatos, desunidos, terminaron por pulverizar el vasto voto opositor.

Así Coahuila, como el Estado de México, deberá esperar seis años más, por lo menos, para experimentar alternancia en su Gobierno Estatal. Tampoco Campeche, Colima e Hidalgo lo han hecho. Nos ubicamos en el cabús de la democracia. En otras entidades, irónicamente, el cambio lo capitalizó un exmilitante del PRI. Converso. Tránsfuga.

Si se aceptan las reglas del juego se debe respetar la decisión del árbitro. Es verdad. Aunque sin medios reales para verificar a priori el trabajo de los magistrados de la Sala Superior, última instancia en justicia electoral, las filiaciones políticas de los juzgadores predominan sobre la legalidad. Las cuotas de los partidos políticos. La partidocracia. El statu quo.

Con la declaración de validez de la elección acabó el vacío de poder y la incertidumbre, pero no la ilegitimidad.

CORTITA Y AL PIE
Gabriel García Márquez escribió que “las estirpes condenadas a 100 años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la Tierra”.

¿Se refería a Coahuila? Acostumbrados a conjugar el verbo perder, con Riquelme, la entidad sumará 94 años gobernada por el PRI.

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS
Definir como “mal precedente” lo que sucedió “el viernes negro” en el Tribunal Electoral no explica cabalmente lo que ahí pasó. En la Sala Superior, por el contrario, hubo un mensaje del PRI-Gobierno a México en general y Coahuila en particular: no importa lo que hagan, de todas formas ganaremos y gobernaremos con ustedes, sin ustedes y a pesar de ustedes. 

Fue una declaración de guerra.    

@luiscarlosplata