En Arteaga se encuentra una maravillosa vivienda que desafía la imaginación

Este proyecto siempre buscó ser amigable con el medio ambiente, por eso los mismos pedazos de lámina que cortaron también los utilizaron para fabricar protecciones de las ventanas
Deslumbra. Tal parece que el verbo que mejor supo conjugar el constructor de esta casa fue optimizar. En este hogar no hay espacio desaprovechado, cada rincón tiene significado. Fotos: Luis Salcedo

Rumbo a la fuente donde nace el agua que baja por la montaña en Bella Unión, Arteaga, hay una casa que llama la atención de todos los visitantes: está hecha de tres contenedores marítimos que parecen flotar sobre las piedras del cerro y el arroyo, a un par de kilómetros de la carretera.

Al principio la idea de Diana Elizabeth Castro Alvarado, quien trabajó para la Universidad Agraria Antonio Narro (UAAAN) durante 33 años, era construir en la cima del cerro, pero después de que alguien se metió a robar en su casa de Saltillo, ella decidió que necesitaba un nuevo hogar: muy seguro y muy iluminado.

Entonces lo platicó con su primo, el arquitecto Federico Facio Castro, y llegaron a la conclusión de que la punta era un lugar solitario y riesgoso para una construcción tradicional. Acordaron erigir en las faldas. El problema o el reto, todo obstáculo detona la creatividad, era el suelo: apenas 5 centímetros de tierra y luego pura piedra.

LA INCÓGNITA Y LA SOLUCIÓN

¿Cómo construir sin cortar el cerro?, que además de costoso resulta invasivo para el ecosistema de la sierra, donde a escasos metros corre el agua de la acequia. ¿Cómo edificar dañando lo menos posible la flora y fauna?, pues una obra tradicional genera un montón de desechos de grava, yeso, cemento, arena, escombro, block quebrado, piso roto, entre otros materiales.

La respuesta llegó en 3 bloques de lámina de 4 toneladas con 12 metros de largo, 2.44 metros de ancho y 2.89 metros de alto, con capacidad de cargar 40 toneladas.

“La idea era no dañar tanto. Dijimos: pues vamos a resolverlo con una base donde podamos poner algo encima ya prácticamente hecho, y se resolvió con los contenedores, entonces ya nomás cortamos, acomodamos y listo”, dice Federico Facio Castro, quien en 2013 constituyó la empresa Doble F, constructora saltillense que se ha enfocado en maquilar viviendas en serie, pero que en estos 6 años ha logrado desarrollar proyectos propios, diseños más arriesgados en una sociedad con gustos más tradicionalistas.

La casa hecha de contenedores marítimos en las faldas de un cerro en Arteaga, es la prueba de que el ingenio supera desafíos con elegancia.

La obra empezó en octubre de 2017: antes de perforar la piedra para levantar las columnas y vigas que sostienen los contenedores, Federico estudió el terreno, la salida y puesta de sol: su prima quería una casa segura, muy iluminada y confortable. El clima de las afueras es más extremo que el de la ciudad, el viento corre siempre fresco y con más fuerza. ¿Cómo transformar un contenedor de mercancías en una casa? Y mejor aún: ¿cómo transformar algo que ya se considera desecho en un lugar habitable?

“Se trata de cajas que ya son basura, ya no se usan para nada, por eso en muchos países las están reutilizando para casa-habitación, entonces es prácticamente darle vida otra vez al contenedor”, comenta la arquitecta Isis Ruth Muñiz Arias, encargada de proyectos para clientes particulares en Doble F.

EL DESAFÍO

El principal obstáculo  era el suelo: apenas 5 centímetros de tierra y luego pura piedra.

 

Diana, Federico e Isis platican justo afuera de la puerta principal, la única que tiene chapa por fuera, todas las demás, incluidas las ventanas, se cierran por dentro. El viento atraviesa el interior del contenedor azul como si fuera un invitado más, fresco, amigable, no hay necesidad de encender un ventilador y mucho menos de un mini split.

También llega el rumor de las hojas sacudidas por el viento y el ruido del arroyo, de vez en cuando un automóvil pasa y un perro ladra o simplemente descansa sobre la hierba.

EL PADRE DE DIANA, UN AGRÓNOMO VISIONARIO

Diana dice que está orgullosa de su primo y se siente segura y cómoda en la casa donde vive desde el 10 de mayo de 2018, ese día durmió ahí, fue su regalo: tener su hogar en el terreno que hace 44 años compró su papá Mario Castro Gil, ingeniero agrónomo de la UAAAN que inventó el maíz enano.

Comodidad. A la casa no le falta nada, es bella y funcional. Con un gran uso de la luz y bien ventilada.

Su papá tenía proyectos de investigación y quería poner una tratadora de semillas, pero murió en un accidente a los 41 años. El retrato del papá se encuentra pasando la entrada de la casa. Al lado derecho está la escalera que lleva a la planta alta, el tercer contenedor, donde se encuentra el dormitorio, un vestidor, un baño completo y la terraza.

La planta baja se conforma por dos contenedores separados por un metro para dar amplitud al interior y formar un tragaluz. Aquí se encuentra un vestíbulo, medio baño, sala-comedor, cocina y lavandería. Las paredes son blancas y Federico explica que las láminas fueron cubiertas con una colcha de fibra de vidrio y una capa de tabla roca, este aislamiento genera que el contenedor marítimo no se convierta en un horno durante la temporada de calor, ni en un congelador con el frío.

Del lado de la escalera no hay pared, sino ventanales de doble vidrio, al igual que las ventanas pequeñas de los baños, la cocina y en la fachada roja. La casa cuenta con una fosa séptica hermética para no contaminar el subsuelo y el agua del arroyo, además tiene un biodigestor, que es un aparato que trata las aguas negras y entrega agua no potable pero que sirve para regar.

 

Satisfacción. La familia disfruta el espacio y la vista.

UN ENTORNO AMBIENTALISTA

Federico e Isis explican que este proyecto siempre buscó ser amigable con el medio ambiente, por eso los mismos pedazos de lámina que cortaron también los utilizaron para fabricar protecciones de las ventanas.

Desde que la constructora Doble F terminó la casa, la gente que pasa de camino al ojo de agua más arriba de la montaña toma fotos, incluso algunos dueños de cabañas por la zona se acercan con la dueña, Diana Castro, a preguntar si es segura y cómoda.

“Gente que tiene cabañas en la sierra me ha preguntado, dice que les desmantelan las cabañas y que esto sería una buena solución”, platica Diana ahora en la terraza con una vista poblada de verde y sierra. Habla de su hijo Héctor Amavizca Castro, un talentoso ilustrador, creador de animaciones, y de su tía Paulita Castro Gil, pintora y mamá del arquitecto Federico.