¿Empeoramos o mejoramos?

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¿Empeoramos o mejoramos?

Admiro la tenacidad de Andrés Manuel López Obrador para proseguir en su intento de ser Presidente de México. Después de sus fracasos, lo siguió intentando sin rendirse. Sus motivaciones personales para continuar me son tan desconocidas como a Ud., pues nadie, ni el mismo sujeto, conoce sus motivaciones inconscientes por serlo mientras permanezcan inconscientes.

Y menos entiendo su tenacidad en los tiempos presentes, en que se enfrenta a gobernar a un México que padece enfermedades tan severas. Un pueblo que si no fuera por su fuerza interior y su imposibilidad de emigrar a USA en masa, ya lo hubiera hecho.

Sume Ud. algunos síntomas (no los cuantifico porque llevamos décadas de estadísticas negativas): padecemos un porcentaje muy alto de corrupción y de corruptos gracias a una cínica impunidad, emparentada con un sistema judicial fundado en el dinero; que obtiene su poder de la pobreza económica, académica (el 60 por ciento de los egresados de sexto de primaria no saben sumar ni restar adecuadamente), educativa, cívica y social.

Otros síntomas son: nuestra tierra tan deteriorada que nos da de comer muy a penas, una contaminación urbana de aire, agua y oscuridad que cultiva, junto con el desempleo y los raquíticos salarios, la inseguridad, el feminicidios, la extorción y el crimen insoluto. Y todavía nos preguntamos ¿por qué hay tantos suicidios?

Pero todo este deterioro es poco comparado con el que sufre la sociedad mexicana y cada familia que la compone. Es un deterioro invisible que está en las raíces presentes –no en las históricas. Gracias a las históricas sobrevivimos–, es el deterioro de la salud mental que afecta todas las dimensiones del País: la familia, la escuela y universidad, la política y la empresa. “¿No estarás exagerando?”, preguntará Ud. que supuestamente cuida su salud “no tomando las cosas en serio”… “son muy pocos los mexicanos que están locos”.

¿Pocos? Todas las neurosis, las angustias, las fobias y principalmente los sociópatas y psicópatas viven, trabajan, deambulan entre nosotros. Son tantos que la sociedad los toma como normales y ya vivimos en una patología normalizada.

En este contexto ¿para qué quiere ser Presidente AMLO? ¿Quién lo está empujando a una tarea tan descabellada como quijotesca? ¿En quiénes se apoya y de qué recursos dispone? No tengo respuesta para estas preguntas. Sus palabras y discursos no me convencen. Hace años que dejé de creer en los sueños y promesas de los políticos, no solamente por los años que he caminado, sino porque he aprendido que el futuro es impredecible por definición y que si lo vemos con racionalidad siempre implica una condición: “si las condiciones permanecen iguales”, lo cual no se puede asegurar y menos con los factores tan volátiles de los tiempos actuales.

No voy hacer ni análisis de discursos ni especulaciones acerca de la personalidad de AMLO para adivinar sus intenciones. No quiero perder tiempo. Prefiero recurrir a un sabio para atender a un enfermo como nuestra nación. Hipócrates dijo una serie de frases que ojalá AMLO las tome en cuenta: “El médico (AMLO) da el tratamiento, pero la que cura es la naturaleza (la sociedad)”. “La fuerza natural (nuestras raíces y cultura) dentro de cada uno de nosotros es la mejor sanadora de todas”. “La función de proteger y desarrollar la salud, debe ser superior a la de curar”. “No le dé veneno a nadie, aunque se lo pida”, es decir no colabore con la lucha fratricida que estamos padeciendo.

Ojalá que AMLO sea un buen médico, porque de iluminados ya estamos hasta el copete. Va a tener que aprender a ser Presidente-médico: diagnosticar los síntomas más graves, dar el tratamiento adecuado a México (incluyendo la cirugía), y observar la evolución de los padecimientos para seguir o cambiar. Estar atento a ver si ¿empeoramos o mejoramos?