Empacadores de tiendas, explotación con permiso
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Empacadores de tiendas, explotación con permiso
Cada vez que estás a punto de pagar en la caja del supermercado, hay una persona de unos 60 o más años de edad, de pelo cano, espalda encorvada, arrugas en la piel, acomodando los artículos que compraste y te surgen las dudas, el cuestionamiento y diversas emociones al respecto. Tal vez has pensado: “Pobrecito, a esa edad no debería trabajar”, o por el contrario, “Qué buena onda, una persona mayor que puede trabajar”, o “Estos malditos los explotan”, o “Qué bien que hay lugares que aceptan trabajar con las personas de la tercera edad”.
¿Acaso tiempo atrás no solían retirarse de su actividad laboral las personas de la tercera edad? ¿Por qué la mayoría ya no está pensionada? ¿Estas personas están sufriendo por tener que trabajar? ¿Tienen que trabajar o lo hacen por gusto? ¿Qué sentiría al ver a mi madre o a mi abuelo empacando el mandado de otro?
Se trata de una persona que se dedica a acomodar los víveres de otra persona, de una pareja o de una familia. Del buen acomodo de las cosas depende que ningún huevo salga roto o que el pan no se aplaste.
A don Margarito sus 89 años de edad no lo vencen, ni el cansancio de sus piernas ni la leve sordera y vista cansada, que no pueden ocultarse; mucho menos la soledad en que vive. Lo que lo derrota es la discriminación laboral y humana que sufre a diario.
Doña Chelo ronda los 75 años y siempre tiene una sonrisa para el cliente al que le antes le embolsaba sus productos, o que –desde hace unos días, a raíz de la prohibición de las bolsas de plástico– solamente los acomoda en el carrito y se acomida a llevarlo hasta el vehículo del cliente. “Algunas personas son muy amables”, dice Doña Chelo, “pero otras son muy groseras. Lo mismo pasa con la responsable de nosotros de la tienda, luego nos regañan bien feo”. “Yo estoy muy contenta por que gano mi dinerito, de 50 hasta 150 pesos en el turno. Lo que no nos gusta es que nos pongan a recoger los carritos del estacionamiento o a barrer y limpiar al final del turno. La verdad acabo muy cansada. Para irnos a la casa en la noche nos juntamos varios y nos lleva un taxi.
Sin embargo, en ocasiones, algunos supervisores maltratan a estas personas de manera física, verbal y laboral, cometiendo incluso acciones humillantes y degradantes en contra de su dignidad personal, llegando en algunos casos a exigirles parte de la propina que les dan los clientes.
Este tipo de trabajo sin remuneración por parte de la empresa se les da a mayores de 60 años que trabajan a través de un convenio que tiene el Instituto Nacional de Personas Adultas Mayores (Inapam) y/o el DIF, con los supermercados, a través de los cuales les dan trabajo como “voluntarios”. De esta manera, no existe relación laboral, únicamente reciben un mandil y la tienda se deslinda de otorgarles cualquier tipo de prestaciones, en el entendido de que son voluntarios, pero con obligaciones, compromisos y responsabilidades. No hay contrato, no hay prestaciones.
Desde hace muchos años, en México se ha vuelto costumbre que niños y personas mayores le empaquen la mercancía al cliente que la compra. Durante este tiempo, la casta política y sus instituciones favorecieron a las empresas y las instituciones del gobierno no hacían más que cumplir su función: maquillar la explotación laboral
Lo que sucede con los adultos mayores en las tiendas de conveniencia o supermercados, reúne por lo menos una de las condiciones que define la categoría de esclavos: esta es cuando trabajan gratis para una tercera persona o empresa y esta se beneficia. Este último es el caso de los empacadores de tiendas. La esclavitud remite a la negación de los derechos más elementales de todo ser humano.
En muchos casos quienes terminan trabajando en condiciones extremadamente precarias lo hacen por la necesidad de superar la pobreza extrema o llevados por circunstancias de vulnerabilidad, como entornos familiares de abuso.
Los empacadores tampoco reciben seguridad social por parte de la tienda, pues uno de los requisitos para poder ser empacador es contar con un seguro médico por parte de sus familiares. Esto cierra las puertas al ingreso extra que representa el empacado de productos a aproximadamente 2.5 millones de adultos mayores en México, sin acceso a una pensión o ayuda gubernamental.
El único beneficio económico que reciben es la propina que reciben de los clientes de la empresa de autoservicio; éstas varían desde nada –y si bien les va les dan las gracias– o hasta 10 pesos, según la ubicación de la tienda. La actividad laboral que realizan deteriora su salud física, ya que permanecen parados por varias (hasta más de 5) horas; y si se enferman o accidentan dentro de las horas de trabajo voluntario, nadie se hace responsable de ellos.
El presidente de la Republica ha instruido a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) para que revise la situación laboral de los adultos mayores que trabajan como empacadores en tiendas de autoservicio. Se trata, dijo, de “evitar el abuso que cometen grandes cadenas comerciales de este País con adultos mayores, adolescentes y niños que trabajan de manera gratuita en sus establecimientos”. ¿Tú cómo los tratas?