Embajador EMyM

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Embajador EMyM

El anuncio de la propuesta al Senado por parte del Presidente de la República, de que el licenciado Enrique Martínez y Martínez se convierta en nuestro próximo Embajador ante la República de Cuba, es sin duda una gran notica que debe enorgullecer a la comunidad coahuilense.

Significa el reconocimiento a la trayectoria política, a la capacidad de concertación y entendimiento; a la habilidad para construir acuerdos que ha sido característica en el desempeño político y público del exgobernador de nuestro Estado.

Un político, un gobernante, aún en los momentos más álgidos, o en las circunstancias más adversas debe de conducirse con la civilidad, la mesura, el temple, la destreza, y la hidalguía que deben ser propias del ámbito público. El exsecretario de Agricultura ha sabido ser un hombre de estado responsable, maduro y centrado; su incorporación a  la diplomacia internacional es una muy positiva valoración de sus capacidades y alto perfil personal.

No cabe aquí ahondar en lo que implica su nombramiento, para todos aquellos que pensaron, y lo distribuyeron como tal, que su salida de Sagarpa se debía a un rompimiento con el Presidente Peña Nieto, ó con su primer círculo, a causa de desencuentros o alguna descalificación a su trabajo.

Recordemos que al término de su permanencia en el gabinete legal, el sector agropecuario tenía el más alto crecimiento y aporte al PIB en varias décadas. Muchos analistas nacionales lo mencionaron a finales de agosto: ¿Por qué, si el campo está mejor que nunca? Algún día lo sabremos.

La distinción para Coahuila es mayúscula, después de muchos años sin tener un Embajador nacido en esta tierra, y sobre todo arraigado, ya que con todo respeto don Raúl Castellano prácticamente nunca vivió aquí; en virtud de que Cuba es hoy por hoy uno de los países más estratégicos para la concordia internacional, y de suma importancia en el ámbito regional de Norteamérica, además del momento tan especial que implica su restablecimiento de relaciones oficiales con los Estados Unidos.

Unas horas antes de llegar a México, a mediados de febrero, el Papa Francisco, tras su encuentro en La Habana con el Jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, ponderó en un discurso la catadura global de Cuba:  aquí, dijo, se unen el Norte y el Sur, y se encuentran el Este y el Oeste. Referencia obligada a la cercanía de la mayor de las Antillas con los países europeos y asiáticos que en su mayor parte estuvieron alineados con la antigua Unión Soviética, y algunos lo siguen estando con Rusia, así como a los sureños como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú y algunos otros que siempre han estado cercanos a los cubanos, en tanto que hacia el norte, y hacia el este, siempre habían tenido más reticencias y desencuentros. 

En este entorno, México, el país que siempre brindó a Cuba su mejor amistad y respeto, salvo los desatinados años del foxismo  -recuerden el comes y te vas que le recetó, el de las botas telefónicamente a Fidel Castro tratando de limitar su participación en la Cumbre de Monterrey– cuando nuestras relaciones llegar al borde del refrigerador, tiene la gran oportunidad de hacer valer su condición de nación hermana, gracias al enorme cariño y simpatía que el pueblo y el gobierno de Cuba le patentizan hoy, como casi en toda nuestra historia reciente después del triunfo de la Revolución.

La llegada de Enrique Martínez a nuestra representación en la indomable, pero inteligente y sagaz Cuba, si es que una República y su gobierno se pueden adjetivar así, es una gran oportunidad para que en su plena madurez, un hombre probado y experimentado como gobernante y alto funcionario, sea capaz de modernizar nuestras relaciones con uno de los países más queridos por nuestro pueblo, por un sinfín de circunstancias y hechos que van desde las rumberas y grandes orquestas en la época de oro del cine nacional, hasta el enorme peso emocional e ideológico que significó y significa para muchas generaciones la lucha socialista iniciada por un grupo de muchachos soñadores que salieron de nuestro país, para cruzar el Golfo y transformar su patria.

La promoción económica, el intercambio comercial y cultural, el acercamiento entre dos pueblos cercanos y afectivos, serán algunas de las tareas sobre las que estamos seguros, Martínez y Martínez rendirá como siempre suele hacerlo, buenas cuentas a su país, y orgullo fundado a su tierra y a su gente.