Elogio de la mujer anónima (2)
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Elogio de la mujer anónima (2)
Estimados lectores, damas y caballeros del jurado, de inmediato planto mi estandarte de batalla: ¿periódicamente tengo cara de idiota y más cuando pasa una musa de buen ver frente a mis ojos redondos como platos? Pues sí, así la tengo, me imagino. ¿Luego de verlas y admirarlas, quedo hecho un pendejo por algún tiempo? Pues qué le vamos hacer, así soy; pendejo estoy tal vez desde hace muchos años. No se culpe a nadie de ello. ¿Me voy a “componer”? Aunque quiera, no puedo. Es la verdad.
Como decía mi mamá, eso de “sentar cabeza” no se me da. Señor lector, lo he intentado, en serio. Pero que le vamos hacer: no he podido conseguir una “buena” musa para así tener a mi mujercita, mis hijitos, comprar mi cochecito, mi casita y ser feliz por decreto. Es decir, ser un hombre de familia y socialmente bien aceptado. Ser “normal”, digamos. ¿Hay “buenas mujeres” en la vida con las cuales uno se puede quedar para siempre? Sí, claro que sí, muchas de ellas son muy buenas gentes sólo cuando están dormidas. Y vaya usted a saber qué tipo de sueños y pasiones se desaten en su interior cuando se entregan a sueños lúbricos y sensuales, como en aquel memorable texto de Yasunari Kawabata, “La casa de las bellas durmientes”.
¿Por qué no me ha tocado en suerte una de estas buenas damas? Pues no sé; como dicen los clásicos, tal vez el problema soy yo, no ellas. Repito, ¿por qué a mis 50 años no siento cabeza aún? Sencillo: porque no ha llegado la musa de mis sueños, y cuando siento que ya llegó, pues por algún embrollo o detalle, veo algo que poco a poco mina mi amor y confianza y me voy alejando. O bien, ellas se alejan y me dejan, da igual. Soy un caballero. A todas las he tratado con esmero y detalles. Eso creo. Pero bueno, dice La Biblia que el que solo se enaltece, será humillado (Lucas 14:11). Pero he puesto todo mi afán en agradarles. Así de sencillo.
Lo anterior viene a cuento porque el texto del pasado sábado fue harto replicado y leído. Recibí decenas de comentarios por andar contando mis aventuras privadas públicamente, y piden más detalles al respecto. Lo voy a seguir haciendo. Un lector muy perspicaz, el académico Martín Martínez Avalos, dio en el quid de la cuestión y no hubo poder humano de mi parte para engatusarlo y desviarlo: afirmó sin pelos en la lengua que mi caballerosidad era proverbial, por lo cual la mujer anónima no era tal, sino que yo guardaba su identidad en el arcón de mi memoria. Sí, la dama es amiga y sólo la voy a identificar como la bella MVG… la cual doblada de risa me buscó en la semana para ir a comer, emborracharnos y enderezarme lo siguiente…
Esquina-bajan
“Mira Cedillo, pinches flacas te dejan en la calle… con tu billetera más flaca que sus piernas…”. La bella y rotunda MVG en parte tiene razón. Lo poco que me pagan por mi trabajo, cuando tengo pareja, lo regalo en atenciones, nunca dudo. Otra, soy tenorio de gordas (bueno, llenitas) pero a últimas fechas sólo he tenido “pretendientas” flacas y jóvenes. Una señora amiga mía, igual, me marcó y me dijo que no, no cambiara porque dejaría de ser “yo”. Insisto, si quiero “sentar cabeza”, como me lo dijo mi mamá antes de morir, pero caray, no encuentro esa “buena mujercita”.
Una señorita que fue mi musa en mis años mozos, de la cual tampoco puedo revelar su identidad, aunque vive en EU desde hace años, ya hoy tiene firmes 42, me mandó lo siguiente vía internet: “Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas”. (Salmo 61:4). Todo bien, el único pedo es que ya no es igual, no sabría qué hacer con ella y pues, caray, el tiempo pasa. La dama en cuestión me insiste en que vaya a verla a Texas y decidamos lo de “nosotros”, pero pues yo digo que todo está dicho. En fin, nada nuevo en mi patética vida.
Don Jesús Carranza me marcó para acotar líneas y puntualizar cosas del texto y fue letal: “Mira maestro, con el paso de los años se te va emparejando el gusto…”. Le creo. Me gustan todas en honor a la verdad. En cuanto a mis musas de los tables dance regios, a últimas fechas no las he visitado (no hay peso disponible), aunque reclaman mi presencia. Dicen que me “extrañan”. Y como soy presa fácil, les vuelvo a creer una y otra vez. ¿Por qué no me quedo en mi vida ya con una buena mujer? ¿Quién soy yo para evaluar a cualquier musa? No lo sé. Guapo no estoy, puf.
Letras minúsculas
Pero lector, si usted ve a MVG, la musa tiene el trasero más redondo y bello el cual uno puede admirar en toda una vida...