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Ellos mandan; AMLO y México obedecen
13 de mayo. Es miércoles. Esta es la crónica de mi día. Escribo estas notas en esta misma fecha. Ignoro cuándo la voy a mandar para su edición en estas generosas páginas de VANGUARDIA. Nunca, jamás quiero convencer a nadie con mis ideas y argumentos. Tome como siempre las letras las cuales sean de su interés para su reflexión y toma de decisiones y deseche el bagazo. En mi almuédano de sonido escucho un CD de uno de mis compositores favoritos, Claude Bolling. Es “Concerto for Guitar Classic”, todo ello a ritmo de jazz. De hecho, la guitarra clásica corre a cargo de Alexandre Lagoya y se hace acompañar por el “Jazz Piano Trio”: un deslumbramiento para mis sentidos todos, no sólo el oído.
13 de mayo. El día avanza, de hecho, ya casi terminó. He destapado un ron, “Matusalén”, para ser precisos. He servido una generosa porción (cuatro dedos, para ser exactos. Ni un dedo más, ni un dedo menos) en un vaso alto. He agregado hielos en cubos y un poco de cola. Sólo eso. Doy un prolongado sorbo y me reconforta el alma de tanta estulticia y tanto engaño a nuestro alrededor. Temprano, tomé un grato café con Ricardo Aguirre Gutiérrez. Concertamos la cita en el “Mesón Principal”, feudo de don Braulio Cárdenas Jr. Lugar siempre acogedor y elegante. Saltillense de abolengo donde sí, huele a Saltillo. La plática versó sobre los tópicos de moda: el virus de laboratorio chino, las medidas de confinamiento hacia la población y lo difícil de la situación cotidiana para todo mundo.
El día avanzó y se diluyó en su propio afán. Como los cubos de hielo de mi ron. El calor mata, todo lo pudre y lo seca. En estos días el maldito calor ha traído a mi residencia una plaga de bichos. No el chino el cual no me ha mordido hasta el día de hoy, sino una plaga de moscos, mosquitos, larvas, cucarachas mutantes (las muy desgraciadas ahora tienen alas) y toda suerte de parásitos y alimañas producto del infernal calor. Esto sí me molesta, no el virus de laboratorio. He comprado todo tipo de pesticidas, aerosoles, pomadas, filtros, matamoscas y en fin, todo tipo de fumigantes y armas atómicas para librarme de tan enfadosas plagas. No he podido.
¿Quién aguanta a los insectos? Nadie, ni el propio Jehová. En Levítico 11:23 se lee: “Todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación”. Cuatro, ocho o doce patas. Puf. El resquemor a los insectos y todo tipo de bicho artillado tiene un linaje, lo hemos visto, de corte bíblico. Escritores como Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Phillipe Lowell, Carlos Fuentes (los cito a vuela pluma, conforme llegan a mi memoria y recuerdo sus textos sobre tan infaustas alimañas) abominan de ellos. He terminado de leer un libro reciente de Jaime Bayly, “Y de repente un ángel”, este en voz de su personaje, deja igual por escrito, su desprecio y animadversión hacia los mosquitos y las moscas.
ESQUINA-BAJAN
En un fragmento de su novela se lee: “En los años que llevo viviendo a solas, he desarrollado considerable aprecio por las hormigas y una cierta tolerancia por las arañas, pero cuando veo un mosquito volando cerca de mí, amenazándome, porfiando por succionar mi sangre, entro en un trance paranoico, pierdo la calma y no descanso hasta matarlo”. Caray, sin duda. El calor demoniaco e infernal ha traído como siempre y consigo, esta serie de plagas y alimañas. Reniego del calor, siempre. Doy otro trago generoso a mi vaso de ron y vuelvo un poco a la vida.
Día miserable hoy 13 de mayo. A mi juicio, claro. Se ha anunciado a nivel federal (Andrés Manuel López Obrador acompañado de su santo personal, San Hugo López-Gatell) de la vuelta a las jornadas laborales de varios giros: el automotriz, la construcción y la minería. Es decir: la globalización mata bicho asesino. Todo ha sido y es una gigantesca farsa. No hay evaluación, visto bueno ni mucho menos un mapeo de riesgos, no; es simplemente lo siguiente: las grandes potencias a través de sus corporativos en Estados Unidos o el mercado asiático, han dictaminado la urgencia de suministros mexicanos en la cadena de producción. Ellos mandan. AMLO y México obedecen.
De un día a otro y en cuestión de horas, se ha pasado de “actividades no esenciales” a “esenciales”. Lo que eso signifique. Usted y yo señor lector, somos descartables. No significamos nada. Y no significamos ni significaremos nada mientras la sociedad no proteste ni se organice en un solo coro, una sola voz. Lo anterior fue diagnosticado como actividades vitales para reactivar piezas e insumos necesarios en el mundo. Pero, ¿y el trabajo digno y honrado de una humilde peluquera de barrio, la señora la cual se mantiene de levantar bastillas y hacer remiendos en la ropa ajada de los vecinos, la señora y su hija las cuales hacen tortillas de harina y venden frijoles en bolsa, la pequeña frutería de colonia, el chofer de autobús urbano el cual no completa al tener a tres críos en su hogar…?
Mi ron se agota y me sirvo otra generosa ración. El pueblo dócil, obedece. Ha celebrado lo anterior como un respiro ante el confinamiento a huevo del gobierno el cual lo ordenó. Le recuerdo el día: 13 de mayo. Dos días anteriores, dos suicidas. Dos hombres de 27 y 42 años, el primero, Juan Ramón Bautista. El segundo, Félix Rivas. El día 12, otro suicida más. Ahora, un niño de 16 años, Alejandro J. Tragedias las cuales a nadie importan en la sociedad aislada y personalista en la cual se está educando a todo mundo para el futuro. Apuro mi ron. Lo apuro de un trago.
LETRAS MINÚSCULAS
Margo Glantz: “La pandemia nos hace mejores un mes, luego es lo mismo”. Le creo a la escritora. Fin del día. Todo lo anterior se sigue cumpliendo a la fecha al releer este texto para su edición.