Elecciones 2017: gobiernos de minorías

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Elecciones 2017: gobiernos de minorías

Según la mayoría de los pronósticos, las elecciones del próximo domingo 4 de junio serán muy competidas y, a la vez, habrá resultados que tendrán como consecuencia a ganadores que probablemente anden rondando los 30 puntos porcentuales y tendremos gobiernos de "las minorías más grandes".

Si a ello aunamos que la participación de los electores será cercana al 50 por ciento, los nuevos gobernantes triunfarán con un apoyo de poco más del 15 por ciento de la población en edad de votar. Así ha estado sucediendo en las últimas elecciones, incluidas las presidenciales de 2012.

La ciudadanía que va a las urnas está expresando una pluralidad política que llegó para quedarse. Una de sus consecuencias ha sido que en las cámaras de Diputados y de Senadores, ningún partido tenga mayoría por sí solo, y ha obligado a hacer acuerdos con otras fuerzas políticas para tomar decisiones.

El Pacto por México, que duró de diciembre de 2012 a diciembre de 2013, tuvo como punto de partida la convicción de que, para hacer las reformas que al país le urgían, se requería de un gran acuerdo entre las tres fuerzas principales, luego de que Peña Nieto obtuvo solo 37 por ciento de los votos.

Fue un año muy productivo en frutos legislativos, que se vino abajo por la irracional terquedad privatizadora del priísmo gobernante, al sacar adelante una reforma energética que en nada ha servido al país; el PRD no compartió esa errónea locura antinacional y el pacto murió. Pero fue una enseñanza de gran valor que demostró la capacidad que tenemos para construir acuerdos entre fuerzas diferentes, sin satanizarnos, y poner por delante el interés superior de la Nación. La tolerancia y la voluntad política son ingredientes esenciales e indispensables para lograrlo.

Además, para ir a las elecciones, en la mayoría de los casos los partidos políticos hacen coaliciones, aun teniendo diferencias importantes, con el propósito de democratizar la vida pública. El PRI, que tanto se queja de las alianzas del PRD con el PAN, no ha dejado de ir aliado con otros partidos para competir y buscar ganar.

El PRD, desde que AMLO fue su presidente nacional, hizo alianzas con el PAN en varios estados y en las elecciones presidenciales de 2006 y 2012 fuimos aliados con PT y MC para postularlo.

Ahora, de frente al 4 de junio, estamos situados en un escenario de enorme complejidad. La torpeza del Gobierno de Peña Nieto, y su enorme desprestigio por la escandalosa corrupción que lo ha caracterizado, ha profundizado los problemas nacionales y nos ha colocado ante una crisis de fin de régimen.

Inmersos en un fenómeno mundial de desprestigio social de las instituciones del Estado, vemos el acelerado crecimiento de un ánimo social antiestablishment que lo cuestiona todo, y que aplica rasero igual a todos "los políticos del establishment" (del orden existente), "todos son corruptos", y la solución es "barrer con todo eso para lograr el cambio".

En este terreno, propicio para las descalificaciones, aterriza AMLO en 2017.

Su viejo discurso de la "República amorosa" de 2012 ya no le sirve. Regresó a la condena de las instituciones y a la satanización de sus adversarios, que son "paleros" o, simplemente, parte de "la mafia del poder", incluidos los comunicadores.

Y cuando ve que su pretendido triunfo en el Edomex peligra, y con ello peligra su paso triunfal hacia 2018, ya está buscando echar la culpa al PRD por no declinar a su favor.

Estos juegos perversos son un peligro para la democracia. No tienen nada que ver con ella. La salida a la crisis de fin de régimen tiene que ser no autoritaria ni fruto de la desesperación o del desencanto que desemboque en el mesianismo, en el autoritarismo, como diría Krauze.
Los gobiernos de "las minorías mayores" deben abrir paso a los gobiernos de coalición con un programa de transformación democrática.