Elección a lo Peanuts. El síndrome de Charlie Brown

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Elección a lo Peanuts. El síndrome de Charlie Brown

Pulverizado el PAN, quedó por debajo de Morena. Debajo de un partido nuevo, inflado por la decadente figura presidencial

El PAN Coahuila es el Charlie Brown en la eterna rutina del infructuoso y siempre patético intento por patear el balón de futbol.

Cuando uno es niño y mira ese archi-reconsabido gag, sólo parece un inocente chiste de comedia física: Charlie es tentado a patear el balón por invitación de la maliciosa Lucy, que lo sostiene para él. Después de mucho dudar y pensárselo, Charlie decide que hoy puede ser su día, que esta vez es la buena, que por fin dará una patada tan bien colocada que borrará todos sus fracasos previos.

Invariablemente, la gacha de Lucy retira el balón una fracción de segundo antes, para que Charlie dé su mejor patada en el aire, lo que lo hace dar una voltereta y caer tundido de espaldas sobre el terreno, lastimado no sólo física sino también moralmente y haciéndose toda una serie de cuestionamientos existenciales.

Es ya de adulto que uno entiende que el gag recurrente es una alegoría sobre la futilidad de la vida o sobre la penosa lucha del hombre contra la adversidad. Pero sobre todo, hace reflexionar sobre el por qué seguir intentándolo, si está de sobra demostrado que las condiciones no cambian, nuestras habilidades no han mejorado en absoluto y, principalmente, nuestro compañero de juego es un auténtico HDP que jamás, jamás, jamás, ni por asomo, ni de chiste sostendrá la pelota para nuestro lucimiento.

Eso nunca ha pasado ni pasará. Y aunque sería una catarsis mayor que ver al Coyote cenarse al Correcaminos, todo el planteamiento de la serie se vendría abajo si por una única vez Charlie Brown cumpliera sus sueños porque la lección en las tiras de Charles M. Schulz es… Bueno, no sé cuál sea, pero que esperemos mucha indulgencia de la vida, definitivamente no lo es.

Así el panismo coahuilense, ya le digo. Cada nueva elección supone que puede ser la buena; que cumpliendo una agenda de entrevistas, que apegándose al limpio manual de identidad que les mandan su dirigencia nacional, tanto en lo visual como en la plataforma, que con una bien intencionada red de amigos y simpatizantes, la gente saldrá a votar para llevarlos a la silla, a la curul, a las posiciones de poder.

Qué pena por la gente que el partido engatusa elección tras elección para asumir alguna de sus candidaturas, salir a hacer campaña a tostarse,  desgañitarse en los mítines y hasta a terminar poniendo de su propia lana porque es obvio que los millones de presupuesto asignados a los partidos para cada elección, van menguando de mano en mano hasta llegar al pobre candidato asoleado.

Qué diferencia cuando el PAN sabe que habrá voto de castigo en contra del partido oficial de Coahuila, lo que les da alguna tenue oportunidad (siempre circunstancial, jamás producto de su esfuerzo), los líderes azules otorgan entonces las candidaturas a sus consentidos (a muchos de ellos los hemos visto en la boleta ad nauseam).

Pero la elección del domingo fue lo más previsible y menos sorprendente desde la última vez que vimos a Charlie Brown correr en dirección del balón, todo pendejo y lleno de ilusiones.

He allí al triste viejo PAN, atónito, de espaldas al suelo, mirando al firmamento, aguantándose una lágrima del porrazo que se dio y lo dejó sin aliento. Por enésima ocasión el PAN la ha cruzazuleado o, para que no decirlo tan feo, la volvió a cagar.

La taimada Lucy de esta historia es el taimado PRI, que de alguna manera logra siempre convencer a todos, principalmente a Charlie, de que el juego será honesto, que se comportará a la altura, que no abusará de su posición de privilegio, que puede proceder con confianza, que el balón está allí esperándole y que es todo suyo.

En verdad que me dan cosita esos azules que se ilusionan pensando que este circo aún se trata de una contienda electoral, justa e igualitaria en la que cualquiera pude ganar, que se pueden fiar de autoridades, adversarios, gobierno, medios. Siendo que todo se arregla de antemano en una oficina.

 Pero ni todas las trapacerías del dinosáurico régimen tricolor excusan la incompetencia de un partido que no tiene ni tuta idea de cómo ser oposición, de cómo estar a la altura de la problemática local (ni de ninguna otra) y ni siquiera parece tener una noción muy clara de cómo hacer política ni salvar una pinche elección local, sin que su vocación irrefrenable para el fracaso los ponga en ridículo.

Pulverizado el PAN, quedó en el Estado por debajo de MORENA. ¡De MORENA, por el amor de Tláloc! Debajo de un partido nuevo, inflado sólo por la decadente figura presidencial y con menos presencia y militancia en Coahuila que la Iglesia Rusa Ortodoxa.

No sé quién sea el actual dirigente del PAN en el Estado pero… ¿No quiere que le mandemos un chavo de la Escuela de Comunicación? No lo digo por mí, cualquier pasante o recién egresado seguro les entrega mejores resultados para la otra, claro, si es que todavía existen.

Pero no toda la catástrofe panista es torpeza e indefensión pasiva. Hay en todo ello también un aspecto oscuro, perverso y maquiavélico que ya hemos comentado antes pero en el cual podremos ahondar en la siguiente entrega.

De momento, dejemos al PAN tendido y tundido en el suelo, repasando una vez más qué fue lo que ocurrió y acuñando alguna frase memorable como: “Creo que simplemente me quedaré aquí tirado, hasta que las primeras nieves lleguen y me cubran por completo”.