El virus contra todos y todos contra el virus

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El virus contra todos y todos contra el virus

Foto: Ewien van Bergeijk / Unsplash
La medida de “quédate en casa” a corto plazo es vital para evitar el contagio, a largo plazo conduce al colapso de la economía sin ofrecer en realidad una protección efectiva contra las enfermedades infecciosas
Seguramente superaremos esta crisis, pero la rapidez con la que esto se consiga dependerá no solamente del aislamiento en nuestras casas, sino de la cooperación de toda la comunidad global"

Históricamente, las epidemias han matado a millones mucho antes de la era actual de la globalización. Por ejemplo en el siglo XIV, sin aviones, cruceros o trenes de gran velocidad, la Peste Negra o bubónica, que se originó en ratas y se transmitió a los humanos a través de pulgas infectadas, causó la muerte de cerca de 200 millones de personas.

Hoy en dia una persona puede viajar desde Ciudad de México a París y luego a Tokio en menos de 24 horas y portar un virus letal. Por lo tanto, a estas alturas deberíamos estar viviendo en el peor caldo infeccioso, con una plaga mortal tras otra, todo esto debido a la globalización.Pero la realidad es que con o sin globalización, y a pesar de lo originado en China en noviembre pasado, aún estámos lejos de los virus más letales de la historia.

Si bien la medida de “quédate en casa” a corto plazo es vital para evitar el contagio, a largo plazo conduce al colapso de la economía sin ofrecer en realidad una protección efectiva contra las enfermedades infecciosas. La cura contra la pandemia sería justo lo contrario: no el aislamiento, sino la cooperación de toda la humanidad.

La protección efectiva proviene del intercambio de información en tiempo real que sea confiable porque, cuando un país sufre una pandemia, todos los países deben estar dispuestos a compartir información verídica sobre el brote sin temor a las consecuencias económicas.Así lo hace la OMS con ayuda de las contribuciones de países (a excepción del gobierno de Trump, que aplicó un recorte por 57.9 millones de dólares acusando a esta organización de “ocultar la propagación del virus”).

Hoy vemos que gran parte de los países  del mundo adoptan diversas medidas nacionalistas y aislacionistas, y a gobiernos locales, partidos políticos, etc. pelear  por equipos de protección personal, respiradores, productos de sanitización  tecnología etc, de la misma manera que los ciudadanos luchaban por papel sanitario en los supermercados. Vemos como gobernadores mexicanos se aislan y se enfrentan contra López Obrador aprovechándose de esta crisis para recuperar la confianza del votante. Y si bien es cierto que la confianza no se recupera de la noche a la mañana, esta práctica aplica solamente en tiempos normales; porque en tiempos de una pandemia, cuando la vida y la salud están de por medio y si nos dan a elegir, la respuesta es obvia: solo queda confiar con los ojos cerrados. Del otro lado Mr. Trump siempre inclinándose hacia el argumento de la migración y la contrucción del muro (tema muy exitoso en su campaña electoral), termina usando la pandemia como la excusa perfecta para cerrar la inmigración  y bloquear por completo el acceso al sistema de asilo estadounidense a las personas que migran del sur.

Todo esto nos muestra dos cosas: que ante una crisis como la que vivimos es posible salirse con la suya cueste lo que cueste, y segundo que las realidades intersubjetivas que hemos creado en conjunto como seres humanos (como partidos políticos, corrientes económicas como el capitalismo, neoliberalismo, marxismo, PRI, PAN, el dólar, el peso, el Catolicismo, el Taoismo, el Budismo etc.),  no son suficientes para solucionar problemas objetivos como es el caso de una pandemia; se requiere de la cooperación de todos, sin importar bandera o partido, sino constituirse en ciudadanos del mundo. 

Seguramente superaremos esta crisis, pero la rapidez con la que esto se consiga dependerá no solamente del aislamiento en nuestras casas, sino de la cooperación de toda la comunidad global, respaldada por la confianza de los ciudadanos. Solamnete así daremos el giro necesario para corregir nuestro rumbo.