El triple feminicidio que atrajo atención y después se ‘normalizó’

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El triple feminicidio que atrajo atención y después se ‘normalizó’

El feminicidio en Torreón de tres trabajadoras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) –dos de ellas enfermeras– sacudió en un primer momento al País. La coyuntura de la pandemia por el COVID-19 y algunos casos de ataques al personal de salud en México y en el mundo, pusieron el ojo nacional en una casa de la colonia Compresora, al poniente de Torreón.

Cecilia de 48 años era enfermera adscrita a la Unidad Familiar número 46 del IMSS Gómez Palacio, Aracely tenía 59 años y se desempeñaba como jefa de grupo de Servicios Técnicos de la Subdelegación y Dora, de 56 años, era subjefa de enfermeras de la Clínica 71 del IMSS en Torreón. Las tres, además, eran hermanas.

De inmediato se comenzó a asociar los asesinatos con la profesión, pero poco a poco se fue apagando esa versión, y así, poco a poco se fue diluyendo el interés mediático nacional. ¿Por qué? Porque aparentemente se trató de un feminicidio más, uno de los que hay todos los días en el País. El escándalo sería que los asesinatos hubieran sido a razón de la profesión de las mujeres, pero cuando descartó eso el fiscal Gerardo Márquez se sofocó sutilmente el reflector. Quedó lo tristemente “normal”: el feminicidio de tres hermanas sólo porque sí. Solo que ahora no eran universitarias, ni trabajadoras de maquila, ni jóvenes que se subieron a un taxi, ni alguna ama de casa que fue asesinada por su pareja. Ahora fueron trabajadoras de salud, enfermeras dos. Ahora fueron hermanas y fue en la casa de una de ellas.

Del escándalo por la coyuntura de salud a la normalización por la coyuntura de violencia.

Las redes sociales se volcaron para alabar la labor de las trabajadoras, especialmente sobre Dora, a quien llamaban Dorita o la Jefa Dora. En la Clínica 46 del IMSS en Gómez Palacio, la noche del viernes sus compañeros y compañeras le rindieron un homenaje a Cecy.

La primera línea de investigación de la Fiscalía es el robo. Un robo brutal, hay que decirlo, pues estrangularon a dos y asfixiaron a una. Serán las autoridades correspondientes finalmente las que armarán la carpeta judicial y fincarán responsabilidades. Ya hay dos detenidos.

Si se ratifica el móvil del robo patrimonial como la causa del triple feminicidio, estaremos frente a un episodio brutal de robo. Las torturaron para robarles ¿qué?, sería la pregunta. ¿O terminó en feminicidio porque uno de los presuntos resultó ser enfermero y seguramente conocido de ellas?

No lo sabremos hasta que las autoridades de Coahuila desahoguen todas las investigaciones. Sin embargo, un feminicidio como éste por un asunto en teoría sólo de robo, nos obliga a cuestionarnos como sociedad. ¿Cómo podemos llegar al grado de torturar y matar a tres mujeres sólo para sustraer algunos objetos? ¿Qué nivel de violencia se arrastra en el estado y en el País para llegar a ese grado de bestialidad?

Hay una frase anónima que dice: “Cuidar de uno es amor, cuidar de cientos es enfermería”. Por eso, una enfermera o enfermero que nos falta, no es sólo una persona que falta en su casa, en su familia, con sus hijos o pareja, es también una persona que falta a una sociedad ávida de compasión y cuidado, es alguien menos que cuide y proteja de cientos de enfermos.

Y desafortunadamente, ese cuidado que ya no tendremos se da en el marco del Día de las Madres, una celebración que en nuestro País está bastante arraigada por el enaltecimiento que se le da a la madre: un símbolo de protección, compasión, amor; todo desinteresado, como la vocación de una enfermera.

AL TIRO

La semana pasada contamos las historias de Adilene Salazar y Denisse Lazarín, la primera enfermera y la segunda, urgencióloga. Las dos trabajadoras de la salud. Las dos mujeres.

En la coyuntura del feminicidio de tres hermanas integrantes del personal de salud, nos obliga a resaltar las historias de vida de las y los trabajadores de la salud. Adilene es una enfermera de 33 años y madre de tres hijos que está en la primera línea de batalla del COVID-19. Ha tenido que sortear un cambio en la dinámica familiar, resistirse de ver a sus hijos y abrazar a su bebé de meses. Y ella, como muchas otras enfermeras, como seguro también las que fueron asesinadas, va todos los días con las ganas de tener un mejor País, de alegrar y velar por pacientes, por otros seres humanos que no conoce.

Y Denisse, una urgencióloga que también está en el frente de batalla de la pandemia. Que, como muchas y muchos, lo que más extraña es ver y abrazar a los seres queridos. Que como trabajadora de la salud, también, vela por la salud de otros, de extraños, de gente que no conoce, que entra por la puerta de urgencias con la esperanza que alguien la ayude.