El Tri se animó a jugar

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El Tri se animó a jugar

Foto: AP

El discurso en el Tri ha cambiado y las opiniones sobre el equipo de Osorio también. Ya nadie habla de posibilidades, sino de certezas vinculadas a un productivo presente futbolístico que se ha devorado los prejuicios de siempre.

México está a la altura del Mundial y de los históricos porque ha logrado despegarse de ese lastre de sumisión que le limitaba la visión, generado por un microclima urbano y mediático negativo que, de entrada, le acotaban sus probabilidades de éxito.

El Tri siempre ha cargado con las frustraciones del pasado y nunca le ha sido fácil desconectarse de esa sentencia. A México, a nivel selección, siempre le ha costado ser. Debilitado desde lo mental por causas asociadas a la historia, su proyección deportiva quedó constantemente entrampada en la cancha.

Pero el tan cuestionado Osorio ha logrado, como ningún seleccionador anterior, inyectarle al equipo nacional el valor de sentirse importante. Le instaló convicciones en la cabeza de los jugadores y energía competitiva en sus músculos.

Osorio nunca vendió humo como ha sido cruelmente crucificado por colegas, prensa y muchos de los que gustan del futbol. Osorio siempre ha querido convencer de que México puede ser competente con lo que tiene.

Probó innumerables formaciones e hizo cientos de cálculos científicos con su departamento de metodología, pero la conclusión fue más contundente que las rotaciones y los resultados. El equipo, sin convencimiento, no llegaría a ningún lado.

Osorio comprobó que más allá de lo futbolístico, al Tri se le dificultaba encarar mentalmente los partidos importantes -lo sufrió en Copa América, Copa Oro y Copa Confederaciones-. No era una cuestión táctica ni de cambios posicionales. En todo caso esto último eran accesorios. La fragilidad venía por otro lado, en la piel del equipo.

Un trabajo psicológico adecuado fue el puente que cruzó al Tri para sentirse seguro de sí mismo. Osorio se apoyó de profesionales y fortaleció lo que él llama el “coraje mental” del seleccionado.

Osorio le jugó de frente a los jugadores. Fue honesto con sus decisiones y le dio confianza competitiva a un grupo de futbolistas que ya habían tropezado miles de veces.

Convenció desde los hechos, pero nunca dejó de insistir con su retórica para darle sabor a un estilo. Fue moldeando la idea hasta descubrir quiénes eran sus mejores intérpretes.

En este Mundial y por convicción, así como alguna fue insistente con ellas, mandó al carajo las rotaciones. Le jugó al tú por tú a Alemania y le ganó. A Corea lo despachó por peso propio. En ambos casos, fueron gratas propuestas de futbol.

El Tri, hoy sin traumas ni complejos, simplemente se animó a jugar.