El Tri de la deuda eterna

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El Tri de la deuda eterna

A México no le alcanzó para llegar al quinto partido. Una expresión que se repite en cada Mundial y que le es indiferente al contexto. Ya no importa nada, ni siquiera el cómo, frente a la misma sentencia que se ha naturalizado.

Esta vez la barrera fue Brasil, un equipo de élite internacional que hizo valer su peso en proporción a lo que le demandó el juego y, obviamente, la instancia. Ganó bien. Encaró y tiró a portería, lo que no hizo definitivamente el Tri. Brasil le dio trabajo a Ochoa.

Cuando no disparas al arco no hay maldición que exista. México fue un digno adversario de los brasileños. De hecho, le jugó con la cabeza por lapsos, sobre todo en el primer tiempo, cuando utilizó la presión para neutralizar y competir. La misma receta que contra Alemania.

El detalle es que no tuvo pies y claridad para definir la última jugada. El equipo de Osorio fue incompetente en el área de Alisson.

Apostó a la apertura con Lozano y Vela, pero el pelotazo al área, más que un recurso, fue un método sin sentido que acompañó al Tri, no sólo en Octavos, sino en todo el viaje por Rusia.

Tres goles en cuatro partidos hablan de lo rutinario del plan y de la falta de conexión con la zona donde se resuelven los juegos: en el centro, por donde mero lo hicieron Neymar y Firmino.

México no hizo un mal Mundial, pero no fue contundente en la relación propuesta-definición. Le puso el pecho a Alemania con argumentos sostenidos, sacudió a Corea y flaqueó contra Suecia, justo el duelo en el que debía revalidar las buenas notas.

El destino, por ese naufragio ante los suecos, le puso a Brasil en la llave. Un desafío idóneo para las confirmaciones.

En un Mundial donde todo se iguala, México creyó que podía. Hizo partido hasta donde pudo, casi con la misma convicción que frente a los alemanes, pero se topó con un Brasil superior, al menos, desde lo individual.

La culpa de la nueva eliminación no fue toda de Osorio, siempre objeto de cuestionamiento en la derrota. El colombiano encontró el equipo en el Mundial y archivó las masivas rotaciones. Se la jugó con un cuadro preparado a tono con las exigencias del estilo.

El Tri fue combativo, se enriqueció desde lo colectivo, fue generoso y propuso. Nunca se agazapó para esperar el cachetazo. Fue un equipo que provocó sensaciones diferentes y positivas. Quizás únicas, teniendo en cuenta las tormentas que atravesó el proceso.

Pero con el sacrificio y la dedicación no le alcanzó para evitar la condena. ¿Brasil ganó por talento? Sí. Esta cualidad que distingue a los grandes equipos siempre es un factor de quiebre y México quedó expuesto a esos retazos de calidad porque no supo hacer valer los suyos cuando el partido se lo pedía.

Quizás se haya acabado el ciclo para muchos jugadores de una generación que ha sufrido, pero que también ha madurado con la derrota interminable en los Mundiales. El Tri estiró al máximo su ambición, si es que vale el consuelo, más allá que interiormente siga lastimado por esa deuda eterna.