El terror ‘erudito’ de M.R. James

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El terror ‘erudito’ de M.R. James

Foto: Internet.

Los cuentos de terror de M.R. James son protagonizados por profesores de universidad, hombres de ciencia o intelectuales escépticos asechados por demonios antiguos, espíritus en pena y muertos con deseos de venganza. Heredero de la época victoriana, James escribe en plena revolución industrial: fábricas, producción acelerada, desigualdad. Para entonces, los castillos embrujados de las novelas góticas ya estaban pasados de moda. Los lectores se habían cansado de los paisajes sombríos del romanticismo inglés, con su folclorismo y fantasía solemne, como bien explica el crítico Ricardo Llopis. Pero el hábito de asustarse por gusto no se había terminado y el autor británico lo entendió. ¿Qué pasaría si estos científicos modernos tuvieran que enfrentarse a los fantasmas? ¿Aceptarían su existencia?

Lovecraft presenta a M.R. James como un “arqueólogo de renombre y reconocida autoridad en manuscritos medievales e historia de las catedrales”, quien “siguiendo su vieja afición a contar relatos de fantasmas durante las Navidades, se ha convertido poco a poco en un cultivador de primera fila de la literatura espectral”. El autor tiene un perfil muy parecido al de sus personajes y sus lectores muchas veces le preguntaron si los cuentos eran autobiográficos, a lo que respondía que no. En realidad, James escribió para divertirse y tomar algo de aire en medio del riguroso mundo académico. 

Además del espanto, el ingrediente perfecto de estas ghost stories es el humor. Quizá por eso los relatos, a pesar de las décadas, son profundamente adictivos. En un tiempo donde la ciencia se imponía a las supersticiones y mitos, llega un erudito de Cambridge a mandar todo patas arriba. Al final resulta cómico que el restaurador de arte descubra un cuadro “poseído” o que un filólogo invoque sin querer a una entidad demoniaca. El lector se asusta porque entra en el juego: a la gente seria con publicaciones y prestigio  institucional, no se le puede aparecer un fantasma… ¿o sí? Aunque quienes trabajan de cerca con maestros universitarios, no negarán que a veces dan un poco de miedo.

James asegura que estos cuentos deben  tener “un marco familiar a la época moderna” para crear la sensación del aquí y el ahora. Además “deben ser malévolos más que beneficiosos” y evitar cualquier cosa que huela a “pseudociencia” por aquello de la ilusión de verosimilitud. El escritor es un maestro de la ambientación y propone escenarios terroríficos que cualquiera de nosotros podría experimentar. Su natural elegancia se traslada a la literatura en una conquistadora voz narrativa que describe laberintos mortuorios y maldiciones diabólicas. Con ello marca un parteaguas en el género cuentístico fantasmal, trazando camino a las futuras voces.

Si abrimos cualquier libro espectral de James notaremos, en su tono suave y misterioso, el carácter de clásico viviente. No profundiza en el escándalo humano como hace Maupassant ni continúa el escalofrío de Edgar Allan Poe. James comparte su universo cotidiano (de élite, claro) y lo adereza con los miedos atávicos que están muy adentro de todas las personas eruditas o no. Nos recuerda que temer a la muerte es algo que nos hermana desde el principio de los tiempos y que no hay fórmula científica que pueda contra ello.