El temple invencible de los migrantes
Fotos: HÉCTOR GARCÍA / Texto: FELIPE RODRÍGUEZ
“Todos somos migrantes”. De unos meses para acá, activistas defensores de los derechos humanos repiten como axioma esas tres palabras. Buscan moderar la belicosidad que políticos como Donald Trump, dependencias gubernamentales de diversos países y, sobre todo, ciudadanos de a pie, demuestran a los centroamericanos que recorren México en caravanas.
Después de semanas de andar bajo un sol quemante, noches que congelan, vendavales, pies llagados, hambre y sed, estaciones como la Casa del Migrante de Saltillo y 70 refugios más que trabajan en el País, son un remanso para fortalecer alma y cuerpo.
Todo el año, no sólo ahora, migrantes con la intención de llegar “al Norte” (Estados Unidos) enseñan en Saltillo, sin necesidad de palabras, sólo con su conducta, que quienes emprenden retos de esta dimensión, están templados por la espiritualidad más profunda.