El tejido social, un remiendo de los tiempos
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El tejido social, un remiendo de los tiempos
El llamado tejido social no es otra cosa que todo eso que tenemos en común quienes pertenecemos a una comunidad, es lo que nos une, nos identifica, nos hace ser lo que somos y sentirnos parte de una misma cultura. Es sinónimo de solidaridad, protección, respeto a los derechos y seguridad ante las adversidades. Es saber que podemos contar con nuestros vecinos en caso de adversidad o saber que podemos compartir nuestra estabilidad ofreciendo un poco de lo que tenemos.
Se refiere también a las relaciones significativas que determinan formas particulares de ser, producir, interactuar y proyectarse en los ámbitos familiares, comunitarios y laborales.
En resumen, es eso que fue roto en el momento en que inicio la guerra por el control de la droga en nuestro País, el día en que un grupo decidió apoderarse de los bienes nacionales haciendo a un lado a sus pobladores, fue el día en que un partido político se dijo dueño de la verdad o un puñado de pobladores minoritarios decidieron que sus costumbres eran mejores que las de la mayoría y votaron las leyes; sin darnos cuenta de las profundas grietas que fueron surgiendo.
Recordé la cita en el film “Michael Clayton”: “No vas a ser alguien que va por la vida... preguntándose por qué sigue cayendo mierda del cielo a su alrededor”. Y, sin embargo, está sucediendo desde hace varios años al no poder contestar las siguientes preguntas: ¿Dónde está el problema para la gobernabilidad? ¿En el tejido social, supuestamente descompuesto? ¿O en la porosidad o ineficacia del Estado de derecho? ¿O está en la ineficiencia del sistema de justicia?
Recordemos que este es un País de leyes, y muchas. Pero también que Hitler cuidó que todo lo que hizo fuera sustentado en una ley de su congreso.
Toda mafia se sustenta en el tejido social, no en su descomposición. Así es tanto para los que se dedican a la piratería o al huachicoleo, los políticos corruptos y sus subespecies. Las organizaciones criminales se caracterizan precisamente por eso: por su muy bien compuesto tejido social.
Se ha dejado a instituciones no gubernamentales el delicado trabajo de la reconstrucción del tejido social y una de ellas es el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), un centro jesuita que pone la muestra.
Ellos entienden que “reconstrucción del tejido social” hace referencia a un sinnúmero de alternativas que podemos desarrollar en lo personal y colectivo para contrarrestar la violencia que vivimos en el País: restablecimiento de relaciones interpersonales, aceptación y reconocimiento de nuestras diferencias, ejercicio de diversos tipos de liderazgo, construcción de estructurantes y de un nosotros colectivo, etc. Es decir, configurar una serie de determinantes comunitarios, institucionales y estructurales que favorezcan la cohesión y la reproducción de la vida en sociedad.
En su estudio, desarrollado en 14 comunidades en 2016 y en base a cuatro ámbitos de investigación, se mencionan los tres tipos de determinantes que impiden la configuración del tejido social en su conjunto:
Determinantes comunitarios: ausencia o pérdida de los relatos que favorecen la integración comunitaria, carencia de capacidades para establecer acuerdos. Determinantes institucionales: de qué manera se han visto afectadas por la violencia las instituciones claves para la vida en común como son la familia, las iglesias, los mercados tradicionales o la organización comunitaria. Y finalmente, determinantes estructurales: tensiones que se viven en los barrios o comunidades entre los procesos culturales tradicionales y los ideales de la modernidad capitalista como el progreso, la autonomía personal o la política entendida sólo como poder del Estado.
Por demás interesante y sobre todo retador, el tema de este necesario remiendo social podría resultar un reto para el nuevo Gobierno plagado de sociólogos y antropólogos.
El secreto está en las pequeñas cosas: ahí en el barrio, en la fábrica, en la escuela, en la familia, en el mercado, lugares que han sido abandonados a su suerte a los valores.
Para Durkheim: “Cada nueva generación la cultiva su predecesor; este último, por lo tanto, debe mejorar a su sucesor. El movimiento es circular”.
Por lo que no queda otra, si queremos mejorar a nuestra sociedad debemos regenerar el tejido social y con ello va la esperanza y es el grito que no se escucha, lamentablemente.