El té fue ilegal

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El té fue ilegal

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La sorprendente historia de cuando el té fue un producto de contrabando que enriquecía a los podersosos. Ahora sabrá por qué a los ingleses les gusta tando esta bebida

El consumo de té empezó a adquirir notoriedad en Inglaterra entre los años 1720 y 1730. 

Para ese entonces, el consumo de esta infusión en Europa era mínimo y casi exclusivo de Holanda, que realizaba sus embarques desde China a través de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales.

Francia consumía muy poco té y Alemania prefería el café. Pero  con el tiempo y con el impulso de los comerciantes europeos, el consumo de té se extendió a casi todo el mundo.

En Inglaterra llegó a todas las clases sociales: pobres y ricos lo bebían. En efecto, esa fue la razón por la que el té comenzó a ser contrabandeado en grandes cantidades, llegando a reemplazar incluso el consumo de ginebra, la bebida preferida por las clases bajas inglesas. Pero pronto, y hasta hoy, el té se convertiría en una de las bebidas distintivas del Reino Unido.

El té es una infusión de las hojas y brotes de la planta Camellia sinensis, muy rica en antioxidantes. Y dado que activa los mismos receptores cerebrales que la marihuana, puede disminuir el dolor y la náusea, sirviendo también como calmante. 

El término té  tiene un uso tan extendido, que en Latinoamérica se aplica a cualquiera de las infusiones preparadas con otras plantas, tales como el mate, el limón, la manzanilla, la tila y el jengibre, entre otras muchas.

Pero dejemos a un lado los detalles y vayamos a la historia que nos interesa.

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Primeros embarques
Corre el siglo XVIII en Londres, Inglaterra. Un barco mercante llega a una solitaria cala al amparo de la noche. Con apuro, la tripulación descarga el preciado bien que transporta: son costales repletos de hojas de té.

En tierra esperan hombres y caballos de carga, custodiados por individuos armados, preparados para enfrentar a los funcionarios de Hacienda, en caso de que aparezcan de manera sorpresiva.

La escena puede parecer intimidante, y en efecto lo es, ya que en ese entonces, el té era parte de un comercio ilegal que dejaba enormes beneficios a quienes estaban dispuestos a correr el riesgo de contabandear el producto.

De hecho, el comercio ilegal del té fue parte vital de la economía del Reino Unido durante casi 200 años.

Era un negocio ilícito que florecía porque el impuesto a esa bebida era cada vez más elevado y, para poder importar té de manera legal, los comerciantes tenían que pagar los embarques y los impuestos por adelantado, con todos los riesgos que eso implicaba.

Alrededor de 1750, el costo impositivo para la importación de té llegó a ser de 120%, lo que implicaba que si se podía evitar ese pago, el costo del té disminuía a menos de la mitad.

Así que no era una sorpresa para nadie que los comercializadores del producto recurrieran a contrabandistas dispuestos a perder sus barcos, sus bienes —e incluso su libertad— si eran descubiertos en esta actividad ilegal.

Debido al contrabando, el precio del té era tan atractivo que incluso los pobres podían disfrutar de él, de hecho, el té llegó a convertirse en uno de los productos más importantes del comercio ilegal inglés.

A finales del siglo XVIII, más de 3 mil toneladas de té entraban ilegalmente al Reino Unido cada año. Y sólo 2 mil toneladas se importaban por los canales legales.

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Los tipos de contrabando
En algunas zonas, comunidades enteras dependían del contrabando del té, desde los ricos terratenientes dispuesto a financiar la operación, hasta los pescadores que eran parte de la tripulación de los barcos.

Según Robert Blyth, curador del Museo Marítimo Nacional de Londres, el tráfico ilegal del té se llevaba a cabo en tres formas.

1“Estaba el contrabando a pequeña escala, cuando alguien acercaba su pequeño bote a un barco mercante y compraba parte de la carga. Para explicar por qué los datos del embarque en lo referente al tonelaje declarado en los documentos, no coincidían con la cantidad de carga llegada a puerto, el capitán del barco, simplemente señalaba que el té faltante se había echado a perder durante el trayecto”.

2. “También había grupos organizados comercialmente que llevaban la carga contrabandeada a diferentes puertos del país utilizando una sofisticada operación de transporte y venta”, explica Blyth.

3. “El tercer método era, sencillamente, el robo. “Hurtaban el té de los barcos anclados en los puertos, antes de que fueran inspeccionados por los funcionarios de Hacienda”.

Los contrabandistas suecos
Los británicos no fueron los únicos que desarrollaron el gusto por el té. La popularidad de la bebida en Suecia hizo que este país tuviera un papel importante en el contrabando que tuvo lugar en el Reino Unido durante el siglo XVIII.

Los mercaderes de la Compañía Sueca de las Indias Orientales podían comprar té chino de alta calidad porque, a diferencia de otros países europeos, estaban dispuestos a pagar en plata pura, en vez de realizar trueques o intercambios de productos.

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Varios eran escoceses, refugiados políticos que se fueron a Suecia tras la fallida insurrección de 1745, en la que el aristócrata escocés Carlos Eduardo Estuardo, pretendiente al trono de Gran Bretaña, trató de hacerse con el mismo.

Así que no tenían ningún problema en evitar pagarle impuestos a la Corona británica.

El contrabando de té en Suecia era tan popular que los periódicos escoceses y del norte de Inglaterra promocionaban la venta del producto, conocido como ‘té de Gotemburgo’ (debido a que en la ciudad de Gotemburgo, Suecia, era donde comercializaba la mayor parte de ese té).

El monopolio
Para muchos comerciantes británicos, el té contrabandeado tenía sentido, asegura Derek Janes, historiador de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido.

“La Compañía Británica de las Indias Orientales tenía el monopolio de las importaciones de té, así que si un mercader escocés quería comprar la infusión, tenía que ir a Londres y pagar por adelantado para obtenerlo”.

“Pero si se lo compraba a los traficantes, el costo se reducía a la mitad, no tenía que pagar impuestos, recibía la carga en la puerta de su casa e incluso obtenía hasta cuatro meses de crédito. ¡Un servicio de primera!, pero ilegal”, señala Janes.

Uno de los magnates que participaba en ese negocio era John Nisbet, quien se enriqueció tanto que le encargó al reconocido arquitecto John Adams el diseño de una mansión cerca de un puerto escocés, que incluía espacios para descargar los botes y almacenar el té contrabandeado.

Todo ello en una época en la que los contrabandistas corrían el riesgo de que sus bienes fueran confiscados.

No obstante, cuándo las autoridades recibían algún aviso acerca de la llegada del barco de Nisbet, generalmente era demasiado tarde para que pudieran confiscarlo. Cuando los barcos se acercaban al puerto, la mercancía ya había sido descargada y distribuida.